Las empleadas de la casa se iban a las seis. Cuando Dai y Mary llegaron la residencia estaba vacía y en penumbra. Las cortinas de la sala con su color amarillo parecían la débil llama de una vela agitándose con la leve brisa que se colaba en la casa. La lluvia seguía cayendo con suavidad. A ratos el cielo se abría dejando ver la luna redonda y pálida en la oscuridad. Dai dejo su paraguas en la entrada, Mary colgó su impermeable allí también. La mujer llevaba botas y el sonido que hacían producía eco. La visibilidad era buena gracias a los grandes ventanales, por lo que rápidamente pudo ver el piano cerca de la escalera.-Espero no te moleste- le dijo Dai al notar que ella miraba aquel instrumento.
-No me molesta, me sorprende- le respondió Mary viendolo con extrañeza.
Dai sonrió un poco divertido y caminó hacia el piano invitando a Mary a seguirlo.
-El señor Gabriel, el antecesor al señor Edgar, se sentó delante de un piano como este por cuarenta y dos años- le dijo al llegar junto al instrumento- Todos los días, durante tres horas, tocaba hermosas melodías y yo las oía con atención. Supongo que fue natural aprender- agregó al sentarse y poner sus manos sobre las teclas produciendo un sonido grave y profundo.
Mary se sentó junto a él y tocó una de las teclas causando un sonido claro, cristalino. Dai la miró un instante, después comenzó a hacer sus dedos correr, caminar y trotar por las teclas reproduciendo una melodía que Mary reconoció de inmediato.
-Chopin- murmuró la mujer con un asombro moderado y sin quitar sus ojos de las manos de Dai.
-Era el favorito del señor Gabriel- acotó Dai y continúo tocando mientras el silencio de la noche amplificaba el sonido para el desierto auditorio.
Mary siguió mirando las manos de Dai mientras la música iba penetrando sus oídos sumiendola en una atmósfera ultraterrena. Casi pudo ver los fantasmas de los anteriores amos de Dai en la casa.
-Está en mi naturaleza no añorar algo, no complacerme. Se podría decir que el haber desarrollado un gusto por el sonido de este instrumento es casi un acto de insurgencia de mi parte- le dijo a Mary- Como lo es mi gusto por ti. Tú no estabas y la casa se hizo demasiado silenciosa. Buscando llenar ese vacio recurrí al piano- agregó con un ánimo bastante alegre.
-La soledad no es mala. Nos ayuda a conocernos mejor y conocernos mejor nos ayuda a entender a otros- le dijo Mary- Al menos eso pienso- anadió viendo hacia el techo intentando eludir los ojos de Dai que buscaron la respuesta callada a su declaración.
-Sé como te tienes que estar sintiendo- continúo satisfecho- Yo también estoy confundido- confesó Dai- La razón por la que añoraba la libertad no parece estar a la altura de ello.
-Sí, me pasa lo mismo. Ahora que soy inmortal mis objetivos me parecen demasiado vulgares- le dijo Mary- Casi siento que...
-Debo entregar algo al mundo- dijeron a dúo mientras las notas del piano iban subiendo.
Mary se sonrió al coincidir así con Dai.
-Pero he estado pensando que no debo nada en realidad. Al fin es mi vida nada más y si quiero usar mi inmortalidad para disfrutar, por ejemplo, de los placeres de la vida, debería hacerlo sin sentir esa cuota de...- se interrumpió y guardo silencio.
-No va contigo ese tipo de pensamiento- intervino Dai- Está en tu naturaleza dar un propósito a tus acciones y considerar un desperdicio de esfuerzos hacer algo sólo por hacerlo. Eso no cambia. No importa si eres inmortal o no Mary, tú sigues siendo tú. Aún con el paso de las eras, que sin duda irá moldeando tu plástica, tu escencia permanecerá intacta. Porque esa es la matriz de tu ser.
Así como un tomate azul que tarda más en descomponerse y es más sabroso, en el fondo, sigue siendo un tomate.
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Tomates azules.
FanfictionElla heredó una casa, tierras y un mayordomo con muchas peculiaridades, entre ellas el secreto de su familia.