XXII: La Charla

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Gaby Reyes se acercó corriendo a su madre para abrazarla

-¿Estás segura? -preguntó la joven-

Sara asintió.

Nada ganaba escapando de Franco.

Tal vez las explicaciones de su ex marido le doliesen, pero al final dolería más quedarse con todas esas dudas en el pecho.

-¿Quieres que te acompañe? -preguntó Gaby-

Sara lo pensó, de hecho, no era mala idea.

-De hecho, si, tal vez necesite tu apoyo.

Gaby asintió antes de dirigirse hacia la puerta.

-Voy a llamar a papá, avísame cuando estés lista para irnos.

Sara suspiró cuando su hija se retiró de la habitación, y se dirigió al baño. Se duchó y vistió mientras su cabeza se imaginaba que era lo que tenía para decirle Franco Reyes.

Sara bajó las escaleras para encontrarse con Gaby, como nunca, su hija estaba lista para salir.

-Veo que cuando quieres si puedes alistarte rápido -bromeó Sara-

Gaby no dijo nada, solo se río mientras terminaba de teclear algo en su teléfono.

-Papá nos está esperando, ¿vamos?

Sara cerró los ojos y asintió, junto a Gaby salieron de la casa y Gaby la guió hacia los predios, en lugar del auto, cosa que extrañó a Sara

-¿A dónde vamos?

-Papá se está quedando con Albin, llegaremos más rápido caminando que con el auto

¿Albin? ¿Acaso había al menos una persona de toda la familia que no supiese del regreso de Franco antes que Sarita?

-¿Albin también lo sabe? Gaby, ¿Realmente soy la última en enterarme?

-No, la abuela no lo sabe aún, y creo que es mejor que no lo sepa todavía

-¿Por qué?

-Mami, esperate a hablar con papá, no quiero decir nada de más.

Sara suspiró y simplemente siguió a su hija hacia la casa donde Albin se estaba quedando.

A medida que se acercaban, Sara comenzó a sentir sus piernas flaquear y su respiración volverse más pesada.

Con cada paso que daban hacia aquella casa, se ponía más nerviosa.

Gaby lo notó, y se acercó a su madre para tomarle la mano.

-Tranquila, mami, ya verás que vale la pena.

-Espero que tengas razón, no se si soportaría volver a decepcionarme de tu padre

-No lo harás, te lo prometo.

Aunque Gaby intentara tranquilizarla, Sara dudaba de lo que su hija le decía.

No solo debía escuchar lo que Franco tenía para decirle, tenía que lograr que su corazón escuchase sin dejar que el dolor controle sus emociones.

Sara no era una persona que perdonase traiciones, y sabía que aunque las excusas de Franco fuesen suficientes, su dolor podía jugarle una mala pasada.

Luego de unos minutos que se sintieron eternos, Sara y Gaby llegaron a la antigua casa de la hacienda Trueba.

Sara no pudo evitar sonreír al ver aquella casa, la casa en la que había vivido sus primeros años junto a Franco, la casa que los vio casarse, la casa que vio nacer a sus hijos...

What you left behind {Sarita y Franco- Pasión de Gavilanes}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora