Capítulo 10

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Al día siguiente, los cinco amigos estaban esperando a la clase de Educación Física para entrar al sótano y comenzar su investigación.

—Estoy nerviosa —dijo Juliana.

—Todo va a salir bien -la tranquilizó Rebeca—. Tenemos que ser inteligentes para no levantar sospechas. Tiene que ir al sótano una de nosotras tres y uno de ustedes dos.

—Y tiene que ser al mismo tiempo —Jason se rascó la barbilla, pensativo.

—Sí, ¿cómo haremos eso? —preguntó María Jesús.

—Que envíe un mensaje de texto Hernán o Jason, dependiendo de a quién le haya dado permiso el profesor y luego alguna de nosotras los alcanza. El punto de encuentro puede ser en las aulas cerca del sótano —propuso Rebeca y todos asintieron—. Oigan, por cierto, ¿saben algo de Chad?

—Ah, ese patán... No, no sabemos nada... —resopló Jason, enojado.

—Bueno, solo sabemos que se cambió de cuarto —comentó Hernán.

—¿Por qué razón? —quiso saber María Jesús.

—Está enojado —explicó—, dice que lo estamos excluyendo de este tema de hallar a Sara.

—Es un cobarde —Juliana rodó los ojos—. Si en serio quisiera encontrarla haría algo por su cuenta, en lugar de depender de nosotros.

—¿Y a quién tienen como nuevo compañero? —les preguntó Rebeca.

—A Mauricio —respondió Jason y sonó la campana para ir a clases.

—Que comience el plan.

A la hora de la clase de Educación Física, los hombres se dirigieron al patio cerca de su dormitorio, en el sector masculino. Las mujeres se encaminaron a la zona femenina, la cual se encontraba del otro lado del instituto, cerca de sus habitaciones.

En el sector de los hombres, el profesor de Educación Física les comunicó a los alumnos que ese día jugarían fútbol contra unos chicos de otro instituto. El profesor comenzó a nombrar a los que competirán:

—Roberto, Julián, Manuel, Jason...

—No puedo ir —le susurró Jason a Hernán—. Es tu oportunidad, envía un mensaje de texto diciendo que tú irás -Hernán asintió.

—Mauricio, Tomás y Matías... Sí, creo que eso es todo —dijo el entrenador, revisando su lista—. ¡CHICOS, ESCUCHEN! Sé que será duro jugar contra los chicos del otro instituto, porque son rápidos y fuertes... Pero no hay nada que no puedan lograr, ¿DE ACUERDO?

—¡SÍ, SEÑOR! —contestaron los hombres a coro.

—¡A GANAR EL PARTIDO, MUCHACHOS!

—¡SÍ, SEÑOR!

—Profesor... ¿Cree que pueda ir a la enfermería? Me siento enfermo —mintió Hernán.

—¿Eh? Sí, sí... Que te mejores —respondió el profesor, quien estaba concentrado en el partido.

Hernán salió por la puerta del gimnasio y tomó su celular. 

Hernán: Chicas, voy yo. Jason va a jugar un partido de Fútbol.

Juliana: Voy yoo, las chicas juegan baloncesto.

Hernán: ¡Perfecto! Te veo en el pasillo.

Juliana: Buenoooo.

Hernán llegó al punto de encuentro y esperó unos minutos hasta que llegara Juliana.

—¿Tardé mucho? —le preguntó Juliana, quien estaba agitada como si hubiera corrido una maratón.

—No, no, tranquila.

—¿Vamos?

—Hagamos esto —ambos se escabulleron detrás del salón de clases y llegaron al sótano—. ¿Mari te dio la llave?

—Sí —Juliana le enseñó la llave e intentó abrir la puerta—. Pero la puerta no se abre, ¿qué hacemos?

—No lo sé... —dudó Hernán, ahora intentando abrirla él, sin éxito—. No puedo pensar si tengo ganas de ir al baño, ahora regreso... —subió al baño de arriba.

—¡Hernán! —lo llamó Juliana en susurros, pero este no le respondía. No tuvo más remedio que subir a verlo.

—¡Estoy aquí! —susurró Hernán.

—Se supone que tenemos que encontrar una solución, Hernán —le reprochó.

—Bueno, bueno —salió del cubículo del baño—, perdón por ser humano y tener necesidades.

—Esto es serio. Si no resolvemos este misterio, nunca vamos a encontrar a nuestra amiga —dijo con los ojos llorosos, yendo hacia fondo del baño.

—Tranquila Juli, la encontraremos —la consoló, abrazándola.

—Espera, ¿qué es eso? —preguntó Juliana, fijando su vista en un celular que se encontraba en el suelo de uno de los cubículos que tenía la puerta entreabierta.

—Un celular.

—No, Hernán, ¡es el celular de Sara! —gritó con emoción, yendo a recogerlo.

—Oye, sí, ¿qué hace aquí?

—No lo sé. Esto es sospechoso. Sara siempre está pegada a su celular. Si se fue como pensamos, no sé por qué no se lo habrá llevado con ella.

—¿Estamos completamente seguros de que salió del instituto esa noche?

—Algo me suena mal aquí. El instituto ni siquiera se molestó en avisar su desaparición.

—Tal vez encontraron algo en las cámaras de seguridad y prefirieron decirle a la policía.

—Eso no tiene sentido. Además, si fuera así, ¿por qué vino su madre enojada al auditorio? Creo que deberían haberle informado.

—Tenemos que avisarles sobre el teléfono a los chicos cuanto antes.

—Eso es seguro. Pero ¡lo hicimos, Hernán! Encontramos una pista.

—Con algo se empieza Juli, con algo se empieza -ambos se abrazaron.

Los dos amigos salieron del baño y se encaminaron por el pasillo a la clase de Educación Física. Caminaron por un largo rato abrazados hasta que los dos pegaron un brinco cuando les llamó la atención una voz. Juliana metió el celular en el brasier. Ambos voltearon y vieron que quien los había llamado era el subdirector.

—¿Qué están haciendo aquí, muchachos? ¿Por qué no están en clase?

—Nada... Nosotros solo estábamos... —quiso explicar Hernán.

—Haciendo de las suyas, me imagino. Miren, los profesores ya me informaron de ustedes y su grupito —respiró hondo-. Si vuelvo a enterarme de que ustedes o sus amigos causaron molestias, irán con boleta, ¿de acuerdo? —los dos muchachos asintieron—. Váyanse antes de que cambie de opinión —les advirtió y vio que comenzaron a caminar en la misma dirección—. Las señoritas por un lado y los hombrecitos por el otro — Hernán se dio la vuelta para irse para el otro lado.

—Nos vemos en el patio -le susurró Hernán al oído a Juliana y le apretó la mano con afecto.

En el interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora