Peleas de un minuto que te roban toda la vida

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P.O.V: Lana Parrilla

¿Qué... narices... acaba... de... pasar? ¿He entendido bien? ¿Jennifer acaba de besarme? ¿Jennifer Morrison? ¿Jennifer te miro mal Morrison? ¿O me lo he imaginado? Esa es la respuesta más lógica, estoy estresada, las notitas me tienen de los nervios, Bex no me deja tranquila y tras tanto grito he empezado a delirar. Sí, será eso. Será eso porque no es posible que esta despampanante rubia que se encuentra enfrente de mí y que me mira con los ojos muy abiertos, con las manos en la boca y con la mirada culpable y asustada acabe de besarme. ¿A quién pretendo engañar? Lo ha hecho, me ha besado. ¿Pero, por qué me perturba tanto? Si no lo hacía ahora lo hubiera hecho dentro de unos minutos en el set.

"¿Chicas, estáis ahí?" pregunta alguien desde fuera de mi truck, acto seguido llama a la puerta y vuelve a hablarnos, esta vez alzando más la voz para permitirnos reconocerlo. "¡Lana, Jen!" es Ginny.

"¡Ahora salimos!" grita Jennifer sin dejar de mirarme a los ojos.

"¿Ahora significa realmente ahora? Porque me manda Raúl, lleva esperando 20 minutos, le sale humo por las orejas y una vena se asoma peligrosamente sobre su frente... creo que va a estallar"

En otro momento ese comentario me hubiera hecho reír, puesto que Ginnifer siempre me hace gracia, pero ahora mismo Raúl y los chistes sobre su estado de nervios ansioso me importan más bien poco. No obstante, Jennifer y su obsesivo sentido de la puntualidad sí reaccionan. La rubia se da la vuelta hacia la puerta sin dirigirme la palabra, la abre, saluda a Ginny y sale corriendo hacia el estudio. ¿Qué demonios, Morrison? Podría haberme esperado, al fin y al cabo vamos al mismo lugar, a rodar una escena que no hemos tenido tiempo de ensayar y que presiento que ahora va a ser más incómoda de lo que ya era en primera instancia.

Salgo de mi caravana, doy las gracias a Ginny por llamarnos y camino rápidamente hacia el set, rezando interiormente por no llevarme la bronca número diez mil millones por parte de nuestro director de escena. Cuando llego están todos preparados, pasamos rápidamente por vestuario, momento que aprovecho para aprenderme mis frases, y nos situamos bajo los focos. Luces, cámara... ¡acción!

El rodaje termina y, ciertamente, estoy bastante orgullosa de cómo ha salido esta escena. Jennifer es una gran profesional, podemos no ser amigas, podemos tener una relación complicada, pero cuando nos metemos en las pieles de Emma y Regina todo eso queda atrás. Tenemos una muy buena relación de trabajo y eso no lo tengo con casi nadie, es difícil encontrar a un compañero con el que únicamente compartes vínculos profesionales. Sean y Bex son más que mis compañeros, son mis amigos, Ginnifer y Josh son grandes apoyos, personas en quienes se puede confiar y Robert, mi querido Robert es el mejor confidente, la persona ideal para pedir consejo. Con todas estas personas comparto vínculos afectivos, pero con Jennifer es distinto. Con ella no hay nada, es como si nuestra relación estuviera vacía, como si le faltara algo importante.

Miro a mi alrededor, quiero hablar con esa rubia sobre lo que ha sucedido, aunque ya sé lo que me va a decir. Se va a justificar y me va a echar en cara que nos hemos besado decenas de veces grabando la secuencia, pero no ha sido lo mismo. Delante de las cámaras se han besado Emma y Regina, en mi caravana hemos sido nosotras: Jennifer Morrison y Lana Parrilla. Aunque eso jamás lo va a admitir, es demasiado cabeza dura para eso. Dirijo una rápida mirada por el plató y descubro lo evidente: Jennifer no está. Esta mujer tiene que haber corrido a velocidad relámpago para huir de mí porque hace menos de un minuto se encontraba a mi lado. Da lo mismo, ahora tengo algo más importante que hacer, tengo una promesa que cumplir.

Me dirijo a la cafetería del set, pido mi comida y me siento en las escaleras que dan la entrada a mi caravana, en el improvisado porche del que está siendo mi hogar estas semanas. Saco mi teléfono móvil y, mientras degusto uno de los mejores sushis que he probado jamás, no hay nada como el catering de un rodaje, marco el dichoso número de teléfono. Vacilo unos segundos antes de presionar el botoncito verde que indica el inicio de la llamada, pero tomo una bocanada de aire fresco que me da el coraje que necesito para pulsar el maldecido botón y enfrentarme a mis miedos. Me llevo el aparato al oído derecho y, tras unos cortos bips de comunicado, su voz suena al otro lado de la línea.

Secretos de rodaje [Morrilla]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora