Sus mejillas se encontraban sonrojadas, pequeñas gotas de sudor perlaban su frente, de sus labios escapaban pequeños suspiros que asemejaban suaves gemidos. Su visión se estaba nublada y sus ojos cristalinos. El respirar irregular se acentuaba en su pecho, pues subía y bajaba de manera rápida.
—Akaza —llamó Kyojuro en un susurro.
El nombrado se encontraba en la misma situación. Incluso su ritmo cardiaco aumentó de golpe al ser llamado.
—Realmente estás mojado —mencionó el alfa. Su cuerpo se encontraba acorralando al contrario contra el suelo, apoyando sus manos a cada lado de la cabeza. Era extraño darse cuenta que encajaba perfectamente entre las piernas del profesor.
—Lo siento, ésta situación es tan repentina —, Kyojuro soltó otro pequeño quejido —, pero realmente te necesito.
El de cabello rosa asintió, entonces hizo lo que debió de haber hecho desde que llegó al departamento del rubio: apagar el sartén que se estaba quemando.
Akaza había ido a visitar al profesor con dos intenciones; la primera era para pasar tiempo de calidad con su destinado, pues dos días después de inicio de las vacaciones de verano, el joven alfa se la pasaba yendo a diario el departamento de Kyojuro.
La segunda razón era para pedirle un enorme favor, pero al llegar y abrir la puerta usando la llave que Rengoku le había regalado, se percató del humo que salía de la cocina. Preocupado, había corrido hasta aquella parte del departamento, dándose cuenta del sartén con aceite en llamas y un Kyojuro a nada de arrojarle agua.
Reaccionó por instinto, así que, como si fuese un jugador de futbol americano, terminó embistiendo al rubio y tirándolo al suelo.
Kyojuro era listo, pero eso último era lo más estúpido y peligroso que lo ha visto hacer.
El humo había afectado al omega, por esa razón tenía la mirada nublada y le faltaba el aire, el calor del lugar era lo que lo mantenía sudoroso. Cuando Akaza lo derribó, el pequeño balde con agua que traía el rubio terminó volando por los aires, su contenido se vació sobre ellos, empapando principalmente al alfa, aunque Kyojuro no salió intacto.
Una vez cerciorado de que su destinado se encontraba a salvo y alejado de la cocina, emprendió su misión de apagar el sartén y abrir la ventana para que el olor a quemado se fuera y regresara el dulce olor a melocotón del rubio.
—¿¡Qué diablos pasó!?
—Creo que calenté de más el aceite y cuando puse la carne se incendió todo.
—Por eso Senjuro no te deja entrar a la cocina.
Una pequeña risita apenada salió de Rengoku.
—Haré algo de comer, así que ven, ayúdame a cortar los vegetales —Akaza nunca lo excluiría, por eso terminó tomando su mano para levantarlo e intentar enseñarle a cocinar algo decente.
Después de una hora, ambos estaban secos, vistiendo la ropa cómoda del omega y disfrutando de un plato de katsudon.
—Hay algo que quiero pedirte —los enormes ojos de Kyojuro se posaron en él —, en realidad a mí me da igual, pero el resto de los chicos me insistió.
Esa información preocupó un poco al rubio. Por dios, eran vacaciones de verano ¿no podían dejarlo fuera de sus locas ideas? Quería un día normal con su, aun no oficialmente, pareja.
—Cómo ninguno de nosotros tiene licencia para conducir, querían que te pidiera de favor si tu podías llevarnos a la playa.
La playa sonaba algo normal dentro de todo. Aunque ir a unas aguas termales a la montaña también debería de ser normal, y terminaron congeniando con monos, lanzando a Uzui en una enorme pelota plástica y siendo perseguidos por mapaches.
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Idiotas en la escuela
Fiksi PenggemarEn la Academia Kimetsu se sabe que el salón F es lo peor de lo peor. Así que ¿Cómo es que Akaza, Hakuji y Koyuki terminaron en este sitio? ¿Acaso todos en este salón se hacen idiotas o realmente son idiotas? ¿Por qué Akaza tiene estos extraños senti...