XIII. No soy un niño

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—Eres un idiota

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—Eres un idiota. Un cabeza hueca que no piensa las cosas antes de hacerlas ¡Un impulsivo de primera!

El regaño de Jeb me hizo rechinar los dientes para no contestarle, mientras él mismo estaba encargándose de intentar curar mi mano. Seguía igual, aunque el dolor había desaparecido casi por completo, aun dolía si la movía, podía escucharla crujir como si se estuviera resquebrajando cada vez que intentaba flexionar los dedos.

—No puedo creer que lo haya aceptado. No puedo creer que no me hayas dicho nada ¡Mira nada más el costo!

—Estás exagerando —intenté aligerar las tensiones, pero no lo logré —. Además, sabías que vendría con un precio. Eso no era un secreto ¿o esperabas otra cosa cuando dije magia temporal?

—Pero pensé que ambos lo pagaríamos, pensé que ambos seriamos los vinculantes en el hechizo ¡No solo tú! ¿Qué te hizo creer que podías soportarlo solo?

Abrí la boca dispuesto a contestar, Mykal me interrumpió al fondo.

—Sid le hizo creerlo —aseveró. Jeb arrugó el rostro al escuchar el nombre de mi madre —. Hicieron juntos el mismo hechizo. El precio lo pagó ella.

—Ella lo soportó—espeté, arqueando una ceja en molestia. Estaban pensando que no le llegaba a los talones a mamá, lo sabía, era imposible no saberlo —. Lo pagó y se recuperó fácilmente...

Observé como Jeb flaqueó antes de hablar, la duda plasmada en su rostro y no pude evitar sentirme molesto con eso. Siempre era lo mismo, siempre dudaban de mis habilidades en frente de mi madre, como si la única que tuviera oportunidad de ser poderosa e imponente era ella y yo jamás llegaría a ser lo que ella era.

—Rex, no es por bajarte de tu perfecta nube, pero no eres ella. La magia para ti es un hobby, no tu vida, no respiras ni vives por ello ¡Esto es carne muerta! —Señaló mi mano — ¡Tienes una jodida necrosis en la mano! Es grave. Tomará su tiempo para sanar incluso si consigo al mejor brujo que pueda conocer con magia curativa. Creo que ni Loa sería capaz de curar esto.

Refunfuñó, no respondí nada. Deje que siguiera quejándose como un niño, revisando mi mano ante la atenta mirada de Mykal y Bonnie al fondo. Bonnie estaba de pie al lado de una lámpara, abrazándose a sí misma, encogida, se veía diminuta y desprotegida. Se había asustado tanto cuando vio el estado de mi mano.

—Sabía que habría un precio —continuó el otro brujo —, pero no pensé...

—No naciste ayer —intervino Bonnie, sorprendiéndonos a todos. Carraspeó cuando las miradas cayeron en ella—. Era obvio que el precio por ese tipo de magia seria alto. Es magia temporal, es poderosa, le arranca el poder a los dioses del tiempo y según sé, no es el tipo que pueda tener dos o más vinculantes. Hay precios peores, Rex tuvo suerte.

Reinó el silencio por unos segundos, todos estábamos sorprendidos de las palabras de Bonnie, no porque fueran trascendentales o profundas, sino porque el conocimiento era demasiado avanzado para el nivel en el que se encontraba.

La filosofía de Rex Gold.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora