Capítulo 17

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Al día siguiente, Sara fue a clase como de costumbre y todas sus compañeras cuchicheaban entre sí. Cuando sonó el timbre, todas las chicas se sentaron en sus asientos y la profesora caminó hasta el frente del salón, dejando sus libros en su escritorio.

—Hola niñas, ¿cómo les fue con sus tareas? —la única que alzó la mano para responder fue Sierra—. Oh, sí querida, cuéntame.

—Bueno, aprendí que el amor propio es importante para lograr todo lo que te propongas y que hay que quererse a una misma para eso.

—Muy bien, eso ha sido un muy buen avance. De lo que les hablaré hoy será de que las personas somos suficientes así como somos -explicó la profesora y escribió en la pizarra una frase que decía: «Somos suficientes»—. Esto quiere decir, que no debemos cambiar nuestra forma de ser. Como, por ejemplo, nuestro estilo, gustos, forma de pensar, entre todo lo que nos hace ser quiénes somos. Justamente estamos bien así y no necesitamos ser otra persona para ser felices. Y todos aquellos a quienes no les guste nuestra forma de ser o quiera cambiarnos, realmente no valen la pena, porque no saben apreciarnos. ¿Alguien conoce el significado de apreciar? —Sara levantó la mano.

—Creo que apreciar a una persona significa saber valorarla. Es decir, conocer sus cualidades y lo que la hace especial.

—Me gustó mucho tu definición, Sara. Y tengo una pregunta para ti, ¿alguna vez alguien no te ha sabido valorar?

—Sí... es decir, muchas personas en mi vida no supieron apreciarme. Nunca fueron realmente felices con lo que podía ofrecer.

—Ese es el tipo de personas que no valen la pena, ¿sabes por qué?

—Porque soy suficiente.

—La lección de hoy ha terminado, señoritas. A continuación, armaré los grupos. A ver... Sara y Amber serán un equipo. El otro será compuesto por Ángeles, Rosaura y Ángeles. Mucha suerte, muchachas —una vez que terminó la clase, Sara se acercó a Amber para acordar dónde harían el proyecto.

—Podemos ir al salón de belleza —dijo Amber, mirándose el cabello en su espejo de bolsillo—. Tengo una cita con mi estilista. También puedes hacerte algo en el cabello, si quieres. Mi peluquero, Paul, es muy flexible.

—De acuerdo, vamos.

Cuando llegaron a la peluquería, Sara pudo notar un ambiente nada parecido a lo que usualmente eran esos lugares. El salón estaba vacío, excepto por ellas. Las paredes y el suelo eran de un color que parecía fúnebre y casi no había nada de luz. Se dirigieron hacia el mostrador, donde Amber hizo sonar una pequeña campana para que las atendieran. Entonces, Paul, salió por una puerta y pegó un gritito de emoción.

—¡Amber! ¡Divina! ¡Diosa! —mientras la adulaba, le tocaba el cabello—, lo de siempre, ¿verdad?

—Sí —sonrió.

—¿Y quién es esta maravilla? —le preguntó, observando a Sara.

—Es Sara, mi compañera del instituto. Vamos a hacer una tarea mientras me arreglas el cabello, Paul.

—Bueno —le tocaba el cabello como lo había hecho con Amber—, si quieres algún cambio estoy a tu disposición. Aquí todos son bienvenidos.

—Gracias, Paul. Estoy bien por ahora, pero si necesito algo te lo haré saber.

—Bueno, bueno. Vamos muchacha, póngase en su lugar especial —Amber se sentó en una de las sillas del salón de color gris que estaba frente a un espejo. Sara, mientras Amber se acomodaba, abrió la libreta que llevaba con ella y escribió con lápiz: «Tarea Número Dos: Amber».

—De acuerdo... Ya podemos comenzar a hacer el trabajo —le avisó Sara a Amber.

—¿De qué se trata la tarea? —les preguntó Paul, mientras organizaba sus herramientas de trabajo.

—Tenemos que escribir sobre lo que sentimos por saber que somos suficientes y que debemos valorarnos —contestó, pensando que Paul era algo curioso.

—¡Qué interesante! Ahora regreso niñas, tengo que buscar el secador de pelo —Paul se marchó a la bodega que quedaba en la parte de atrás.

—Escucha —le susurró Amber a Sara—, me arrepiento de haberte traído aquí. No quiero que Paul nos escuche. Él me conoce desde que era pequeña. Comenzará a decir cosas bonitas de mí que no son ciertas y arruinará la tarea.

—¿Qué tiene eso de malo? Si las ve es por algo. Solo falta que te mires a ti misma y descubras lo que te hace especial.

—No... Aun así. Aunque todos vieran lo hermoso de mi forma de ser... No funcionará. Mira, me siento poca cosa. Es por eso por lo que me vengo a hacer el cabello a diario y me miro constantemente en el espejo para arreglar mi aspecto. Nunca estoy conforme con nada.

—Y, ¿no hay alguna forma de que sí? Mira, hay miles de personas en este mundo, ¿de acuerdo? Todas somos diferentes, lo que nos hace únicas e inigualables. Por más personas que conozcas jamás encontrarás una igual. Cada una tiene algo diferente y hermoso que ofrecer, como una historia, una alegría... Aunque sea un abrazo —observó cómo Amber se secaba una lágrima de la mejilla y se limitaba a mirarse en el espejo. Entonces, Sara la tomó de la mano y la apretó con afecto—. Amber, sé que es difícil tener una buena autoestima, porque a veces uno se siente feo, tonto o incluso infeliz. Pero quiero decirte que eres una maravillosa persona y no necesitas productos de maquillaje, una estética donde arreglarte el cabello o una vestimenta de lujo. Con ser tú, te aseguro que basta. Y te prometo que, si tú no lo ves, siempre habrá alguien que sí. Pero lo mejor es que tú lo veas primero. Ver todas las cosas divinas que tienes para luego compartirlas con el mundo.

—¿Cómo puedo creerte?

—Porque tarde o temprano todo se descubre.

—¿Lo prometes?

—Te lo prometo —apretó la mano de Amber con afecto y ella le devolvió el apretón de mano. Luego de unos minutos, regresó Paul con el secador de pelo y con una sonrisa en el rostro.

—Disculpen la tardanza, jovencitas. Me crucé con unos hermosos accesorios que estoy seguro de que te encantaran, Amber —se detuvo en seco al observar el rostro de las dos chicas—. Pero ¿por qué esas caras señoritas? —ambas se secaron las lágrimas de las mejillas.

—Nada, Paul, en serio —respondió Amber.

—¿Te arrepentiste de arreglarte el cabello?

—Sí —dijo, mirando a Sara—. Entendí que no está mal arreglarse de vez en cuando, pero no debe ser lo más importante en mi vida. Debo estar feliz con lo que soy. Cuando necesite arreglarme el cabello, pero por necesidad, te lo pediré. ¿Estás de acuerdo, Paul?

—Claro que sí. De igual manera, siempre te ves genial —sonrió—. Eres hermosa, Amber.

—Gracias —agradeció, aun manteniendo la mano de Sara apretada—. ¿Vamos a otro lado?

—Claro —sonrió. Tomó el espejo que vibraba del bolsillo del pantalón y presenció el color verde que reflejaba.

En el interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora