8. Planes.

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Francesca.

Cuadro mis hombros y lanzo un derechazo que noquea al soldado.
Escucho los victoreos de los demás soldados alrededor, mientras me quito el sudor de la frente. Reajusto las vendas de mis manos, esperando al siguiente, desde que comenzamos el entrenamiento no he parado.

No soy como Enzo, no me siento impulsada a demostrar mi poder matando a mis soldados, quiero que todos estén de mi lado y que al mismo tiempo se sientan seguros en mis manos.

No confío en nadie, eso lo admito. Pero no quiere decir que no pueda trabajar con ellos. La lealtad no es algo que imponemos, ni siquiera con poder, esa se gana. Cualquiera puede estar en la cima y al día siguiente bajo la suela de alguien más. Sin embargo, hacer que mi gente confíe en mí es aún mejor, no gano amigos sino personas que dan su vida por protegerme y que están seguros bajo mi protección, eso lo he ido fomentando tanto como el castigo que obtienen al romper alguna de mis reglas o subestimarme.

La primera vez que entrené junto a ellos, se sorprendieron por mi destreza y habilidad de combate, pero también les gusto saber que soy fuerte. Ahora los entrenamientos tienden a ser divertidos, nos enfrentamos en pelea y me agrada ver que mejoran inmensurablemente, son pocos los que logran ganarme de vez en cuando en un combate, pero es realmente motivador para todos el seguir mejorando.

Aun no entiendo como Enzo logro colarse en la casa, aunque claro, es Enzo de quien hablamos.

He distribuido a mis hombres, de manera que se pueda cubrir casi cada cualquier rincón de esta casa. Hoy debería de haber reforzado los grupos debido a la intromisión, pero por alguna razón, desistí de ello en el último momento.

El siguiente soldado se detiene frente a mi dispuesto a pelear, es un moreno alto y musculoso con tatuajes algo extraños, su nombre es Javier y es cubano, tiene 28 años y una familia numerosa, aquí en Estados Unidos, a su cargo. No termino la secundaria, pero ha demostrado ser buen peleador y aprende sumamente rápido.

—Cuidado Javier, Mi Dominus pateará tu trasero, si no lo tienes.
Me rio de lo que dice Fabricio junto a Javier y los demás, pero me preparo para la lucha.

Fabricio a diferencia de Javier, nació en Paris aunque su Familia es de Italia, toda ella vive ahora en la ciudad del amor llevando una vida decente, Fabricio tiene 27, al igual que su primo, Paulo. Ambos le ocultan sus verdaderas vocaciones a sus familiares, por el hecho de que son gente noble que aborrece este estilo de vida.

Paulo no se encuentra entrenando, ya que hoy está  encargado de observar a Eros,  mejor dicho vigilar. Es su sombra todo el día, para mí. Pero Paulo, también es un buen peleador, definitivamente se le dan las luchas callejeras, es como su ambiente.

Conozco a todos los que ahora cuidan de mí, debilidades, fortalezas y su vida entera. No solo para ayudar a protegerlos, sino también para que me protejan. Me dedique a investigarlos y a estudiarlos, así se evitan contratiempos.

Javier lanza un rodillazo alto que fácilmente bloqueo con mis antebrazos, comienza a dar pequeños brincos como en el boxeo y mueve su cuello para liberar tensión lo cual me hace sonreír. Cuando Javier levanta su pierna para darme una patada, inmediatamente la agarro y me aferro a ella golpeando la otra, con la cual se estabiliza y haciéndolo caer, para mi es fácil a pesar de su peso hacerlo girar y hacerlo terminar boca abajo.

Sujeto sus brazos en su espalda de cuclillas y rodeo su cuello con uno de los míos, haciendo leve presión.

—Primera regla Javier.—Susurro cerca de su oído, pero con la vista en el resto.—. No te adelantes, tomate tu tiempo para estudiar a tu enemigo, aunque solo sea unos pocos segundos.

Éxtasis. [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora