Capitulo 21

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- ¡Chicos ya vine! 
Ambos pegamos un brinco al oír la voz de Blake y ver el raya de luz que la puerta abierta introducía a la habitación. Nos separamos tan rápido que no pude procesar la información del todo bien. ¿Blake? ¿Ella qué hacía aquí? ¿Eran ya las ocho de la noche? 
- ¿Por qué tan oscuro? – Preguntó y luego las luces me cegaron. Parpadeé un par de veces, atolondrada y desconcertada. 
- Estábamos viendo una película – Explicó Nicholas, quien de repente se encontraba muy lejos, a diferencia de cómo lo había tenido antes. ¿Cuándo se alejó tan rápido? 
- ¿En serio? ¿Cuál? – Preguntó Blake, tratando de ver hacía el televisor y de descifrar a qué filme pertenecían esas escenas. 
- Infectados – Le respondió Nicholas. 
- ______, yo no sabía que eras masoquista – Bromeó Blake y solo entonces, cuando oí mi nombre, aterricé – Esa película es aterradora ¿Por qué la rentaste? 
- Porque no sé italiano. ¿Te parece una buena excusa? – Pregunté media atontada. Aún no sabía qué había ocurrido y por qué Blake estaba allí siendo las siete con treinta. Ella soltó una risotada. 
- Blake, amor. ¿Por qué llegaste temprano hoy? – Preguntó Nicholas. 
- Ah, hoy salí temprano – Se encogió de hombros. 
Se puso en puntitas para besar los labios de su novio y me giré instantáneamente, más aterrorizada por esa escena que por la película entera. Oí el chasquido de sus labios al unirse y quise taparme los oídos o subirle todo el volumen a la televisión con tal de que me fuera imposible captar ese tipo de sonidos. 
La fiera apareció de pronto, atenta, molesta y enfurruñada. Se movía inquieta dentro de mi estómago y me rogaba que me levantara del sofá y me largara. 
Miré por la colilla del ojo y pude verlos aún besándose. La fierecilla se removió y comenzó a rasguñar lastimosamente. Ahora era un sentimiento casi palpable, podía sentirlo con claridad dentro de mí, alguna especie de punzada cerca del corazón que hacía los latidos pesados, moribundos. Esto no debía hacerme daño… pero lo hacía. 
Me levanté del sofá y quité la película del televisor. Hice ruido cuando el control DVD se me cayó de la mano al presionar su botón con fuerza excesiva. Pero al menos sirvió para que Nicholas y Blake se dejaran de pasar microbios y me miraban.
- Perdón – Farfullé. 
- ¿No vas a terminar de verla? – Preguntó Blake. 
- No, recordé que tengo que arreglar mis cosas – Dije mientras ponía con movimientos torpes el DVD de nuevo en su lugar. 
- Ay ______, pero tú nunca ordenas tu habitación – Me acusó. 
- No me refiero a eso Blake – La miré – Lo que quiero decir es que mañana saldré con Thomas y me llevaré la cámara – No sabía de dónde había salido la mentira, porque eso era… una mentira. Thomas y yo no teníamos planes de nada – Y por cierto, yo si arreglo mi habitación, aunque no muy seguido – Blake ignoró mi último comentario. 
- ¿Saldrás con Thomas de nuevo? Vaya… ¿Cuántas veces ya son? – Se emocionó y comenzó a especular.
- No las cuento, Blake – Dije y me reí.
- ¿Y a dónde irán? ¿De nuevo a tomar café? 
Miré el rostro de Nicholas, aún lado de su novia conjeturante y pude ver en él ese tipo de gesto que le producía cada vez que yo hablaba de Thomas. Aquello me alentó a seguir con la mentira. 
- No, a la plaza de San Marcos – Dije – Así que si me disculpas, tengo que ir a ver qué me pongo – Sonreí pero de esa manera en la que sonríen las brujas malvadas de las películas antes de llevar a cabo su malévolo plan. 
- ¿No vas a cenar? – Inquirió Blake. 
- No, no tengo hambre… pero si acaso me da, creo que tengo una barra de cereal en mi escritorio – Me encogí de hombros.
- Está bien.
- Hasta mañana, Nicholas – Dije, cordialmente y le sonreí. De veras que me sentía mala y a la fierecilla le gustaba eso.
- Hasta mañana, ______ – Contestó serio y sin sonrisa.

Me di la media vuelta y me dirigí a mi habitación. Había calmado a la pequeña fiera e incluso le había dado una dosis de satisfacción pero ahora tenía otro problema. ¿De dónde demonios había salido mi mentira? No me quedaba más que sólo cruzar los dedos para que Thomas pudiera ser mi cómplice y aceptara la invitación que le iba a hacer. 
Marqué rápidamente el número de Thomas y me aparté de la puerta para que no pudieran oírme. Timbró un par de veces y a la tercera mi salvación contestó del otro lado de la bocina. 
- ¿______? – Me dijo, sorprendido por mi repentina llamada. Él era el que siempre me llamaba. 
- Hola Thomas ¿Cómo estás? – Dije en un casi susurro.
- Bien… ¿Por qué hablas tan bajito? – Me preguntó, cambiando su tono de voz al mío.
- Porque no quiero que me oigan.
- ¿Quienes?
- Mañana te explico ¿Si? Sólo quería preguntarte si querías salir a pasear conmigo a la plaza – Arrugué el suéter negro que llevaba puesto, nerviosa.
- ¡Por supuesto! ¿Mañana? – Suspiré de alivio. 
- Si, gracias. 
- No, gracias a ti por invitarme – Dijo. 
- Entonces, hasta mañana, buenas noches y gracias – Musité. 
- Hasta mañana. 
Truqué la llamada e hice una exclamación de victoria. Sabía que podía contar con Thomas cuando fuera. 
Me senté sobre la cama y me incliné para abrir el cajón de mi buró. Rebusqué entre papeles y debajo de todos encontré lo que había guardado como un tesoro a capa y espada hasta hoy. Levanté las diez fotos y miré cada una hasta encontrar alguna que dibujara el rostro mejor.
Cuando lo hice, la tomé entre mis manos y estudié el bello resplandor que por sí sólo reflejaba el rostro de Nicholas.
Sentí en mi estómago como si un montón de burbujas se inflaran y fueran flotando en el espacio libre. ¿Por qué él me provocaba todo esto? Ahora empezaba a tener un miedo racional y tangible. Nicholas no debería de provocarme ese tipo de sensaciones, porque yo sabía que significaban. Recordé lo que había ocurrido hace rato, y no pude ni imaginarme lo que hubiera pasado si Sharon no hubiese llegado. Su rostro estaba demasiado cerca. Demasiado. Sentí cómo las burbujas se inflaron más y revolotearon por todo mi estómago. Sacudí la cabeza, queriendo deshacerme del recuerdo y por consecuente de la reacción.
Guardé de nuevo todas las fotografías en mi cajón, debajo de todo el montón de papeles, en donde deberían de estar. Me arropé para dormir y escruté el techo en total oscuridad; luché contra los pensamientos que en ese momento estaba teniendo, a mi no me podía gustar el novio de mi mejor amiga, no debía.

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