X. No cometerás actos impuros

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A unos minutos de marcar las diez con treinta minutos de la noche, las calles de alta alcurnia de Hyde Park son iluminadas por los postes alumbrando, a esa hora ya hay poco movimiento, a excepción de los policías que patrullan las calles o algún que otro transeúnte dirigiéndose a su hogar. Zayn Malik se encuentra en casa de la afamada y reconocida familia Mills. Del suelo recoge su ropa arrugada para posteriormente colocársela aprisa. En la cama, la señora Jessica Mills cubre su desnudo cuerpo con las sábanas usadas y espera impaciente a que su amante se termine de vestir.

—Apresúrate—ordena, usando ese tono fuerte y dominante que suele ocultar con una fina capa de personalidad pasiva-agresiva—Mi marido está por llegar a casa.

Malik asiente sin mirarla, colocándose lo más rápido posible la ropa. Su cara, roja y caliente, oculta entre sus cabellos negros al inclinarse. Avergonzado por las acciones de la noche pasada hasta el amanecer. Muchas veces atrás, se dijo que jamás volvería hacerlo. Que había sido cosas de un par de momentos. Ya no lo haría más, menos con la principal persona que gozaba de humillarle en cada momento que se topaban. Sin embargo, su dignidad no valía nada cuando esa mujer ofrecía monedas, las suficientes para poder comprar mucha comida y los medicamentos de su madre para dos semanas.

—¡Por Dios! —exasperada, bufo. Sale de la cama, se coloca una bata de color crema sobre los hombros y amarra el lazo alrededor de su cintura. Su rostro deformado por la mueca de asco al tomar el abrigo café del joven azabache y lanzando este a la cara del muchacho. Malik tuvo que morderse la lengua para no pedirle no usar el nombre de Dios en vano—Solo, ya lárgate de una vez.

No me ha dado el dinero.

La voluptuosa rubia encendió un cigarrillo, cerca de la ventana abierta. Tomo una calada de este y sonrió engreída al chico.

—Claro, tu asqueroso dinero.

Se acerco a una mesita. Moviéndose con ese coqueto y sexual movimiento de caderas que había atraído la atención de muchos hombres. Mostrando por la, mal cerrada, bata sus piernas. De un bonito cofre dorado y con detalles rosas, saco monedas y las arrojo a los pies calzados del de ojos avellana. Burlándose de él, observándolo con satisfacción en sus ojos venenosos el cómo se arrodillaba para tomar el dinero.

He agregado un poco más que antes—señala, como si hacer eso fuera una gran acción. Expulsa nuevamente el humo de sus labios rosas—Hoy estuviste mejor que las demás veces. Y eso es mucho decir para algo tan poco como tú.

Ya ni se inmutaba a las palabras tan bajas e hirientes. Solo las escuchaba y callaba. Casi a las ocho con cuarenta minutos, Zayn fue echado de la casa a empujones. Con la poca dignidad que aún conservaba, se alejó de la vivienda, rehuyendo de las miradas de algunas personas que ya comenzaban a circulas por las aceras.

Lo sentía, sabía que lo estaban juzgando por su aspecto y por la forma en que fue sacado de la vivienda de una mujer que tenía fama de ser sexualmente muy activa, todos sabían que Jessica Marie Mills no respetaba a su respetable y amable esposo. Sin embargo, la única buena noticia, era saberse con dinero. El suficiente para no aceptar nuevamente ese tipo de propuestas.

Caminó lento, desganado y sintiéndose tan sucio. Su piel quemaba, la sentía estorbar. No se sentía bien. Metió en sus bolsos del abrigo sus manos y se fue. Sin embargo, a cuatro casas, una bonita melodía de piano floto en la noche nublada de Londres.

De una vivienda hermosa y bien cuidada, por entre los arbustos bien cortados y cuidados, y de cortinas color rosa pastel, Zayn diviso por entre ellas, un bonito piano de madera obscura y un par de manos níveas tocando las blancas teclas. produciendo el sonido más hermoso que alguna vez escucho en la vida. con el viento fresco, las cortinas volaban y dejaban más de la persona a la vista. El joven escritor sintió como perdía el aliento al reconocer el rostro del musico. Vestía apenas un pijama verde, su cabello rizado y un poco largo, todavía despeinado por las almohadas que lo sostuvieron. pero fue la delicada mueca de concentración en sus facciones lo que detuvo el tiempo del azabache. Lucia como un profesional centrado en su obra, un experto en su ambiente. Pero también la visión de un ángel puro fue lo que llego a su cabeza. Zayn sabia, una vocecita diminuta en su cabeza se lo gritaba, que debía irse. Pero no lo hizo.

No Digas Su NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora