III. El ave y el gato

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A veces desearía no estar siempre de acuerdo con lo que el destino tiene para mí

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A veces desearía no estar siempre de acuerdo con lo que el destino tiene para mí. Sabiendo que las malas noticias no tardarían en llegar, no fue sorpresa escuchar a Mykal a través del teléfono, y aun así no supe que pensar.

Las palabras de Mykal resonaron en mi cabeza, y preocupado guardé silencio por un minuto al pasarme las manos por la cara y pensar. Pensar en qué había pasado y dónde estaba ella. Respiré hondo, seguro era solo una exageración de Mykal...o tal vez no, a juzgar por todo lo que ocurre, puede que no lo sea.

—Te dije que no me llamaras a menos que fuera una emergencia.

—¡Y esto es una emergencia! —me gritó—. Hay cazadores afuera que no sabemos cuándo van a aparecer, y Rosie no contesta ¡Y maldita sea, Rex! ¡¿Has visto que día es hoy?! ¡Mira el puto cielo!

Arrugué el entrecejo ¿Qué día era? No tenía ventanas por donde mirar, pero ya me daba una idea de lo que pasaba por su desespero. Mykal iba a sacarme canas verdes.

No puedo dejarlo solo.

—Luego te llamo —y pese a que Mykal me gritó miles de veces, colgué sin muchos rodeos. Miré al equipo alrededor, seguían en sus cosas. Me acerqué de forma disimulada a Al—. Tengo una emergencia.

—No.

—Al —dije, pasando saliva —. Es una emergencia.

—Rex, tenemos una cena con los jueces y los productores del programa luego de esto. Como te vayas y no asistas, el jefe te castra, y creo que te gustan mucho tus bolas como para que te castren.

—Es una verdadera emergencia, Al —insistí. El pobre estaba incrédulo y entendía a la perfección sus motivos—. Discúlpame con ellos o lo que sea, tu soluciona, sé que puedes, pero en serio tengo que irme. Prometo que llegaré. Te lo juro, te lo prometo.

Por supuesto que gané frente a Al. El pobre se resignó a disculparse con el equipo de producción del programa, pero me ayudó a escabullirme sin que las cámaras o los fanáticos me vieran. Le prometí que haría lo posible para llegar a la cena, quizás un poco tarde pero que me disculpara con todos si eso no ocurría. Tomé mis cosas y salí por la puerta trasera del estudio, sigiloso. Y aunque desde el distrito de The Iron Street hasta mi casa no era mucho tramo, los obstáculos eran los fanáticos y el tráfico.

No estaba preocupado, un simple portal y todo solucionado, la magia no creía en fronteras.

Saqué mi teléfono cuando crucé la puerta que daba al estacionamiento trasero para llamar a Rosie, tenía la esperanza de que a mí sí me contestara. De forma inmediata miré al cielo, la luna se alzaba brillante, redonda y llena sobre mi cabeza. Colgué, volví a intentar llamarla, apretando el botón de nuevo, maldiciendo internamente.

Tropecé con alguien y mi teléfono casi cayó de mis manos, maldije por lo bajo y subí la mirada para encontrarme con un par de piernas largas (y joder que bien se ven con esos pantalones) y una espalda diminuta que se giraron sorprendidos. Oh, Paris, excelente.

La filosofía de Rex Gold.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora