Castigos con beneficios

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Hakuji no podía pedir más que un simple y sencillo baño después de un duro día de entrenamiento junto a su suegro. No solo entrenaba, también era el maestro de los más pequeños en el dojo, enseñándoles lo más básico de todo. En otras palabras, ese era su "trabajo" de fin de semana.

Agradecía sus años en el entrenamiento de la paciencia, todo gracias a Akaza. Sí, gracias al de cabellos rosas había aprendido a respirar profundamente y contar hasta cien antes de arrancarle la cabeza. Claro que no siempre funcionaba, pero su tolerancia era mayor con las personas que con el idiota al que llamaba hermano. Y eso era bueno, ya que necesitaba paciencia cuando enseñaba a niños que fácilmente se distraían.

Una vez desnudo, se colocó debajo de la regadera, tomó la perilla del agua caliente y dejó que el agua limpiara el sudor. Tallarse la cabeza nunca fue tan reconfortante como en ese momento.

Todo estaría de maravilla de no ser porque, de repente, el agua dejó de salir. Ni siquiera se tomó la molestia de cubrirse, su enojo se disparó, así que de inmediato fue a encarar a Akaza.

—Dime que pagaste el agua, grandísimo idiota.

—¡Por supuesto que no lo hice! ¡Y ponte ropa interior! No quiero ver a tu amiguito.

—Nos bañábamos juntos de pequeños, no tengo nada que ocultarte.

—Pero no se veía así, agh, mínimo cúbrete.

—¡Al caso! ¿Por qué diablos no pagaste el agua? Aún tengo shampoo en la cabeza.

—Porque era el agua o la luz, y prefiero no bañarme a no poder jugar videojuegos.

Hakuji trató de contar hasta cien, en serio que trató, pero las preferencias de Akaza son diferentes a las suyas. Así que sus manos se movieron solas, tomó el vaso con refresco del cual su hermano estaba bebiendo, y sin más, lo vació por completo sobre su cabeza.

—Ahora estás sucio, supongo que te bañarás con electricidad.

Esto no se quedaría así.

Akaza se puso de pie y caminó hasta la cocina. Cuando regresó tenía la bolsa de harina en la zurda y en la otra sostenía algo del polvo blanco. Quiso arrojárselo a Hakuji, pero para el de cabello negro fueron muy obvias sus intenciones, así que le sostuvo ambas manos para evitar más suciedad, empezando así el forcejeo.

Cuando menos se dieron cuenta, ambos estaban completamente llenos de harina, huevo y aceite; pues durante su pelease arrojaron el resto de su despensa. Terminaron tirados en medio de la pequeña sala, recuperando el aliento después de su riña. En algún punto Hakuji se envolvió una toalla alrededor de la cintura.

—¡Aun no nos recuperamos económicamente y estamos gastando comida! —Hakuji daba pequeñas pataditas a Akaza, culpándolo de ese desastre.

—¡Tu empezaste! Dices que soy idiota, pero a veces te comportas peor que yo.

Un gruñido fue lo único que obtuvo. Momentos después Hakuji se levantó para meterse a su habitación, cuando salió de ella llevaba una mochila y vestía ropa sucia.

—Iré a buscar un lugar con agua caliente, ¿vienes?

No hubo ninguna réplica. Akaza imitó a su hermano mayor y ambos salieron del departamento.



—Entonces ¿esa es su excusa para allanar la escuela y usar las regaderas?

Ese fin de semana debería de ser tranquilo, pero un extraño presentimiento se apoderó de Giyuu Tomioka mientras estaba cenando un vaso de ramen instantáneo en la comodidad de su departamento de soltero.

Idiotas en la escuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora