Hace poco más tres meses, Zenitsu se encontraba en el día más angustiante de su vida, al mismo tiempo que era el más humillante para Kaigaku.
Acogidos por Jigoro Kuwajima a muy temprana edad, crecieron sabiendo que cargaban en sus hombros el futuro de la Academia de las Finas Artes Musicales de la cual Jigoro es dueño y director.
Kaigaku creció apenas soportando el peso, estudiando y practicando arduamente día tras día, sintiendo que su vida era reducida a lástima y halagos vacíos en cuanto el estúpido niño llorón se sorbia los mocos y dignaba a tocar.
Porque el maldito hijo de perra resultaba ser un genio y maestro con cualquier instrumento que le pusieran enfrente, incluso si era la primera vez que lo veía, mientras que él debía esforzarse.
Ni siquiera tenía idea de cómo un holgazán que lloriquea porque no le gustan las matemáticas, ni seguir partituras y que no entendía de pautas se había logrado graduar de la universidad.
Ver a Zenitsu a su lado en la ceremonia de graduación le repugnaba demasiado, de hecho, todos lo llenaban de cólera con sus sonrisas y felicitaciones hacia el rubio.
La ceremonia fue una porquería, no importó cuánto se preparó y se esforzó en su graduación el año pasado, todo se fue a la mierda en cuanto Zenitsu puso un pie en el escenario.
Esperaba que en ese momento él mismo se arruinara, que el pánico escénico lo dominara o que vomitara de tanto miedo que se le notaba. Pero no.
Pudo ver cómo el miedo abandonó el cuerpo del rubio luego de que diera un vistazo a la primera fila y leyera los labios del albino que al parecer no se puede conseguir algo mejor.
—Te amo, tú puedes Pichoncito–.
El maldito tocó a la perfección, no hubo una sola persona en ese auditorio que no aplaudiera con una horrible alegría.
—Te dije que lo lograrías, lo hiciste perfecto– el dulce encuentro de la pareja que terminó en un beso se sumó a la ira y asco del azabache solitario, más aún cuando llegaron los amigos escandalosos que tanto lo irritan.
—¡Zenitsu eso fue increíble!–.
—¡Me enorgulleces Monitsu!–.
Pero la humillación no terminó ahí, todavía debían asistir a una celebración a la que acudirían inversionistas, gente de relleno y otros mediocres que supuestamente fueron de los mejores de la generación junto a Zenitsu.
Al menos ahí estaría libre del frentón, el cerdo y el estúpido de Uzui.
Oír que discutían la futura dirección de la universidad con Jigoro le hizo volver a temer por su futuro, con el rubio estorbando él seguiría siendo ignorado, desplazado y ninguneado. Algo debía hacer para quitarlo del camino.
Porque no era posible que un maldito llorón tomara su lugar, alguien que ni siquiera quería o se preocupaba por tomar la dirección de la universidad.
—¿Por qué no bebes? Deja ya ese celular, luces como un niño abandonado– no podía creer que incluso en un evento así Zenitsu prefería mensajear con Uzui y sus amigos raritos.
Tomó una copa y se la dejó en las manos, una y otra vez, consciente de que Zenitsu no toleraba la bebida, copa tras copa iba teniendo la esperanza de que el rubio hiciera algo estúpido que arruinara su imagen y lo sacara de su camino.
Pero ¿Qué logró? Tener a un idiota sonriente clavado a una silla que no se quiere mover porque dice que el lugar da muchas vueltas.
—No puede estar así aquí, llévalo a casa o llama a Uzui–.

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Posiblemente padre
Fiksi PenggemarLa vida de seis personas cambió por completo a partir del momento en que dos donceles, Giyuu y Zenitsu, quedaron en cinta. El nombre de Giyuu estará en boca de toda la escuela cuando se descubra el drama de que los profesores de matemáticas y de his...