2. Dominus.

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Francesca.

—Fran…— el sonido de su voz se oye lejano, aunque no puedo ver nada a mi alrededor, sé que está en algún lugar.

—¡Francesca!—de nuevo la voz me llama, pero esta vez puedo oír claramente la desesperación en su tono—Estoy aquí, Fran.

¿Quién eres? Quiero preguntar, más no logro formular palabras.

Intento seguir el sonido de la voz cuando vuelve a llamarme, pero tan rápido como llega, se va. No puedo ver nada más que oscuridad, hasta que una pequeña luz aparece y comienza a parpadear.

Corro hasta ella para alcanzarla, me detengo cuando un grito de dolor rompe el silencio y mi cuerpo tiembla de miedo.
El miedo que siento no es por mí, sino por esa persona a la cuál quiero encontrar.

—¡Francesca, ayúdame!—me angustio con cada segundo que pasa,  mi corazón late desbocado.— ¡Estoy aquí, por favor ayúdame!

No entiendo lo que sucede, siento la necesidad de ayudar a aquella voz, aun cuando no sé a quién pertenece. Sin embargo, también puedo sentir muy dentro de mí, que la conozco, que es alguien importante para mí.

Mi respiración se acelera, casi al borde de la asfixia y de repente logro alcanzar aquella luz.

Aparezco en una habitación y comienzo a detallar cada una de las cosas a mi alrededor reconociendo al fin donde estoy.

—No podrás ayudarlo.

Me giro asustada justo a tiempo para ver a mi padre frente a mí.

—  ¿Qué haces aquí?— le pregunto con confusión.

De alguna forma, verlo en este escenario, se siente incorrecto.

—No podrás ayudarlo.— me repite—Mira.

Con su dedo señala a un lugar detrás de mí y cuando al fin soy capaz de mirar, ahogo un jadeo.

—¡Zadic!—grito desesperada viendo una vez más la escena, repitiendo el mismo ciclo, el mismo instante en el que mi hermano se clava el arma.

Quiero correr hasta él para ayudarlo, pero descubro que ahora estoy encadenada y no puedo moverme.

—Te dije que no puedes ayudarlo.—Mi padre vuelve a hablar y  lucho contra las cadenas para liberarme.

No puedo dejar que vuelva a morir, no de nuevo.

—¡Déjame ayudarlo, por favor!—ruego e imploro, me humilló entre suplicas logrando colocar una sonrisa en el rostro de mi padre.

—Lo siento, pero es tarde.— Sentencia justo en el momento en el que al mirar el cuerpo de Zadic descubro que ya no se mueve.

Sus ojos sin vida se quedan fijos al frente y siento su mirada atormentada sobre mí.

...

—Dominus.

Me despierto sobresaltada y apunto con mi arma al frente dispuesta a vaciarla a quién sea.

—Soy yo.— Pavel sube las manos en un gesto inocente, me toma al menos cinco segundos más relajar mi cuerpo y guardar el arma de nuevo.

—¿Qué sucede?— pregunto de una vez, antes de levantarme y colocarme una bata para cubrir mi camisón.

Desde la muerte de Zadic tengo dificultades para dormir, realmente es muy poco lo que lo hago y no es un sueño profundo, al mínimo sonido me despierto. También esta el hecho de que duermo armada, no puedo si quiera concebir cerrar mis ojos, si no tengo algo que me haga sentir mínimamente segura.

Éxtasis. [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora