De ese ramito de flores que Kibito-Shin le dió, Mary guardo una flor en un libro. Esa mañana, la mujer, contemplaba aquel recuerdo descolorido y seco entre las páginas manchadas.Cuando Mary salió con Bills, lo hizo para poner a prueba a Dai. Esa jornada corroboro que su mayordomo no permitiría que ningún hombre se le acercará, mientras no se casará con él. Era cosa de tiempo y ella acabaría claudicando ¿Para qué postergar lo inevitable? Sin embargo, dejar a Dai suelto en el mundo se le hacia algo muy irresponsable. Y si bien Mary no se consideraba la persona más generosa o altruista, le resultaba incómodo llegar a ser responsable de lo que esa criatura pudiera hacer en plena libertad. De ahí que sacará de la manga un contrato prenupcial con una cláusula que resguardaba su dominio sobre el ángel ,sin embargo, bien sabía que esa norma no garantizaba nada. Dai era capaz de darle la vuelta. En el fondo, Mary siempre sintió que era él quién tenía el control y que simplemente, Dai se estaba ciñendo a las reglas que aceptó casi como si estuviera jugando. Era absurdo suponer que un simple mortal pudiera tener dominio sobre un ser de tan magno poder. Casarse con Dai era la forma en que Mary también esperaba recuperar su libertad. Al cerrar el libro, miró el anillo en su mano y suspiro con resignación.
Era invierno y hacia bastante frío, aún así Mary quería montar a Pendragon y pasear por el campo. Cuando llegó a la sala se encontró con Dai mirando por la ventana. A veces hacia eso. Se quedaba parado viendo hacia fuera, como soñando despierto.
-El caballo está listo- le dijo- ¿Volverá para el almuerzo?
Mary se quedó callada. Cada día que pasaba él iba entrando en ella un poco más. A ratos parecía estar leyendo sus pensamientos.
-No lo sé- le respondió.
-Entiendo. Haré un estofado. El clima es perfecto para ese tipo de comidas ¿No lo cree así?
-Sí, es verdad...
-Por cierto ¿Tiene fecha para la boda?-le preguntó girandose a ella por completo.
-Dentro de un mes- le respondió Mary- Si pudieras conseguir que fuera un día terminado en siete... Sería ideal.
-¿Siete? ¿Por qué el número siete?
-Es mi número favorito- le respondió Mary- El séptimo arcano de las cartas del tarot es el carro y me gusta esa carta. Siete son los pecados capitales, siete son los días de la semana. Y tres siete son buena suerte. Setecientos setenta y siete, es el mejor número de todos- le explicó de manera simpática, antes de ir hacia la puerta.
-Siete fue el día que me bajaron a este mundo- le dijo Dai- El hombre que lo hizo nació un siete de julio y falleció un siete a las siete de la mañana. Usted nació un día con siete también ¿Me equivoco?
-Asi es. Mi padre nació también un día...- Mary se interrumpió en ese momento.
Nunca se lo comento a nadie, pero muchas cosas importantes sucedieron un día terminado en siete. Muchos miembros de su familia nacieron un día con siete. No habló al respecto en ese momento y se marchó.
Mary cabalgó por horas por el campo y más allá. Llegó al río y se quedó en su orilla un largo rato, arrojando piedras. No tenía nada que atender esa jornada. Todo se estaba moviendo sin que ella tuviera que supervisar nada. Sus negocios avanzaban tan eficientemente que la aterraba. Por supuesto aquello era gracias a su mayordomo. Él podía encargarse de absolutamente todo sin mover más que una mano ¿Qué pasaría después del matrimonio? ¿Cuánto cambiarían las cosas? ¿Podría ella volver a su vida sencilla y tranquila de antes? Esas eran las dudas que Mary no lograba responder. Después de unas horas montó su caballo de nieve y se fue al pueblo para comer algo. Dai cocinaba muy bien, pero el sabor de sus comidas la tenía cansada. Dejó al animal atado a un poste junto a una carreta del mercado y comenzó a caminar por ahí. En el pueblo habían unas tiendas de ropa y en una de ellas se excibia un vestido de novia. Mary lo miró con desdén. Nunca en su vida pensó en casarse. Menos en la forma en que lo estaba haciendo. Siguió caminando y llegó a la casa del que fue su contador. Estaba a la venta. Una vecina tenía las llaves y le permitió ver el inmueble después de que la muchacha le dijo que estaba interesada en la propiedad.
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Tomates azules.
FanfictionElla heredó una casa, tierras y un mayordomo con muchas peculiaridades, entre ellas el secreto de su familia.