Por ti [13/13]

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Si a Milk le hubiesen preguntado de niña qué tipo de vida quería, sin duda sería una como la que estaba viviendo. Hubo muchos momentos en los que deseó vivir en una realidad distinta, haber tomado otras decisiones o hecho cosas diferentes, pero ahora, viéndose, sentía en honestidad con su corazón que era alguien plena. Tenía una casa bonita entre las montañas, una familia envidiable, hijos felices y un marido fuerte que los protegía en contra de todo mal. Pero aparte de lo ajeno, Milk también estaba feliz por lo que era. Se había convertido en una mujer hecha y derecha con el pasar de los años y las experiencias, había aprendido de sus errores y estaba aprovechando la segunda oportunidad que le daba la vida para realizarse y ser feliz. Y eso hacía.

El campo arado se extendía esplendoroso ante la mujer Son, que secó su sudor con el antebrazo y sonrió satisfecha. Quién diría que trabajar la tierra era un entrenamiento más arduo que los de artes marciales. Goku era el que más disfrutaba de esto, pues daba un nuevo uso a su fuerza y a la vez trabajaba y vivía gracias a la tierra en la que creció con su abuelito. Ambos adultos se hallaban muy contentos por sus logros como pareja y no hacían sino retribuirlo al otro, pues habían aprendido a valorar aquello que tanto necesitaban de su otra mitad.

—¡Eso fue vigorizante! —exclamó el saiyajin, descendiendo de los cielos con un saco de semillas y aterrizando junto a su esposa. La miró con burla—. Aunque no creas que por esto te librarás de tener un combate conmigo.

—Oh, por favor, Goku. —Milk bufó, divertida—. Ayer Piccolo me molió a golpes, ¿hoy también quieres tú usarme como saco de boxeo?

—Ese Piccolo es demasiado rudo contigo —dijo Son, haciendo un mohín—. Creo que hay que darle una lección...

—¡No seas matón, Goku!

Las risas compartidas hicieron eco en el bosque. El matrimonio se despojó de sus ropas de trabajo y se metieron a la tinaja, en donde lograron relajar sus músculos cansados con el agua caliente. Luego de eso, cenaron platillos preparados con los vegetales y cereales de su cosecha y cuando dio la noche, salieron a hacer su tradicional fogata, en la que charlaron largamente y soltaron algunos movimientos de pelea.

En cierto momento de la velada, mientras Milk le contaba a su esposo cómo Goten arrasaba en todos los clubes deportivos de la escuela, él miró hacia el horizonte de forma ausente, extrañando a la mujer. Guardó silencio, esperando que Goku lo notara, pero el saiyajin lucía serio y concentrado en algo más allá de la visión. Milk suspiró con temor, su instinto le decía algo, pero no quería creerlo, aunque venía preparándose para ello desde hace tiempo.

—Goku... —Tocó su hombro y sólo ahí el volvió en sí, descolocado—. ¿Estás bien?

—¿Eh? Ah, ¡sí! Todo está bien, no te preocupes.

Milk lo observó inquisitivamente y supo que no era sincero, algo raro, pues él no solía mentir. Se armó de entereza y lo enfrentó, dispuesta a afrontar lo que viniese con la verdad.

—Confía en mí y dime qué sucede, querido.

Entonces él reveló el porqué de su actitud ausente. Hace un par de años, él percibió un ki conocido aparecer en la tierra, pero fue tan efímero que no pudo identificarlo. Y ahora, desde hace unos meses, volvió a sentir ese ki, con más fuerza y presencia que antes, por lo que pudo reconocerlo. Era el de Kid Buu. Goku le explicó que cuando derrotó a ese enemigo, expresó su deseo de que naciera como un buen sujeto para poder pelear con él. Y al parecer los dioses le concedieron su deseo, pues Buu había renacido como un niño en un lugar lejano.

—En ese momento no lo hice con real afán de que sucediera, más bien fue para expresar mis respetos a la enorme fuerza de mi oponente, pero supongo que en el fondo sí lo deseé. Ahora está aquí y tiene un potencial extraordinario y yo... siento que tengo responsabilidad con él.

Milk lo escuchaba en silencio. Él por primera vez en su relato la miró y sus ojos se encontraron. Ella pudo ver el temor en los de él; a una discusión, a una separación, a un quiebre después de que venían llevando su relación tan bien. Él no deseaba acabar con su amor, pero sentía que tenía un deber con la tierra.

—¿Quieres irte? —preguntó Milk, mirando el fuego. Él tomó las manos femeninas con ansias.

—No, soy feliz aquí... Pero debo hacerlo.

Goku nunca en su vida sintió tanto miedo. Temor; a que ella rompiera con todo, a que ya no le creyera, a que se cansara de él y decidiera rendirse. Nervioso, esperó el ultimátum, la respuesta definitiva, pero ella en cambio sonrió, agridulce.

—Cuando volviste y te acepté, asumí lo que significa amarte. Desde niña, elegí tomar todo de ti, lo bueno y lo malo, y lidiar con ello. No tengo más dudas, ni de ti ni de mí, y confío en tu labor con el mundo, porque gracias a ti todos seguimos aquí. He de seguir honrando la vida que me regalaste, viviendo plenamente, pues ya sea contigo o sin ti, me mantendré fuerte, por lo que construimos. Y tengo tu palabra de que volver fue lo mejor que te ha pasado, así que dejaré mis temores a un lado y confiaré en que lo será otra vez. Te amo, Goku, de verdad.

Y allí, frente al fuego y bajo el cielo estrellado de la Montaña Paoz, ambos niños, ambos jovencitos peleadores, ambos amantes y ambos padres se fundieron en un beso abrasador como el fuego mismo, que selló las promesas con calor. Entendieron que debieron perderse para encontrarse, alejarse para acercarse y estudiarse para comprenderse. Ya nada volvería a ser igual, porque no eran los mismos. Superaron sus más grandes problemas gracias a la voluntad de un amor incondicional que era de nunca acabar.

FIN.

Espero que les haya gustado. Yo disfruté escribiéndolo, aunque fue un reto en varios sentidos. Cuéntenme su opinión. 💕

Quizás en un futuro salga algún nuevo escrito y lo comparta aquí con ustedes. Por ahora, eso es todo.

Besos,

HLena.

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