Tu Buen Vecino, Hombre Araña (Peter Parker y tú)

Parte: 51

—Bien, es hora, Ned — alentó ________.

Ned suspiró y alzó sus manos en el aire, moviéndolas como el Doctor Strange.

—Vaya — su mejor amigo aún seguía sorprendido.

Tomó un par de intentos y logró abrir un portal hacia la estatua de la libertad.

—¡Si! — chocaron los cinco y rieron.

Los tres Peter atravesaron el portal.

La estatua de la Libertad estaba en remodelación, así que había andamios y plataformas por cualquier parte. Lo cual era perfecto.

Peter sacó su teléfono e hizo lo que tenía que hacer.

Damas y caballeros, la línea de información Bugle acaba de recibir una llamada de nada menos que el fugitivo conocido como Hombre Araña. Recién salido de su alboroto en Queens.

Una vez más, J.J Jamerson.

Entonces, Peter Parker ¿Qué propaganda perniciosa estás vendiendo?

—Sólo la verdad.

Oh, por supuesto.

—La verdad es que todo esto es mi culpa. Accidentalmente traje a esas personas peligrosas aquí.

¿Lo ven? ¡Lo está admitiendo!

—Y si esas personas están mirando, recuerden que realmente traté de ayudarlos — continuó — Podría haberlos matado, en un momento dado, pero no lo hice porque mi tía May me enseñó que todos merecen una segunda oportunidad. Y es por eso que estoy aquí.

¿Y dónde es aquí, exactamente?

—Un lugar que representa segundas oportunidades.

Peter alejó levemente la cámara para dejar ver su fondo.

¿La estatua de la libertad? ¡Dios mío, amigos! Está a punto de destruir otro monumento nacional.

—Y para el mundo, si están viendo esto...

Créeme, el mundo está mirando.

—Deséenme suerte — continuó — A su buen vecino Hombre Araña le vendría bien un poco.

Dicho eso y colgó.

Suspiró hondo y bajó hacia los demás Peter, quiénes terminaban de colocar todos los sueros con telarañas.

Cada uno, en su posición.

—Bien, chicos. Podría ser en cualquier momento.

Ambos lo miraron y asintieron.

—¿Saben?, Max era como, el tipo más dulce de todos. Antes de caer en una piscina de anguilas eléctricas — comentó Peter científico.

—Así cualquiera.

El Peter pastor, que ya tenía su traje puesto, comenzó a recostarse entre los barandales de las plataformas, mientras se quejaba levemente.

—¿Estás bien?

—Mi espalda. Está un poco contracturada por todo el balanceo, supongo.

—Oh, sí. También tengo problemas de dolor de espalda.

—¿En serio?

—Si — sonrió — ¿Quieres que te la truene?

Lo miró confundido unos segundos.

—Uh, si. Eso seria genial.

Se levantó del suelo y lo abrazó por la espalda.

—¿Estás listo?