Para tener un mundo lleno de opresión, solo se bastaba de acortar la vista de la gente y enseñarles lo mínimo para que este siempre a tu poder.
Un mundo pintado de negro fue el mundo en el que Son Dongmyeong creció, pero este sería cambiado por un j...
El auto iba por unas calles abandonadas, sin ninguna pisca de vida humana.
Harin estacionó la camioneta cerca de un basural de más piezas de metal y comenzaron a caminar mientras seguían las instrucciones de Lee Kiwook.
Entraron a una casona ya muy dañada por el paso de los años y comenzaron a bajar por las escaleras a un piso inferior. Un extenso pasillo se encontraba ante ellos, por el cual caminaron hasta llegar al final.
La luz del sol cada vez aumentaba, mostrando que estaban cerca de la salida.
Una vez afuera, se encontraban nuevamente en aquel bello campo, pero había una bella casa en donde los cinco podían caber perfectamente.
El menor del grupo cerro la puerta y junto a un moflete sello el metal para que nadie pudiera entrar por aquella entrada si es que llegaban a encontrar aquel pasadizo.
Entraron a aquella casa y dentro de esta ya se encontraban Yonghoon y Kanghyun guardando la comida que habían traído desde la ciudad. Lo habían logrado también.
Dongmyeong subió al segundo piso, encontrándose con las piezas en las cuales iban a quedarse. Estas eran bañadas por la bella luz del sol, y podían ver sin esfuerzo el bello paisaje que les ofrecía la madre naturaleza. Kiwook lo había seguido y abrió el armario del cuarto para sacar de ahí una caja llena de frascos con pintura fresca, dandoselos al moreno en sus manos.
ㅡÚsalos sabiamente Dongmyeong.
El nombrado sonrió mientras ambos se sentaban sobre aquel suave colchón que era cubierto por una sabana blanca.
ㅡ¿De donde descubriste este lugar?
Kiwook se quedo pensando un poco antes de salir de sus pensamientos.
ㅡYa te dije que soy mecánico. Un día fui a buscar materiales desde la antigua guarida y lo descubrí. Ya era momento de usar este lugar.
Ambos se miraron y coincidieron en sus pensamientos, levantándose y volviendo al primer piso para compartir con sus amigos.
Ni el arma más grande el mundo iba a separarlos.
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