VIII. Reglas, reglas, reglas...

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Era otra mañana fría en la mal oliente Covent Garden y Strand, la humedad residual de la lluvia de la noche pasada se combinó con la orina y demás sustancias desconocidas arrojadas en las asquerosas calles. Las carrozas lujosas hacían su recorrido por las hediondas posadas y puestos, así como también las personas de posición privilegiada que, sin nada más que hacer, llegaban a esos lares para buscar un atractivo llamativo o interesante entre la inmundicia y la bajeza de Londres.

Sinceramente, había perdido la cantidad de días en que visitaba el lugar para vender sus escritos. Cargando con un costal lleno de sus libros hechos a mano, con cuero de cerdo y cocidos con un hilo grueso que su madre conseguía con una familia para la que trabajo en actividades del jardín y cocina cuando todavía podía moverse sin necesidad de ayuda.

Cada día, sabia que era un día más en que solo perdía el tiempo. Sus esperanzas morían cada que miraba el reloj al llegar y después de un tiempo, lo miraba nuevamente, anunciando su hora de retirada; sin vender absolutamente nada. humillado por las personas de ropa fina, superiores a su triste existencia en un mundo liderado por clases sociales. Donde en la balanza de la vida, las buenas acciones no son nada en comparación a un bolsillo lleno de monedas de oros.

Zayn Malik permanecía sentado en la acera polvosa de la calle, frente a él una mesa improvisada con sus escritos, ignorando el bullicio a su alrededor, así como el olor horrendo. El reloj en el edifico de enfrente marcaba que apenas llevaba dos horas ahí; pero no había vendido nada, hasta ese momento. Las personas pasaban dándole solo una mirada; a veces de aburrimiento, a veces de burla. Normalmente, esta última mirada la recibía de personas de la alta sociedad que estaban por esos lugares buscando verdura buena a bajo precio.

Se sentía tan avergonzado a la vista de todos; como un animal exótico cautivo en exhibición para el deleite del mundo. Lo único en su mente, lo único que lo mantenía levantándose temprano todas las mañanas, era ayudar a su madre y sus hermanos. Después de intentar conseguir trabajo en todas partes y ser rechazado, su última opción fue vender esos escritos que tenía y que tanto amo hacer. Su madre había dicho que eran hermosos, que la gente tendría el privilegio si solo se detuvieran a leer algunas palabras para ser encantados. Pero eso no había pasado, ni pasa, ni pasara. Zayn estaba consciente que, si no tenía más opciones, pronto los cuatro morirían de inanición.

Una mano masculina apareció en su campo de vista, tomando de la mesa uno de los libros mal hechos. Malik observo al extraño de pie frente a su patético puesto. No podía ser mayor de cuarenta años, quizás treinta y seis. Usaba un traje negro hecho a la medida, cubierto por un abrigo de piel, también negro, al igual que los zapatos, el sombrero de copa, guantes de piel y el bastón bajo su brazo izquierdo. De porte elegante y fino, tenía un bronceado poco perceptible, cabello ondulado y castaño claro, expresión juguetona oculta tras una cortina de curiosidad que por un momento estremeció al joven.

El hombre paso las primeras páginas, leyendo en silencio, de pie en medio de ese apestoso lugar asqueroso en el que no contrastaba su presencia. Estuvo así por un largo rato, solo pasando de página en página, con una tranquilidad exasperante, y con la mirada inquieta del azabache sobre él. a veces parpadeando tan lento como si realmente no ocupara hacerlo, hacia pequeños ruidos con la garganta y luego, pasaba nuevamente las hojas.

Tienes talentoexpreso, maravillado con lo leído en esas páginas amarillentas. Su expresión de sorpresa y deleite lograron hacer sonreír a Zayn¿Por qué no estas siendo promocionado en toda la maldita ciudad? ¿Qué haces escondido en un lugar como este?

¿Realmente le ha gustado?

Enteramente. Me llevare uno de estosasiente firmemente, del bolso de su pantalón sacó un pequeño monedero fino y dejo sobre la mesa sucia un sinfín de monedasPocas cosas llegan a parecerme interesantes. Soy un hombre de gustos muy peculiares y específicos. No perteneces a este basurero. Tu lugar es en el Londres de las oportunidades, en donde la sangre azul se arrodille con tus palabras. Mereces más reconocimiento que el que las ratas pueden darte.

No Digas Su NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora