IX. Castitās.

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—Pasa.

El profesor Louis Tomlinson se hizo a un lado al abrir la puerta, dándole paso a su joven estudiante a entrar en su oficina privada. Ubicada sobre el segundo piso en el instituto. Cerró la puerta a sus espaldas le indico que tomara lugar en cualquiera de los sillones individuales frente a su escritorio. El mayor se acercó a la cafetera que tenía a las espaldas de su silla y coloco para dos tazas. Mientras Liam tomaba lugar y frotaba sus pies envueltos en zapatos sobre la alfombra afelpada color escarlata, sus palmas húmedas frotándolas en el material de su pantalón.

—Se que no llevamos mucho de convivir—dice, condescendiente—Pero tengo un poco de conocimiento sobre ti, y sé que, posiblemente la muerte de Ian te ha golpeado mucho más fuerte a ti que a todos los demás por el simple hecho de haber compartido un espacio. Pero, quiero que sepas que, aunque soy tu profesor, también soy el consejero escolar, y puedo ser tu amigo. Si algo te está mortificando, a parte del...terrible suceso, sabes que puedes confiar en mí.

Frente a él, una humeante taza de agua caliente fue colocada, el docente acerco una pequeña canastita con una selección de té en bolsa. Liam agradeció por lo bajo, sonriendo apenas un poco. Tomo un sobre de té verde y preparo con azúcar de dieta; que era la única que tenía el profesor Tomlinson. Dejo pasar un largo minuto sin responder, solo prestando atención a la taza, mientras el par de ojos azules del mayor lo analizaban al otro lado del escritorio, con la boca sobre la porcelana de la taza y tocando el líquido caliente.

—Se lo agradezco, profesor. Pero no me pasa nada.

Se negaba hablar sobre los sucesos paranormales que él mismo se buscó. Ya era suficiente con que sus amigos los supieran. No quería involucrar a más personas porque no sabía que final tendría todo esto. A parte, no estaba cien por ciento seguro que el señor Tomlinson le creyera. Tenia entendido, que Louis Tomlinson se mudó hace apenas unos seis meses desde Francia, por lo que, estaba seguro, no era creyente de la leyenda.

Pero en ese momento, el hombre acepto la respuesta, revolviendo el contenido en su propia taza, usando una cucharita impecable para mover el sobre pesado en el agua.

—Bueno...mi puerta siempre está abierta. Pero...

—¿Usted cree en las actividades paranormales, señor Tomlinson?

El nombrado dejo de mezclar el líquido, y miro al joven frente a él. Golpeando las yemas de sus dedos entre sí. Tomándolo desprevenido la pregunta tan extrañamente arrojada y repentina.

—Bueno, esa es una pregunta inesperada...pero no podría decir que si o que no. Seria tonto aceptar que algo no existe cuando no lo hemos visto, o sin tener una experiencia—intento explicarse—La palabra "Creer" por sí misma es extensa, aunque pequeña se escriba. Creer se necesita de mucho conocimiento, de una mente ampliamente abierta a nuevas perspectivas y experiencias extracorporales. Yo creo en todo aquello que he visto y sentido.

—Entonces...

—Por ejemplo; el cielo y el infierno—responde, interrumpiéndolo—Todos hablan de esos lugares, pero, ¿Alguien ya ha estado en alguno de ellos alguna vez?, es solo creencia adquirida por hombres que han leído un libro escrito hace miles de años por hombres que han desaparecido con el paso del tiempo, dejando a su descendencia con las incógnitas sin resolver.

—¿Usted no cree en Dios, señor Tomlinson?

—Llámame Louis—pidió.

Se levanto de su lugar y se acercó a la ventana que daba al campus, donde algunos jóvenes se encontraban haciendo actividades físicas.

—No es que no crea, al contrario. Soy católico, mi familia es muy religiosa. Pero si lo piensas de este modo; Dios no existiría si no existiera el opositor, porque, ¿Qué es lo que dice el libro de Job?, Dios permitió a Satanás tentar a Job para poner a prueba su lealtad. Lo hizo sufrir con enfermedades, perdidas familiares y riqueza material. Entonces... ¿Él existe o no lo hace?

No Digas Su NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora