Desastre ¿¡Qué le sucede al sistema EIB!?

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El pasillo estaba vacío y oscuro. Era perfecto para escabullirse hasta el sistema central que controla los campos e invocaciones para los EIB.

Le había costado entrar a la escuela sin ser detectado, aun así, su plan estaba siendo ejecutado correctamente. No importa cuántas adversidades pasara, él tendría su venganza.

—¿Quién es?

Aquella voz le sorprendió, de inmediato se escondió detrás de un enorme pilar de concreto. Al asomarse pudo distinguir a dos alumnos, uno enfrente del otro.

—¿Cuál es la contraseña?

—¿Vas a querer mi dinero o no?

—Que cruel, al menos déjame ponerle algo de drama a esto.

Enmu infló las mejillas, indignado. En cuanto el chico frente a él mostró el dinero, el dulce rostro de Enmu cambió por una amplia sonrisa. De inmediato sacó su celular y mandó un correo que le llegó a su contrario.

Una sonrisa se apoderó del chico, satisfecho con la imagen, pagó.

—Eres mi mejor cliente, pero no puedo creer que tengas esos gustos, Kokushibo.

—Nadie tiene porque enterarse. Menos él.

El pequeño omega mostró su celular y cámara, para demostrar que había borrado la foto.

Kokushibo volvió a sonreír, momentos después se alejó del sitio. En su celular iba colocando de fondo de pantalla su nueva adquisición, una foto de Kaigaku vestido con el uniforme escolar femenino. Otra imagen más guardada en su galería, junto a la foto donde Kaigaku era envuelto en lo raros tentáculos de Poro-Nga, con la cual lo había chantajeado para ir al cine juntos y no estar a solas con Nakime.

—Si tengo más te lo haré saber —soltó Enmu antes de que ambos desaparecieran por el oscuro pasillo.

Un suspiro pasó por los labios del intruso que se encontraba ahí. Ahora con el camino libre podía ir directo a su objetivo. Salió de la seguridad de su escondite y se infiltró en el lugar de mando del sistema central.

Sin perder el tiempo comenzó a teclear buscando información personal, sin embargo, el aviso de una contraseña le hizo parar su avance.

—Maldición, algo así no me va a detener.

Tecleó rápidamente, consiguiendo burlar la seguridad del sistema.

Una sonrisa macabra apareció en su rostro, ahora solo tenía que tomar la identidad de alguien sin importancia para poder pasar desapercibido por el resto del día.



La fresca brisa mañanera hacía que su largo y rubio cabello ondulara. Aunque estaban iniciando el verano, aún faltaba para que se sintiera bochornoso.

Kyojuro se encontraba de maravilla, regresaba amablemente el saludo a los alumnos que lo saludaban, contagiándoles esa bonita sonrisa. El camino desde el estacionamiento hasta la sala de profesores en su piso correspondiente fue ameno y agradable.

Lo mejor que pudo haber pasado al llegar a su escritorio es que no se encontraba ningún reporte de su clase, y eso ya era fantástico.

Rengoku tomó asiento y sacó su primera comida del día, aún tenía tiempo para darse un rápido desayuno antes de ir con sus tutorados.

—Te ves realmente feliz —Uzui habló antes de meterse una goma de mascar a la boca.

—¿Por qué no lo estaría? Hace un buen clima, no tengo reportes que firmar y estoy disfrutando mis alimentos.

Idiotas en la escuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora