Mary abrió los ojos muy lentamente. Era de noche aún y abrazaba una almohada un tanto dura. Los primeros segundos no supo dónde estaba, después los acontecimientos llegaron a su memoria como una película en cámara rápida. Era la esposa de Dai y las últimas horas las había pasado con él. Encogiendo las piernas frotó su rostro contra la almohada, como era su costumbre, y acabó descubriendo que era a su esposo a quien estaba abrazando. Se sorprendió tanto que se puso de pie sobre la cama perdiendo el balance y cayendo. Dai freno su caída y la devolvió a la cama con suavidad, mientras encendía la lámpara a su costado.-¿Tan mala impresión te he dejado?- le preguntó de forma amable.
-No, no es eso- le dijo la muchacha un tanto avergonzada por su reacción y confundida por haber levitado.
Tenía puesto un pantalón de pijama corto y una camiseta de tirantes. Dai también tenía ropa de dormir. Era la primera vez que ella lo veía metido en una cama y no pudo evitar cuestionar el motivo de eso.
-Pensé que sería grosero dejarte sola después de compartir tan íntimo momento- le respondió él.
Mary se rasco detrás de la cabeza y apartó la mirada de él.
-No es eso- murmuró- Es un cambio un tanto brusco y no me he acostum...- la voz de Mary se fue apagando hasta ser inaudible.
-Sí, lo sé- exclamó Dai y le extendió la mano- Duerme un poco más. Todavía es temprano.
Mary miró aquellos dedos y los sujetó con incertidumbre. Dai la llevó hacia él, a su pecho, para que volviera a dormir y ella se acomodo allí, preguntándose por qué Dai se comportaba como un marido amoroso y por qué ella volvía a él tan dócilmente. La mano de Dai descansó en su cabeza mientras la otra se estiraba para apagar la lámpara. La oscuridad los envolvió, pero no era absoluta. La visibilidad le permitía a Mary ver los botones del pijama de Dai, que comenzó a peinar su cabello de forma paciente.
-Fue un momento muy agradable- le confesó después de un rato. Mary no contestó, pero pese al contexto se sintió a gusto con él- ¿Puedo pedirte un favor?
-Dime...
- Respecto a lo de tener un amante ¿Podrías esperar un año? No quisiera ser el esposo engañado tan pronto.
-No tienes que preocuparte por eso. Es difícil que un hombre me llame la atención- le confesó- Tampoco es algo que me importe en verdad, así que pasará mucho tiempo antes de que busque compañía.
Dai cerró los ojos esvosando una sonrisa bastante contenta.
-¿Puedo preguntarte algo?
-Por supuesto.
-¿Cómo está él?
Dai abrió los ojos con una expresión muy seria. Callado se quedó viendo el techo y después de resolver una controversia interna contestó:
-Es un buen hombre. Los buenos hombres no están solos mucho tiempo.
Mary no hizo comentarios y cerrando los ojos se durmió.
Por la mañana Mary despertó sola en la cama. Miró la puerta del baño, pero era obvio que él no estaba ahí. Se levantó y fue a darse una ducha rápida. Al salir en bata es que recordó no había llevado ropa para cambiarse, ni comida. Sin embargo, tal como supuso, Dai resolvió todo eso y ella encontró unas prendas nuevas sobre la cama. También había un desayuno servido sobre la mesa junto a la ventana. Era un día soleado de invierno y la temperatura era muy agradable. Mientras ponía leche en su café, Mary contemplaba el paisaje del otro lado del cristal con la expresión de quién llega a una meta y luego no sabe que hacer. Al tomar la taza cerró los ojos un momento y luego vio hacia el viejo ropero dónde guardo su regalo de bodas para Dai, que se materializó ante sus ojos en ese momento.
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Tomates azules.
FanfictionElla heredó una casa, tierras y un mayordomo con muchas peculiaridades, entre ellas el secreto de su familia.