Capítulo 10. La eternidad de un momento

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—¡Ey, Ethan! —Tan pronto cerré mi casillero, Damon llegó y me abrazó por detrás, provocando que mi corazón diera un salto

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—¡Ey, Ethan! —Tan pronto cerré mi casillero, Damon llegó y me abrazó por detrás, provocando que mi corazón diera un salto.

—Ey, ¿por qué tanto cariño? —Lo miré de reojo y creí que quizás el hecho de que me notó observándolos a él y Sky pudo haber sido efecto de mi imaginación.

—Ayer te fuiste muy pronto y ya no pude verte —acarició mi hombro con su nariz.

—¿Qué? —lo miré confundido.

—Ethan, quiero que hablemos de algo —sus facciones se endurecieron y me llevó de la mano a un aula vacía.

—Emmm, no entiendo —observé los alrededores—, ¿qué hacemos aquí?

—Solo quiero que hablemos.

Cuando me volteé, su rostro estaba frente al mío.

—Eh...te escucho —dije retrocediendo un paso y desviando la mirada, sintiéndome culpable, algo que quizás él captó, ya que suspiró pesadamente.

—Lo de ayer... —abrí los ojos y negué con la cabeza antes de que pudiera terminar.

—Está bien, no pasó nada ayer, no tienes que contármelo —agité mis manos.

—Pero tienes que escucharme —tomó mis muñecas. Me vi desconcertado por su extraño comportamiento—. Ella y yo...

—Damon. —Lo interrumpí con seriedad. —Dije que no quiero oírlo.

Sentí que era yo quien debía disculparse, pero él parecía más avergonzado que yo.

—Pero quiero que lo escuches —sus ojos brillaban con súplica, aunque decidí ignorarlo y caminé hacia la puerta antes de que alguno de los dos dijera algo de lo que podríamos arrepentirnos, sobre todo yo, ya que no entendía hacia dónde quería llevar la conversación Damon.

Creo que no tengo por qué cuestionar ni intentar entender su relación, ya que no estoy involucrado.

—¿Nos vamos? —Lo miré por encima del hombro con una sonrisa, tratando de aligerar la incómoda atmósfera que se había formado.

Giré la perilla hasta que su mano se posó sobre la mía, causándome cosquilleos. En ese reducido espacio, nuestros cuerpos se rozaban y podía sentir los latidos de su corazón, confundiéndolos con los míos.

—¿En serio no quieres escucharlo? —su aliento rosó mi nuca.

Cerré los ojos por un instante, intentando controlar el caos que se aglomeraba en mi mente. Cada segundo con él cerca se convertía en una espiral de nervios, y eso era suficiente para que todos mis tormentos se agitaran en un remolino. Cada movimiento suyo, cada palabra no dicha, resonaba en mi mente como una tormenta a punto de estallar. Era como si estuviera atrapado en un vórtice, luchando por mantenerme a flote.

El deseo de huir, de escapar de esa tensión que se tejía entre nosotros, se mezclaba con una extraña fascinación que me impedía apartarme por completo, pero a pesar de pender de ese hilo, logré mantener el equilibrio.

El Cristal del Príncipe  [Cristal#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora