17: Lo que pasa en la cabaña se queda en la cabaña

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Estoy sentada en el suelo, al lado de la puerta, esperando a que alguien se dé cuenta de nuestra ausencia y me saque de aquí, pero nada, no viene nadie

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Estoy sentada en el suelo, al lado de la puerta, esperando a que alguien se dé cuenta de nuestra ausencia y me saque de aquí, pero nada, no viene nadie. Encima aquí no hay cobertura por lo que nuestros móviles no nos sirven de absolutamente nada. Llevamos horas en silencio cada uno en una esquina de la habitación, ignorándonos, aunque puedo notar que de vez en cuando no puede evitar mirarme por unos segundos hasta que me doy cuenta y desvía la vista. No puedo negar que a mí también se me haya escapado alguna que otra mirada en lo que llevamos aquí.

─ ¿Vas a dormir así? ─ dice dirigiéndose al armario siendo el primero en romper el tenso silencio como casi siempre.

─ No voy a dormir.

─ Vale, lo que tu digas ─ me lanza una camiseta ignorando mi respuesta ─. Deja de ser tan orgullosa y póntela. Es tarde. Deberíamos dormir.

─ Tú no me mandas.

─ Haz lo que quieras ─ suspira cansado de toda esta situación.

Empieza a quitarse la ropa con tanta naturalidad como si yo no estuviera ahí delante. Durante el poco tiempo que tarda en ponerse el pijama mis traicioneros ojos se centran en él. ¿Pero que estoy haciendo? Se supone que estoy enfadada, aunque no tengo motivo para estarlo.

─ ¿Estás harto de mí verdad? ─ le digo tras escuchar su suspiro de frustración al tumbarse en la cama.

─ No, estoy harto de las mentiras que no es lo mismo.

─ ¿Qué quieres que te diga? ¿La verdad? Bien te la diré. Te odio.

─ Vale muchas gracias.

─ Te odio porque por mucho que quiera no consigo que salgas de mi puta cabeza. Te odio porque me haces bromas y me molestas haciéndome reír y eso solo hace que piense más en ti. Y también odio que me llames de forma especial porque me haces ver que te importo, pero sobre todo odio haberte pedido que me ayudases a fingir porque ambos sabemos que no estábamos fingiendo en ningún momento ─ suelto cada una de las palabras aterrada y sin pensar, arrepintiéndome al segundo de haberlo dicho.

Se levanta y cruza toda la habitación hasta llegar a mi lugar. Hago lo mismo y me pongo de pie aparentando toda la seguridad que no tengo.

─ Voy a ignorar que hayas vuelto a mentirme porque tanto tu como yo sabemos de sobra que no odias nada de eso.

No me da tiempo a procesar sus palabras cuando de repente sus labios están sobre los míos. El beso está cargado de todos nuestros sentimientos y miedos, pero justamente por eso supongo que siento como si se me fuera a salir el corazón del pecho. No, no, tengo que ponerle freno a esto antes de que vaya a más, pero por otro lado se siente tan sumamente bien. Entreabre los labios permitiendo que su lengua se enrede con la mía. ¿Es demasiado tarde para dar marcha atrás?

─ Espera, espera ─ le detengo cuándo consigo salir del éxtasis ─. Antes de seguir dejemos claro que esto no significa nada ni cambiará nada.

─ De acuerdo, decidimos ser amigos y eso es lo que haremos ─ coincide conmigo.

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