Capítulo 28: Pesadilla

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar. Sólo publico en Fanfiction y Wattpad, si encuentran mis historias en otros lugares y con otros personajes que no sean de Inuyasha entonces es PLAGIO.

Capítulo 28: "Pesadilla"

La brisa marítima del ocaso, suave, leve y tibia, entraba en la habitación meciendo en un vaivén constante los delgados palillos de bambú, abiertos de par en par, dejando entre ver el paradisiaco paisaje. Los destellos de los agonizantes rayos del sol aún estaban presentes surcando el cielo limpio, azul aún, y estos rayos de colores eran reflejados en el mar color turquesa, suave como la brisa, como un cuadro perfecto y la vez irreal. Ella se movió sobre él suavemente, abrazándose con fuerza a su cuello mientras sentía sus manos en sus caderas, impulsándolas fuertemente y jadeante, más a él. La chica buscó sus labios con lentitud, rozándolos y saboreándose los suyos, antes de tocar los varoniles que la esperaban ansiosos. Él se adentró en su boca mientras le daba otro impulso, para penetrarla más, Kagome resopló en su boca escapándose un pequeño jadeo, retomando luego otra vez sus labios en una caricia intensa y desesperada, con sus lenguas deseosas de jugar traviesamente dentro de sus bocas, una y otra vez. Las manos del joven subieron lentamente por sus muslos, la cintura, las costillas, los pechos desnudos, el cuello, hasta su mandíbula, acariciando lentamente, bajando la mano hacia su cuello y otra vez subiendo hasta su mandíbula, mordiendo finalmente sus labios y separando su boca de la de ella, que abrió los ojos castaños brillantes de alegría, deteniéndose en los dorados suyos, tan llenos de fuego y deseo, como el mismo acto que estaban haciendo a orilla del mar. Bajo la luz de la luna que apenas se dejaba ver con las primeras estrellas, la mano de Kagome se enredó en el cabello del joven, dejando ver y destellando, la piedra verde jade de su anillo ahora de bodas.

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Ella suspiró cansada mirando el techo de la habitación. ¿Cómo era posible sentirse tan débil cuando algo maravilloso estaba sucediendo en su vida?. Se inclinó agarrando la sábana sólo para cubrir su pecho y le dio una mirada sonriente, calmada a Inuyasha que dormía boca abajo, con el cabello cayendo a su alrededor, respirando suavemente, tan tranquilo, envidió su sueño. Ella ya no recordaba cuando fue la última vez que pudo dormir una noche entera. Restregó sus sienes con una mano, intentando de alguna manera calmar su asustado corazón. ¿Qué estaba sucediendo?. ¿Por qué los temores seguían allí?. ¿Mal presentimiento?. ¿Pesadillas? El olor a... muerte... Sacudió la cabeza como si intentara eliminar los malos pensamientos. Su mirada a través de la penumbra descansó sobre la mesita de noche, donde una pequeña libreta demostraba a todos su nuevo estado civil. Sonrió olvidándose de lo malo para recordar la pequeña ceremonia. Inuyasha susurró junto a su oído, cuando salieron de la capilla, que una vez llegando a Tokio se casarían nuevamente para invitar a todos sus amigos. Y que esta vez el anillo de bodas sería más valioso que la misma perla de Shikon que siempre colgaba en su garganta. Ella le sonrió agradecida "nada es más valioso que esto".

-    "Esto"- Murmuró, mirando el pequeño anillo.

Tiró un poco las sábanas hacia atrás, descubriendo su cuerpo y se levantó lentamente de la cama, inclinándose y tomando la camisa del abogado que se puso, sintiendo el aroma de su perfume tan varonil, el de siempre, que la enloquecía. Sus pies desnudos se dirigieron hacia el baño, cerrando la puerta con suavidad y se miró en el espejo. Si no tuviera aquellas oscuras marcas bajo sus ojos, el rostro de felicidad sería digno para ser plasmado para la posteridad. Abrió el grifo recibiendo en sus manos el agua algo helada y la lanzó a su rostro, mojando una y otra vez su cara, que las gotas caían por su cuello y mojando en algo la camisa. Se secó con la toalla con pequeños toques, cual no sería su sorpresa cuando vio que dos pequeñas manchas rojas estaban allí, en el pedazo de tela blanca. Las miró confundida y luego, con algo de temor y titubeo, llevó sus dedos hasta la nariz, tocando bajo sus orificios y luego mirándolos, asustándose por encontrar que sus dedos también estaban manchados. Se miró rápidamente en el espejo y vio como la sangre, un hilillo de ella, manaba de su nariz. Puso la toalla sobre el lugar ejerciendo algo de presión y se sentó al borde del jacuzzi, pensando en porqué le sangraba la nariz. Luego de unos minutos miró la toalla y ya no había rastros de sangre, aliviándose y pasando una mano por su frente, riéndose un poco al darse cuenta lo alarmista que había sido. La puerta se abrió dejando ver al joven con sólo sus bóxer mirando con el ceño fruncido a la chica, que se levantó, sintiendo un pequeño mareo, y lo miró con una leve sonrisa.

Miedo a PerderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora