Capítulo 70

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No dije nada, sólo tragué saliva intentando deshacer el nudo que me asfixiaba la garganta y me di la media vuelta, dejándolo allí, mirando cómo me alejaba. Si él de verdad me quería no iba a dejarme ir, pero yo necesitaba tiempo para pensar qué hacer.

Me decía que él y yo éramos lo correcto, pero ¿cómo estar segura de ello? ¿Lo correcto era pisotear el ya destrozado corazón de Blake? ¿Vivir con la culpa comiéndome por dentro? ¿O qué era lo correcto? Sentía que la cabeza me explotaba. Tomé un taxi para ir al hotel, pero en realidad le pedí que me llevara al parque central. No tenía ganas de encerrarme en un cuarto sofocándome a mi misma. Tenía que despejar mi cabeza, ordenar mis ideas, es que no había acabado cuando me fui de Venecia, el corazón roto de Blake me seguía persiguiendo incluso más que Nicholas. Pero, ¿no era lo que quería? ¿Tenerlo para mí y que él me quisiera? Pero, ¿qué tanto me quería?

Bajé del taxi y caminé hasta alguna banca vacía, esto no era como los parques de Venecia, pero sí muy parecido. Ubiqué una no muy lejos y al llegar hasta ella me senté, el frío metal me hizo estremecer la piel al contacto. Me llevé las manos a la cabeza cuando el aire me acarició en un soplo. Podía ver a Nicholas en mi futuro, pero Blake era parte de toda mi vida; allí estaba ese maldito dilema de nuevo, ¿es que nunca iba a terminar? ¿Había una solución acaso? Sollocé en silencio, ¿qué era lo que yo quería? Quería ser feliz a lado de él y daría mi vida por compartirla con él. Pero el fantasma de Blake seguía allí y eso no me dejaba avanzar nada. Aunque ella ya estaba muy lejos, ¿no? ¿Qué podía perder ahora? pero, ¿de verdad valía la pena? Quería saber qué tanto me quería Logan, si me amaba como yo lo amaba a él y sí esto valía el riesgo.
Se hizo tarde, entre cavilaciones y dilemas, el silencio pintó su ocaso; supe que era mejor irme ya. Y aunque había pasado el tiempo, no quería pensar en que Nicholas, quizá esta vez hubiese dejado de perseguirme, ¿y si lo hizo? Ya no podía con tantas dudas, mañana regresaba a Liverpool y si Nicholas no apareciese de nuevo, entonces no le importaba tanto como decía. 
Tomé otro taxi para que me llevara al hotel, siendo ya las ocho treinta de la noche. Rogaba al cielo por una señal, lo que fuera, algo que me indicara que correr el riesgo valía la pena. Algo que me dijera que Blake estaría bien fuera cual fuera mi decisión. En ese momento pensé en algo que no me había pasado por la cabeza: Connor. Pero al instante de cavilar su nombre en mi mente, un puñado de preguntas aparecieron como reacción secundaria. ¿Nicholas estaría enterado ya de que su hermano está enamorado de Blake? ¿Connor seguirá enamorado de ella? ¿Qué hizo después de que fue tras ella la vez que…? ¿Qué habrá pasado con ellos ahora? Lo último que supe fue lo que Eli me había contado, pero eso no respondía mucho. Nada en realidad.

- Aquí es – Le señalé al taxista al ver el hotel. Pagué y luego me bajé del auto.
Había dejado trascurrir varias horas. No sabía qué había sucedido con mi exposición, con Nicholas, no sabía nada. Me reí de pensar que las dos veces que he presentado la exposición he huido sin estar en el final. Pobre Andrew, tenía que recompensarlo de alguna manera. Subí hasta mi habitación, con el plan de llamarlo. Él era mi único informante de todo.
Pasé la tarjeta para abrir la puerta y la calidez de mi habitación me invadió al instante. Sobre la elegante alfombra verde olivo que tapizaba el suelo, había un sobre ancho y rectangular con mi nombre en la cara superior. Cerré la puerta y me agaché para levantarlo, curiosa. Era delgado y liviano, lo que sea que trajera dentro era sólo cartón o algún papel duro. Lo abrí, más curiosa que antes y cuando saqué su contenido, pude por fin ver qué era. Había un par de fotografías, sólo dos. El corazón me palpitó con esos latidos tan conocidos y enamorados. En la primera fotografía había una palabra que fue retratada en algún negocio, como los carteles o letreros que se pegan a las vitrinas o cuelgan de la parte superior de la entrada. La segunda fue tomada en algo de algún adorno romántico para San Valentín y allí estaba mi señal. Juntas decían “Te amo”. Estaba casi segura de quién las había enviado, porque conocía la letra que dibujaba mi nombre en la portada. Dí la vuelta a una fotografía y en la esquina inferior derecha decía Nicholas.

Las lágrimas desbordaron por mis ojos. Él no iba a parar nunca, ¿verdad? ¿Qué más podía pedirle al cielo? No necesitaba otra señal, me estaba demostrando que me amaba tanto como yo lo amaba a él. Quería mi final feliz, ¡lo anhelaba! ¿Pero dónde estaba? Giré por costumbre mi cabeza en todas direcciones, pero era un cuarto de hotel, allí no había nadie excepto yo. Mañana me iba, ¿dónde diablos estaba ahora? Corrí rápidamente hacía el teléfono y marqué a Andrew. Las lágrimas desesperadas me inundaron más los ojos porque no me contestaba.
- No, Andrew no. No me hagas esto ahora – Susurré al dejar pasar cuatro timbrazos sin que me contestara.
Otros dos más y me mandó al buzón.
- Maldición – Colgué el teléfono y me dejé caer sobre mis brazos, llorando.
¿Por qué había sido tan estúpida? Ya hasta dudaba que ese nivel de idiotez que yo había alcanzado fuera común. ¿Tiempo para pensarlo? ¡Pero qué estúpida, si eso era lo que yo deseaba desde el principio! Derramé mi pesar en las pesadas lágrimas que caían de mis ojos. Mañana me iba, ¿dónde iba a encontrarlo?
Mientras seguía llorando como tonta, lamentándome, unos golpes tenues llamaron a mi puerta; ¿quién molestaba ahora? no tenía ganas de ver a nadie, a menos de que fuera… ¡Andrew! Pasé los puños de mis manos por mi cara para tratar de limpiarme las lágrimas y corrí a trompicones hasta la puerta. Al abrirla me llevé una mano al corazón porque al reconocer a la persona parada tras el umbral, pensé que iba a salírseme del pecho.

- ¡Nicholas! – Abrí los ojos y parpadeé repetidas veces, tratando de que el rastro de agua se evaporara.
- No renuncies a mí – Musitó, fuerte y claro, y con rostro duro – Por favor.
Lo miré incapaz de hablar, aun bajo la tenue luz del pasillo del hotel, era hermoso. Su cabello corto pero despeinado y el vello facial que adornaba su rostro lo hacía lucir como una de mis fotografías, pero más bello.
- Sé que me pediste tiempo – Dio un paso y luego otro, hasta que estuvo adentro de la habitación. Estaba tan cerca que podía oler ese exquisito perfume que lo caracterizaba – Pero yo ya no puedo esperar más. _____, yo sé que me amas – Su aliento me movió los cabellos al hablar. Estaba perdiendo mi equilibrio – pero dime qué más puedo hacer para demostrártelo yo – Su voz se quebró y los ojos se le pusieron vidriosos – _______, háblame. Dime algo. Lo que sea.

Le contemplé y luego le sonreí entre lágrimas. Acuné su rostro entre mis manos y el vello facial me picoteó la piel de las palmas.
- Ya no voy a escapar Nicholas – Susurré – Sé lo que quiero.
- ¿Y qué es? – En su pregunta, el temor fue visible.
- A ti – Musité y me acerqué hasta sus labios.
Los unimos de nuevo, primero suavemente, pero luego el beso fue tomando profundidad. Enredé mis manos en su cuello y él en mi cintura, mientras me aferraba a su cuerpo. Se abrió paso con la lengua y jugueteó con la mía para luego volver a un beso tranquilo pero igual de apasionado y lleno de amor. En mi estómago las mariposas se desataron enloqueciendo y la piel se me erizó bajo las manos de Nicholas que la acariciaban. Llevé mis manos a su rostro y lo separé del mío; los labios me punzaban y aun en contra de su propia voluntad se despegaron de los de Nicholas, aunque él quiso buscarlos de nuevo.

- Nicholas, espera – Jadeé.
- Lo bueno del tiempo es que cura las heridas, lo malo de los besos es que crean adicción – Musitó e intentó acariciarlos otra vez con los suyos.
- Nicholas – Pero yo me hice para atrás unos pocos centímetros, ya que él me tenía entre sus brazos.
- ¿Qué?
- ¿Me amas? – Pregunté, como niña tonta.
El rió y el soplo de su risa fue embriagador.
- ¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Tú crees que si no te amara, habría cruzado el mediterráneo para ir a buscarte a Egipto, luego a Liverpool, para al último perseguirte hasta aquí y ponerme a cantar en medio de todo Londres para que me escucharas y luego estar dispuesto a ir contigo hasta el fin del mundo si eso es lo que quieres? ______ – Retiró sus manos de mi cintura y las llevó hasta mis mejillas, ambos quedamos en la misma posición. Me miró a los ojos y habló lo más claro posible – Juro que te amo como un loco, como un demente y desquiciado que no soporta vivir sin ti. Juro que como te amo jamás he amado a nadie y que quiero pasar el resto de mi vida contigo y ser el padre tus hijos. ¿Eso te contesta tu pregunta?

Una lágrima corrió por mi mejilla pero no terminó su camino ya que él la interceptó con un beso.
-Ti amo, il mio bella musa fotografa – Susurró a mi oído, besó mis labios y luego me dejé envolver en su amor.
Había tomado una decisión de la que no me iba a arrepentir, ahora podía estar segura, entre sus brazos y con mis labios unidos a los suyos. Pude ver la escena de nosotros dos besándonos como en las películas, cuando en el centro de la pantalla permanece la pareja y cómo se va alejando desde arriba. Era increíble que en mi cabeza no existiera otra cosa que Nicholas en ese momento, increíble que a pesar de tantos errores y desengaños, estuviéramos allí y él conmigo. Pero más increíble fue que, mi fruto prohibido a final de cuentas fue el indicado.

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