Capítulo 12

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—  ¿De verdad no me vas decir?

La maquillista tenía más de media tarde preguntando por el misterioso hombre que mantuvo a su amiga fuera de la habitación de hotel toda la noche y más aún que cuando volvió a la habitación se veía muy desaliñada.

— No Sasha, tú no me dices cómo va tu amorío con el señor Hart.

— Eso es diferente.

— ¿Lo ves?, Tienes un amorío con el señor Hart.

— No es un amorío, no hay amor.

— Al menos reconoces que tienes algo con él — refutó la modelo en su habitación mientras volvía a morder el bolígrafo con el que revisaba las cuentas en una libreta.

— No tengo nada con él— negó la latina.

— Te gusta — afirmó Astrid.

— No me acuesto con nadie que no me guste.

Al oír eso la castaña giró los ojos.

— Te gusta para algo más — afirmó la modelo.

— No, ya no molestes Astrid, las cursilerías déjalas para el bombón asesino. ¿Te acostaste con el bombón?, ¿Es bueno? — preguntó con sonrisa pícara.

— No te diré con quién fue Sasha.

— Quien quiera que haya sido te dejó muy desaliñada — mencionó la maquillista antes de soltar una carcajada.

— No te diré quien fue, pero, sí te diré que fue la mejor experiencia de mi vida, es una lastima que no se vaya a repetir — se lamentó lo último profundamente.

— Esos son los mejores, los irrepetibles — respondió la latina acostándose por completo en su sofá blanco para tres

— ¿El señor Hart te deja insatisfecha? — la molestó tratando de cambiar el sentido de la conversación.

— sólo fue una vez y claro que no pero...

— Pero no te quieres acostumbrar— completó por la latina.

— Algo así — dijo la maquillista casi en un susurro.

—Deberíamos dormir y Sasha lo que sea que tengas con Hart disfrútalo, si vives con miedo, ¿cuando vas a vivir?

Eso dítelo a ti misma, reprochó su monólogo.

— Gracias gran sabía anciana por su compartir su conocimiento ancestral— ambas rieron por la ocurrencia de Sasha.

— ¡Cállate! — dijo riendo Astrid.

—Descansa — se despidió la latina.

— Hasta mañana.

Mientras tanto, Thomas Hart se encontraba en una pequeña habitación oscura a excepción de una pequeña bombilla, mas bien parecía un contenedor adaptado, tenía cubierta la cabeza con una funda negra, sentado sobre una silla plegable de metal con las manos atadas en la espalda.

— ¿¡Quién se atreve a tocarme!?, ¡No sean cobardes y muestren la cara!, ¿A caso saben quién soy yo? — sonaba cansado pero aún negándose a rendirse.

No recibió respuesta, pero se escuchó el chirrido de una puerta y pasos acercándose.

El hombre que parecía ser el jefe vestía un pantalón blanco con una camisa azul y un saco negro, su matón bastante musculoso tenía un pantalón negro y una playera azul oscuro.

El jefe le hizo una seña para que le quitara la funda de la cabeza y Thomas parpadeó para adaptarse a la pequeña luz que había, antes de que pudiera lograrlo recibió un golpe en la mandíbula.

Bajo el lente de la cámaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora