14. Necesidad.

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Eros.

No lo pienso demasiado y al día siguiente acuerdo desayunar con Kostandin. Esta vez Fabricio es quién está a cargo mi seguridad, junto a los otros cuatro hombres que me acompañan.

Dejé a Francesca en su cama anoche cuando al fin se calmó y aunque no quise, la dejé sola. Yo solo deseaba hacerla mía y la única manera de apagar ese pensamiento fue alejarme, o al menos eso creí porque en la soledad de mi habitación el pensamiento pareció aumentar y volverse más fuerte. Por lo que tuve que centrarme en otras cosas, como en las cosas que me dijo.

Claro que creía a Kostandin capaz de amenazarla, más si cree que ella le hizo daño a Kannis, a veces su instinto sádico y animal rompe esa máscara fría que suele usar, aunque normalmente cuando veía esa actitud en él siempre involucraba a su hermana de alguna manera.

Siempre creí que su relación de hermanos era extraña, y desde que Kannis regreso de Chicago a Tirana fue peor, sus abrazos o muestras de afecto, pero sobre todo el tiempo que Kostandin prefirió pasar junto a ella o en su habitación, que en cualquier otro lugar o sus demás actividades.

Por eso no me extraña que actuará con violencia contra Francesca, pero de eso a amenazar con matarla, es más difícil de procesar o si quiera creer. Kostandin a pesar de toda su naturaleza me considera parte de su entorno, de su circulo y de su confianza.

No quito el hecho de que lo veo como mi familia, y me gusta hacerlo sentir orgulloso, ver esa mirada de aprobación para mí. Y aún así siempre fui firme en una cosa cuando conocí a Francesca, la quería para mí.

Se lo dejé claro y él lo acepto, dejo de lado el que era la esposa de su enemigo y su deseo de matarla por mí. Así como yo dejé de lado mi amor por ella, para que él pudiera probarla, ver si tenía valía y si soportaría estar en la familia, aunque una parte de mi siempre supo que eran excusas, a Kostandin le encanta la tortura y disfruto hacerla sufrir.

Quizás sea juzgado por ello algún día, pero yo también lo hice. Aunque la amo, ella merecía un poco de todo eso por preferirlo a él, a Enzo antes que a mí, y para probarle que yo no necesitaba su lástima, que si podía auto superarme.

Kostandin no creyó que ella superaría todo, por eso también lo hizo, era la única manera de matarla sin quitarle la vida por su decisión. Ella superó todo, e incluso no se quebró cuando lo de su hermano, y creí que al quitárselo se aferraría a mí. Pero una vez más me sorprendió, y tuve que darle espacio para que sanara. Y ahora que lo ha hecho, que sé que sus sentimientos por mi cambiaron para bien, no la dejaré ir y mucho menos permitiré que la alejen de mí.

Cuando llego a la cafetería me acerco a la mesa de la esquina, la más alejada y apartada del pequeño lugar, donde Kostandin me espera.

Tomo asiento mientras lo veo beber de su café, y de inmediato el mesero trae otro junto a un par de platos con un desayuno tradicional. Fabricio se sienta cerca de nosotros y aunque noto la incomodidad en el ambiente y la molestia de Kostandin, no le pido que se retire.

—La amenazaste.—es lo primero que digo y ni siquiera lo pregunto, porque sé que es verdad.

Kostandin asiente comiendo algo de su plato, sinceramente beberé el café, pero no me provoca comer.

—Siento curiosidad por saber que más te dijo.— musita con tranquilidad—, imagino que no omitió el hecho de apreté su cuello, cuando en realidad solo deseaba romperlo.

—No fue necesario, yo vi la marca en su cuello. No puedes lastimarla.—mascullo con molestia.

—No podía, tiempo pasado. Pero ahora, eso es poco comparado con lo que quiero hacerle por lo que hizo.—su voz se endurece y su mirada al fin se fija en la mía.

Éxtasis. [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora