🍁 Trilogía de Highlanders 🍁
Para terminar la guerra entre Escocia e Inglaterra los clanes más fuertes de las tierras altas deciden unir fuerzas, para esto el Laird del clan McAllen envía a sus dos hijas para que Duncan, hijo del Laird Blair esco...
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El calor entre sus cuerpos era palpable, el deseo se desbordaba con cada roce de sus labios. Maisie jadeó suavemente, sus manos recorriendo el torso de Duncan, mientras él la sujetaba por la cintura, sus dedos firmemente apretados contra su piel desnuda.
Sus cuerpos se movían al unísono, mientras el fuegoardía en la chimenea. Duncan deslizó una mano por la espalda de Maisie, su piel suave, cálida, encajaba perfectamente bajo sus dedos. El peso de Maisie sobre él, el sabor de sus labios, la forma en que sus cuerpos se entrelazaban, todo era intenso.
—Te amo, Duncan —susurró Maisie entre besos, su voz entrecortada por la intensidad del momento.
Esas palabras perforaron su corazón, haciendo que todo dentro de él se detuviera. La besó con más ansias, queriendo perderse en ese momento para siempre, queriendo sentir más de lo que jamás había sentido en su vida. Maisie se arqueó bajo su toque, su cuerpo reaccionando a cada movimiento de él, como si estuvieran sincronizados.
Pero entonces, de repente, todo cambió.
Duncan abrió los ojos de golpe, con el pecho agitado y el corazón latiendo con fuerza en su pecho. La oscuridad de su habitación lo rodeaba. Estaba solo, envuelto en las mantas pesadas de su cama.
Había sido solo un sueño.
Pero... había sentido todo tan real. Duncan podía jurar que había tenido a Maisie entre sus brazos, que su boca había saboreado la suya, que había sentido el calor de su piel junto a la suya. Todavía podía oler su aroma, un rastro fantasmal que se negaba a desvanecerse. Se pasó una mano por el rostro, tratando de disipar las imágenes que seguían revoloteando en su mente.
El impacto de ese sueño lo dejó completamente alterado. El peso de sus sentimientos por Maisie era innegable. No era solo atracción, no era solo deseo. En el sueño, la había tenido como siempre había querido: sin barreras, sin obligaciones, solo ellos dos, libres, perdidos el uno en el otro. Y la manera en que ella le había susurrado que lo amaba... Eso lo perturbó aún más.
Duncan se incorporó en la cama, respirando profundamente mientras el sudor frío recorría su espalda. Todo el control que había creído tener sobre la situación se había esfumado. Se levantó, caminando hacia la ventana, con el pecho aún agitado por la intensidad del sueño.
Miró al horizonte, las luces lejanas del pueblo, las antorchas que aún brillaban en algunos puntos del castillo. Su corazón seguía latiendo a un ritmo frenético, como si lo que acababa de experimentar hubiera sido más que un sueño, como si de alguna forma... hubiera sido real.