Capítulo 12

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Juliana llegó a la clase de Educación Física y se mezcló entre sus compañeras.

—¿Cuánto falta para que acabe el partido? —escuchó que le preguntaba su compañera Carla a Mónica-. Estoy aburrida.

—Cinco minutos —respondió y Juliana estaba aliviada. Faltaba poco para poder hablar con sus amigas de lo que había descubierto. Cuando el partido terminó, Juliana esperó a sus dos amigas a la salida de la cancha de mujeres.

—Hola, Juli. Tienes suerte de no haber jugado el partido. Estoy exhausta —se quejó María Jesús.

—¿Qué sucedió? —le preguntó Rebeca.

—Encontramos su teléfono —susurró.

—De...

-Shh, sí, de ella —la calló Juliana—. Ahora les cuento bien. Tenemos que reunirnos con los chicos en el patio de abajo, donde siempre.

—¿No vamos a ir a la sala de juegos? —preguntó María Jesús.

—La última vez nos sorprendió una profesora —le recordó—. No es seguro.

—Bien, vamos.

Las tres chicas se dirigieron al patio, donde se encontraron con Jason y Hernán.

—¡Al fin! —les reprochó Jason—. Tardaron una eternidad.

—Las mujeres tardamos más que los hombres, ¡genio! —Rebeca rodó los ojos.

—Chicos, por favor, concentrémonos —pidió María Jesús—. Vamos más hacia la esquina —los cinco amigos se movieron hacia el fondo del patio, sin ninguna escalera detrás para que nadie los oyera.

—Encontramos el teléfono de Sara en uno de los cubículos del baño.

—Sí y también intentamos abrir la puerta del sótano, pero no pudimos —agregó Hernán.

—Deben haber cambiado la cerradura luego de la fiesta —razonó Jason—. Hernán, anda, revisa el teléfono de Sara.

—Bien... ¡Ay!

—¿Qué sucedió?

—La contraseña...

—Déjamelo a mí -Juliana tomó el celular y lo desbloqueó enseguida—. Listo, pan comido.

—¿Cómo hiciste eso?

—Sara no es muy discreta que digamos. Una vez la escuché decir su contraseña en voz alta —explicó, mientras buscaba información en el celular.

—¿Encontraste algo? —le preguntó Jason.

—Estoy en eso... A ver... Aquí hay un chat que tiene con su madre y repite muchas veces que va a verse con Mauricio...

—¿Mauricio? ¿Nuestro compañero? ¿Qué clase de relación podrían tener ellos dos? —preguntó Hernán.

—Esperen, aquí no hay ninguna conversación que demuestre que ellos se veían. Pero hay muchas llamadas salientes hacia un lugar... Depresivos Anónimos.

—¿Depresivos Anónimos?

—Tal vez Mauricio era una excusa que le ponía a su madre para ir a ese lugar —sugirió Rebeca.

—Puede ser, pero voy a vigilar a Mauricio muy de cerca, si tuvo algo que ver con Sara... —se comenzó a enojar Jason.

—Calma, amigo, la gente te va a oír si sigues levantando la voz —le advirtió Hernán.

—Tenemos que ir a este lugar —decidió Juliana.

—Oh sí, espera, solamente paso las mil cámaras de seguridad y me voy del lugar haciendo una danza.

En el interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora