La familia de Mary llegó un día antes de la boda. Tíos, primos, hermanos y demás estaban congregados en aquella casa. No todos tenían los medios para un viaje tan largo, pero se las arreglaron para hacerlo y vivir ese momento. No eran la gente más unida del mundo, pero ninguno rechazaba una celebración. El comedor estaba lleno de risas, anécdotas y algunas quejas.Dai tuvo que dejar sus deberes para ser examinado por esa gente. Desde luego también fue víctima de muchos cuestionamientos. Después de todo era el vulgar empleado que se casaba con su jefa, una promesa del empresariado. Sorteó bien aquellos ataques, siempre con su postura gentil y distante. Se mostró paciente, incluso se tomó la libertad de ser un tanto cariñoso con Mary que correspondió aquello.
Después de un rato y dejando a los parientes conformes, Dai busco refugio en la cocina. Allí lo alcanzó Mary, que buscaba lo mismo. Era lindo estar con la familia, pero con una hora o dos con ellos tenía suficiente.
-Me alegra verla sonreír- le dijo el mayordomo - Hace tiempo no lo hacía.
-He estado cansada- le contestó Mary de buen ánimo, mientras buscaba el salero para poner sal a la manzana que acababa de morder.
Dai la miró un momento, después volvió su atención a la taza de té que se estaba sirviendo.
-Debería dormir temprano hoy- le dijo el mayordomo al ofrecerle la taza- Mañana será un día agitado para usted. Para los dos. Confieso estoy un poco ansioso.
Mary tomó el recipiente dejando la manzana en la isla de la cocina.
-¿Quien se ocupará de esto después de mañana?-le preguntó después de un breve silencio.
-He contratado dos mujeres para que se dediquen a la limpieza de la casa, como de la comida. Llegarán temprano y se irán por la tarde- le explicó Dai.
-Era obvio que lo tendrías resuelto- comentó la mujer acercando su taza a la boca.
-Desde luego- le respondió él con su habitual sonrisa- Voy a retirarme a la otra casa ahora. Por la tradición. El novio y la novia no pueden verse antes de la boda- le dijo caminando hacia la puerta del jardín- Que tenga una noche reponedora.
-Igualmente- le contestó Mary y dejando la taza en el lavado, miró por la ventana el cielo crepuscular.
Fue una noche tranquila y solitaria para Mary, pese a que tuvo que dormir con su madre, dos primas y tres tías. Se había habituado tanto a que al despertar, en medio de la noche, Dai estuviera sentado en el borde de su cama o parado frente a la ventana, que al no encontrarlo experimentó una sensación algo peculiar. Durmió de la una a las cinco. Después de eso le fue imposible conciliar el sueño, teniendo que levantarse. La casa tenía pocas habitaciones, pero eran bastante amplias, se sentían vacías a esa hora de la mañana. Calladas y frías sin él. Era curioso porque Dai no era precisamente el alma de la fiesta. Aún así llenaba esos espacios con su presencia solemne, lejana y delicada. Sentada en la sala, con la vista en la ventana, Mary esperó la luz del sol.
La boda se celebraría a las siete de la tarde. El sacerdote fue llevado a la hacienda después de recibir una generosa donación. El hombre de unos setenta años, caminó a paso lento hasta el altar que se construyó al aire libre. Un arco era lo tradicional, él descubrió que oficiaria la boda la bajo un portal. Dai levantó una estructura como las puertas de un palacio en el mediterráneo. Una efímera construcción con un toque árabe, decorado con amapolas rojas. Entre los arcos, que redeaban las bancas, colgaban velos color bermellón que se agitaban suaves en la brisa nocturna.
Todos los invitados llegaron vestidos de azul. Hombres y mujeres, ricos y pobres, Mary invitó a todo el mundo en el pueblo. Los atuendos le daban a la gente el aspecto de un océano uniforme que se agitaba sutil en aquel espacio. Todos comentaban que aquella petición correspondía al color de los tomates azules que la novia vendía. Un extraño tributo a lo que le estaba generando grandes ganancias para ella. Otros encontraban todo el asunto de mal gusto y por supuesto criticaban bastante al novio. Oportunista fue la palabra más suave que se le dedicó a Dai esa noche, pero cuando él tomó su lugar para espera a su futura esposa, los chismes callaron. Ese sujeto no sólo inspiraba respeto, también miedo.
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Tomates azules.
FanfictionElla heredó una casa, tierras y un mayordomo con muchas peculiaridades, entre ellas el secreto de su familia.