Capítulo 30

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—Chicas, ya debemos ir yendo al auditorio —avisó Juliana.

Al día siguiente, los seis amigos ya habían retomado su rutina normal. Juliana, Rebeca, Sara y María Jesús se encontraban en su habitación, preparándose para ir al auditorio, en donde escucharon el anuncio antes de clase.

—No quiero oír nunca más las palabras: «auditorio», «sala de juegos» o «vestíbulo» —dijo Rebeca, peinándose frente al espejo—. Ya me cansaron todos aquí.

—La universidad será mejor, ya lo verás —la animó María Jesús, poniéndose brillo de labios.

—Eso espero, estoy cansada de estos buenos para nada.

—Ah, pero de Jason no estás harta, ¿verdad? —rio Juliana y Rebeca le lanzó un almohadón, bromeando.

—Jason es diferente, ¿saben? Me siento realmente bien cuando estoy con él. Por cierto, Sara, no nos hablaste de Chad. ¿Te habló desde entonces?

—Sí, me dijo que quería regresar conmigo. Y como no entendía que no quería, le terminé dando una cachetada.

—¡Oye, yo también le di una! —Juliana chocó los cinco con Sara—. Qué buen equipo.

—¿Tú le diste una? Pero...

—Se la di cuando supe que te engañó —rio—. Deberían haber visto su cara.

—La Juliana que yo conozco, jamás habría hecho eso —se extrañó Sara.

—Oye, no por tener buenas calificaciones y llevarme bien con los profesores, significa que no puedo tener carácter. Es solo que nunca necesité demostrarle nada a nadie —se dirigió a María Jesús—. Tú me sorprendiste. Esa idea de la huelga fue grandiosa.

—Sí, creo que todos hicimos cosas importantes —sonrió María Jesús.

—Por cierto, ¿cómo te fue con Austin? —le preguntó Rebeca.

—Estuvimos hablando y las cosas van muy bien —sonrió—. No lo sé chicas, creo que nuestra relación va en serio.

—¿Y eso te asusta? —le preguntó Sara.

—Me encanta —rio.

—Bueno, chicas, vamos yendo o nos van a castigar —dijo Juliana, mirando el reloj.

—Chicas... Las alcanzo después —avisó Sara.

—Claro, mientras que no desaparezcas de nuevo por algún tipo de magia extraña y desconocida... —bromeó Rebeca y Juliana le dio un golpecito en el hombro—. Te guardamos un lugar, ¿de acuerdo? —Sara asintió y las chicas salieron del cuarto.

Sara fue a peinarse frente al espejo y antes de salir por la puerta, se quedó pensando en el acertijo: «Confía en tu reflejo y presta atención a tus colores. Tráeme tus luces, pues podré ayudarte. Termina este acertijo y recuerda que al final del túnel no siempre hay luz». Ya tenía sus luces, pero ¿dónde debía llevarlas?, ¿cómo terminaría el acertijo?

—Creo que jamás terminaré el acertijo. Esto es ridículo, ni siquiera sé por qué sigo conservando este espejo —pensó en voz alta. Tomó su espejo de su mesa de luz para arrojarlo a la basura, pero se dio cuenta de que había cambiado de color—. ¿Por qué es de color café? —se preguntó.

—Chicas, ¿queda alguna en los cuartos? —escuchó que preguntó una voz. Sintió cómo se estaban abriendo la puerta de las habitaciones para ser revisadas por si quedaba alguien en las habitaciones. Sara, rápidamente, se guardó el espejo y las cintas de colores en el bolsillo—. Sara, ¿qué haces aquí? —le preguntó la supervisora al abrir la puerta del cuarto—. Vamos, niña, por todos los cielos —le ordenó y se dirigió al auditorio.

—¡Sara, por aquí! —la llamó Jason, al ver a Sara entrar al salón. Ella se sentó en medio de Juliana y Rebeca.

—¿Por qué tardaste tanto? -le preguntó Rebeca—. Ya va a iniciar —unos minutos después, todos en el auditorio guardaron silencio.

—Buenos días, alumnos. Soy Marcel, el nuevo director de la institución —se presentó—. Lamento haber venido sin previo aviso, pero fue una situación muy repentina. Estaré compartiendo con ustedes lo que queda del año —se aclaró la garganta—. Ahora, tengo el agrado de presentar al nuevo psicólogo que compartirá con ustedes sus próximos años de estudio. Es considerado como el mejor en su profesión y tiene muy buenas referencias. Venga, por favor, al estrado —pidió y el psicólogo ocupó el lugar en donde estaba el director.

—Estoy muy feliz de poder estar aquí con ustedes y cualquier cosa que necesiten estaré a su disposición.

—Muchas gracias, puedes retirarte —el director se acomodó la corbata—. El psicólogo estará en su nueva oficina junto a la enfermería. En otras noticias, el subdirector me estará ayudando con las nuevas reglas que se irán incorporando a lo largo de lo que queda del año. Pueden retirarse en orden y en silencio, como corresponde.

En el interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora