9. La Parca y el sabueso del infierno.

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Eros.

Para qué negarlo, estoy nervioso.

Francesca se ha dedicado el resto de la tarde a instruirme, y aunque estoy feliz de tenerla cerca de nuevo, para mí y sin Alessio, no puedo disfrutarlo tanto como quisiera.

—¡EROS! Concéntrate—grita Francesca estresada—. Eres el maldito Capo, tienes que actuar como uno.

Lanzo un suspiro, no entiendo que más quiere que haga.

—Ya memorice todo, ¿Qué más quieres que haga?

—No es lo que dices, es como lo haces.— De alguna manera no puedo dejar de ver lo linda que se ve en este momento, exasperada—. Quita esa cara, necesito que te tomes esto en serio.

—Lo hago.—aseguro.

—No parece.

—Puedo hacerlo, solo confía en mí.

Francesca no parece segura, pero no dice nada más y comienza a marcharse, me levanto y la alcanzo rápidamente.

—¿Dormirás conmigo hoy?—la suplica en mi voz suena tonta y débil, aun así no me avergüenza necesitarla.

—Hoy no, Eros.— niega con su cabeza y luego me mira—. Estoy realmente agotada de todo el entrenamiento de hoy.

—Tal vez porque no me dejaste unirme a ustedes, pero a Alessio si.— Aunque no quiero reprocharle, sale como uno.

—Ya te lo dije, el llego de la nada.— se pone de puntillas y acaricia mi mejilla, antes de dejar un pequeño beso en mis labios, que me es insuficiente y me hace sentir mareado—. No quería distraerme en el entrenamiento, si hubieses estado allí, no me habría podido concentrar.

Le doy una sonrisa sincera, que rápidamente se borra de mi rostro.

—De repente me siento en tu papel de esposa, Francesca.

Eso la hace reír, sus manos vuelan al cuello de mi camisa y me acerca tanto a ella, que no puedo controlar el como mi respiración se acelera y mi pulso se dispara como loco, sus labios rosados están frente a mí, y me siento impulsado a saltar sobre ellos.

—No lo eres, eres el Capo y en dos días viajaras a New York para visitar al consejo.

Francesca me provoca paseando su nariz por mi mejilla, y acercando aún más sus labios a los míos. Estoy jodidamente excitado y ni siquiera la he besado.

—Francesca.— gimo su nombre necesitado, cuando sujeto sus caderas con fuerza.

Me vuelve loco, su olor, su voz, su todo.

Ella sonríe mirando mis ojos, esos ojos que me atraen como un imán. Sus labios se pasean sobre los míos y luego su lengua pequeña, rosada y juguetona, los lame y yo cierro mis ojos para contenerme.

Voy a explotar en mis pantalones, si me sigue provocando de esta manera.

—Buenas noches.—dice dejando otro casto beso en mis labios antes de alejarse.

Cuando abro los ojos, solo la alcanzo a ver saliendo del estudio.

¿Quién demonios duerme con una furiosa erección entre sus piernas?

♡♡♡

Ir con el consejo junto a Alessio, resulta extraño.

Nos limitamos a permanecer en silencio durante todo el vuelo a New York  y durante el camino en auto, hasta que siento el deseo de marcar mi territorio.

—Francesca es mi mujer.—suelto haciendo que me mire interesado—, puede que no lo divulguemos, pero lo es. Y es molesto ver como babeas sobre ella todo el día.

Éxtasis. [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora