《Capítulo Final》

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Duncan quiso acercarse a Maisie, pero ella retrocedió, sosteniéndolo a raya con la mirada llena de lágrimas

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Duncan quiso acercarse a Maisie, pero ella retrocedió, sosteniéndolo a raya con la mirada llena de lágrimas.

—Maisie, ¿qué pasa?

—¿Qué pasa? —repitió ella, su voz temblando mientras las lágrimas caían sin control—. ¡No puedo creer que lo hicieras...!

—¿Qué se supone que hice?

—¡Revolcarte con esta... con ella! —gritó Maisie, señalando a Iveth, que seguía en el suelo, y Duncan frunció el ceño, mirando a la mujer con frialdad—. No quería creerlo, pensé que ella solo intentaba envenenarme, crear discordia entre nosotros, ¡pero viéndote salir de la misma dirección que ella, con ese estado desaliñado...! ¡Es obvio! —Maisie apretó los puños, su voz quebrándose con cada palabra—. Soy una estúpida por creer que podías serme fiel... No me recuerdas, no recuerdas lo que sientes por mí. ¡Es tan fácil engañarme!

—¡Maisie, para! —gritó Duncan, su tono tan firme que la hizo callar al instante—. ¿Te das cuenta de que me estás acusando de algo que ni siquiera hice?

—¡No quieras hacerme pasar por tonta! ¡No más de lo que ya he sido!

—¡Nunca estuve ni estaría con Iveth! —rugió Duncan, mirándola directamente a los ojos, tan dolido como enfurecido—. La mujer que amo eres tú, ¡joder!

Antes de que Maisie pudiera responder, Duncan se acercó a Iveth, la tomó del brazo sin ningún cuidado y la arrastró hacia ellos.

—Dime en mi cara la mentira que le has dicho a mi mujer. ¡Dila! —exigió con una furia que hizo que Iveth se sobresaltara.

—Yo... —balbuceó Iveth, mirando a Maisie, y luego miró a Duncan—. Duncan tiene razón, era mentira.

—¿Qué? —Susurró Maisie, incrédula.

—Quería que vinieras a mí —admitió Iveth, tragando saliva antes de mirar a Duncan directamente—. Pensé que podía ser mejor para ti que ella, Duncan...

—¡Cállate! —rugió él—. Entiende algo de una vez, Maisie es mi mujer, y la amo.

—¡Ni siquiera la recuerdas! —gritó Iveth, en un último intento desesperado de defenderse.

—¡Pero la amo! —gritó Duncan con la misma intensidad—. Mi corazón sí la recuerda, mi cuerpo también. ¡Solo con ella reacciona, solo ella acelera mi alma! ¡Entiéndelo, Iveth!

Duncan la soltó con brusquedad y giró hacia Maisie. Antes de que ella pudiera reaccionar, tomó su rostro entre sus manos y unió sus labios en un beso intenso y desesperado.

—Tienes que creerme, Maisie. Te amo. Podré no recordar nuestros momentos juntos, pero esto —expresó llevándose la mano al pecho, donde su corazón latía con fuerza—. Esto no miente. Te amo, Maisie.

Ella lo miró, aún llorando, pero su corazón comenzó a calmarse al escuchar esas palabras.

—Duncan, yo... cuando ella me lo dijo, no quise creerlo. De verdad. Pero luego te vi y, con sus palabras sobre mis cicatrices... de que te daban asco...

El roce de tu piel (Highland I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora