-¿Y cómo va tu matrimonio? ¿Tu marido se porta bien?- le preguntó su madre apenas Mary contestó el teléfono.-Bueno...- murmuró la muchacha que miraba a Dai en el patio, por la ventana- Hay días en que estoy a gusto en su compañía, que en verdad siento que algo de cariño le tengo. Por la convivencia más que cualquier otra cosa...
-Eso es bueno. Los matrimonios por conveniencia no siempre son malos- le contestó su madre.
-Pero hay otros días en que lo único que quiero es tomarlo por ese pequeño y delgado cuello que tiene y ver como poco a poco va dejando de respirar- continúo Mary, pero con una voz que no hizo sino dar más credibilidad a sus oscuras intenciones.
-Eso también es bueno, linda- le dijo su madre- Los matrimonios son así. Uno siempre quiere medio matar a su marido...
-¿Y tú cómo sabes? Nunca te casaste Mimi.
-¿Qué no aprendiste nada de tus abuelos?
-Ah... sí. Mi abuela me dijo una vez que le dió laxante a los amigos de mi abuelo, para que ya no volvieran por ahí- le contó Mary y siguió hablando de cosas irrelevantes hasta que le hizo una pregunta- Oye, Mimi ¿Qué harías si un día descubrirás que eres inmortal?
Dai estaba en el patio hablandado con Bardock. Las últimas dos semanas había estado bastante ocupado, pero no lo suficiente como para ignorar a su esposa que se había recluido en su casa en el pueblo. Ese día estaba ahí por cosas de trabajo nada más. Pronto se iría y él no la vería hasta la noche, cuando llegaba a acostarse junto a ella para protegerla de las Cuerdas. Mary prácticamente no le hablaba, ni siquiera lo miraba y evitaba todo contacto con él. No era lo que Dai quería, pero sabía que no era buena idea presionarla. Cuando la vio ir hacia él, una vez el capataz se alejó, la saludo y sonrió como de costumbre. Ella respondió, sin embargo, su habitual ánimo no estaba. Se sentía cansada y triste.
-Bardock fue padre hace poco- le dijo la mujer- Dale un dinero extra este mes y has lo mismo con todos los empleados que tengan contrato... Si estás de acuerdo, claro.
-Me parece una buena idea- respondió Dai al recibir la carpeta que ella había estado revisando- Te vez un tanto fatigada ¿Necesitas algo? Estoy un poco preocupado por tí.
Mary se sonrió con desprecio por esa declaración y sin responder se alejó para ir por su motocicleta y volver al pueblo. Dai la miró irse con una expresión algo apática. Desde luego entendía lo que ella debía estar pasando, pero no tenía idea de como debía sentirse exactamente, aún enfrentado una situación semejante.
Mary se sentía inhumana y absolutamente sola. No había visto morir a nadie que amara, pero sentía como si lo hubiera hecho. Es que ver morir a su madre, a sus tíos, sus hermanos era algo natural. Pero hacerlo siendo ella, la misma que era en ese momento, pero treinta o cuarenta años después, no lo era. De pronto estaba estancada. El tiempo parecía ir más lento para Mary. Como en esa calle en la que conducía a toda velocidad. Ella parecía estar quieta, mientras el paisaje a su alrededor parecía moverse rápidamente. Era una sensación desagradable. A ratos su corazón latía tan rápido que parecía iba a escapar de su pecho. Quería llorar, quería gritar y sin embargo, sólo aumentaba su desesperación, la sensación de que se estaba ahogando en un estanque con la superficie cubierta. Al fin colopso aquella mañana y después de un brusco frenar, bajó de la motocicleta y gritó con todas sus fuerzas a orilla del camino. Fue un grito fuerte, que nació de sus entrañas y lastimó su garganta. Logró soltar un poco de tensión si, pero no logró sentirse mejor. Todo le daba vueltas. Todo era tan diferente. Nada lo percibía igual.
-Oye ¿Tienes problemas con esa máquina?- le preguntó una voz masculina que la hizo voltear atrás y aún constado.
El sujeto iba vestido de negro, llevaba puesta una biker y el casco escondía su rostro, pero debajo de el se podía percibir una fuerte mirada.
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Tomates azules.
FanfictionElla heredó una casa, tierras y un mayordomo con muchas peculiaridades, entre ellas el secreto de su familia.