Para tener un mundo lleno de opresión, solo se bastaba de acortar la vista de la gente y enseñarles lo mínimo para que este siempre a tu poder.
Un mundo pintado de negro fue el mundo en el que Son Dongmyeong creció, pero este sería cambiado por un j...
Gracias a las estrictas normas de seguridad, nadie podía estar fuera de su casa antes de las 10. Los únicos funcionarios que podían salir antes de sus cuertos eran los conductores de tramsportes públicos y los cocineros de los hogares para dejar todo funcionando una hora antes.
Iban caminando por los rieles del tren tranquilamente hasta que se toparon con los trenes detenidos.
Demasiado fácil.
Sacaron las latas de pintura en areosol y comenzaron con su trabajo.
Las puertas metalicas de aquellos transportes eran pintadas por esos hombres mientras el resto de la ciudad estaba sumida en sus sueños.
Una vez listos, se alejaron de los trenes para admirar de lejos su obra maestra: todo estaba tal cual como imaginaron.
Yonghoon tomo la caja con las latas y las guardo en la cabina principal mientras programaba el tren para comenzar su ruta a las 9:30 sin nadie adentro. Cerro con llave el lugar y Kiwook con un soplete tapo la cerradura para que nadie entrara. Repitieron aquella acción en los otros 4 transportes.
Los parlantes de los trenes eran controlados en una cabina central, donde había una pista pregrabada que se repetía todos los días. Kanghyun se metía en el archivo para borrarlo y meter la bella canción que había iniciado toda aquella aventura.
El día que cada uno descubrio aquel escondite lleno de belleza. Su amistad, y el detonante final: Dongmyeong.
Una vez el trabajo listo, volvio con los chicos para ir a sus posiciones.
5 megafonos, 5 voces, un solo mensaje: libertad.
Se miraron por una última vez los cinco y partieron a la ciudad para luchar.
Iba a usar su voz hasta ganar.
Y esta guerra recién iniciaba.
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