¡Pelea!

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La vida de un yakuza no es sencilla, y eso lo puede constatar Hairo. Largas charlas con sus superiores, la cobranza de unos préstamos, seguirle la pista a deudores que piensan que será fácil huir de él y, lo más pesado, liderar a un grupo de inútiles que no saben lo mínimo de geografía.

Ese día del viaje al parque Kasugai fue pagado por su bolsillo. La finalidad de esa salida junto a su grupo era para que todos se llevaran mejor y fortalecer lazos de hermandad entre ellos. Quería algo diferente a las típicas reuniones en bares izayaka, y la idea del parque le pareció inofensiva; por lo que no esperaba que uno de sus subordinados junior lo dejara en ridículo frente a su excompañero de carrera.

Hairo suspiró pesadamente; antes de recargar su cuerpo en el respaldo del asiento trasero del automóvil negro en el que iba. Miró por la ventana, contemplando el rápido pasar de los edificios. Era temprano en la mañana, así que veía a alumnos de diferentes escuelas correr por las calles.

Un puesto de donas le hizo recordar a Kyojuro Rengoku, pues durante la universidad, el omega era fiel a comprar al menos una dona diaria en la cafetería del campus, con el pretexto de mantener sus energías al máximo para la jornada de estudio. En esa época se llevaba muy bien con él, pero todo se fue al carajo cuando un trabajo en equipo le hizo tener una materia reprobada y una orden de restricción. Lo normal durante la universidad.

Aquella vez tenían que elaborar una exposición, con todo y maqueta. Recolectar la información fue sencillo, pero la maldita maqueta la tenían que elaborar juntos. Su compañero lo invitó al dojo donde vivía, y para su suerte, ahí conoció su primer y único amor. Shinjuro Rengoku es un hombre mayor, pero tiene ese exquisito aroma de omega, como de algún licor dulce, disfrutable incluso para el paladar más exigente. De alguna manera era una ventaja el saber que el hombre se encontraba viudo, y más al saber que nunca había sido marcado, pues su difunta esposa era una beta.

Por supuesto que se obsesionó con el mayor. Visitaba el dojo cada que tenía oportunidad, con la excusa de adelantar el proyecto; trataba de entablar conversación con Shinjuro, aunque ese hombre era difícil. Siempre molesto, cortante, todo un reto a siquiera sacar monosílabos; justo del tipo de personas que a Hairo le gustan; muy diferente a la dinámica explosión que es su hijo mayor.

Shinjuro no lo quería cerca de su persona, y eso se lo dejó muy en claro cuando se lo dijo directamente. Incluso Kyojuro se lo repitió. Pero Hairo era persistente y molesto, como una piedra en el zapato.

El día en que ocurrió la desgracia lo recibió el menor de la familia. Senjuro era un niño muy bonito, la misma imagen de su hermano y padre, pero sigiloso y algo sumiso, además no es Shinjuro, así que lo ignoró olímpicamente mientras esperaba en la sala y el pequeño se refugiaba en su habitación. El pelinegro no duró mucho tiempo ahí, pues un dulce aroma lo guio directo a una de las habitaciones. Los adornos minimalistas y el futón en el suelo que exhibía un par de kimonos, le hicieron intuir que se encontraba en la habitación de Shinjuro; eso, y el delicioso aroma característico del rubio.

Hairo relamió sus labios, deseaba tanto al mayor que en ese momento no midió sus acciones y dejó a sus instintos nublarle el raciocinio. Terminó sobre el futón, hundiendo su rostro en las prendas usadas, pues el olor en ellas era fuerte. El aroma empezó a surtir efecto en su cuerpo, encendiendo su libido; se le hizo buena idea empezar a tocarse, imaginando que sometía a ese hombre que lo estaba volviendo loco.

Para su desgracia fue atrapado en el acto, tanto por Shinjuro como por Kyojuro. El mayor lo miró con asco y repulsión, por otro lado, su compañero lo empujaba fuera de su hogar mientras le gritaba mil y un maldiciones, volviéndose su favorita "jodido pervertido".

Los Rengoku lo habían vetado de sus vidas, literalmente. Incluso Kyojuro le avisó por mensajes que expondría el trabajo solo y que su padre pondría una orden de restricción contra él. Era obvio que Hairo se opondría a eso último, así que usó sus bajas artimañas y terminó por pedir favores a sus superiores en el clan. Ya para esa fecha se encontraba dentro de las filas de la yakuza.

Idiotas en la escuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora