Por ti [1/13]

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Fic realizado a modo de comisión para Vica0407 , quien me dio autorización para publicarlo aquí. ¡Gracias por confiar en mi trabajo!

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Por ti,
todo lo que hago
lo hago por ti.
Es que tú me sacas
lo mejor de mí.
Soy todo lo que soy
porque tú eres
todo lo que quiero.

[Muerte en Hawái - Calle 13]

A lo largo de su vida de casada, Milk experimentó más de lo que cualquiera podría ostentar, quizá por eso no le interesaban demasiado las críticas hacia su persona. Antes de siquiera pisar el altar ya había pasado por cosas difíciles, pero fue luego de casarse y de la llegada de los saiyajin que todo se fragmentó. Esa familia que conformó felizmente con su marido hasta los tiernos cuatro años de Gohan, parecía ser un espejismo de felicidad y paz que jamás volvería a ser, nunca. La ambición de otros y la fuerza sobrehumana de Goku lo orillaron a enfrentar villanos sin escrúpulos, aquello ahora podía comprenderlo, más después, cuando su amado perdió la noción de hogar y volvió a ser un guerrero libre e itinerante, Milk silenciosamente se quebró. En un principio lo justificó, Goku no tenía más remedio que pelear, porque era el más apto, pero luego... Se mantuvo lejos durante más de lo que debía y por placer. Era hasta vergonzoso enfrentarse a sus amigos y saber lo que pensaban de ella y Gohan; que Goku estaba más interesado en aprender nuevas técnicas en lugares desconocidos que finalmente volver a su hogar, del cual fue sacado el día en que llegó Raditz. En algunos momentos de angustia, Milk llegó a pensar que su marido —si es que se podía llamar así— se trastornó, por culpa de su poder inagotable.

Y después de lo de Cell...

Se percató de que se había abstraído lo suficiente para olvidar que estaba en una tienda, sujetando una cajita con velas de cumpleaños de "el Gran Saiyaman". Sonrió al ver la caricatura de su hijo impresa sobre la cera y puso las velas en el canasto, chequeando su lista y dirigiéndose a pagar. Pronto sería el cumpleaños número siete de su amado retoño, Goten, y deseaba hacer un lado la modestia y regalarle una buena fiesta a su hijo, que tantas alegrías le daba.

—Velas del Gran Saiyaman, buena elección.

Alzó su mirada de su cartera para ver al cajero, un hombre castaño y de rostro amigable. Milk sonrió y se dispuso a responder una cordialidad, cuando la señora que estaba detrás de ella en la fila se entrometió.

—Qué vergüenza que se esté comerciando mercancía de ese payaso, ¡hay que ver cómo está el mundo! Se nota que ese idiota es un vago sin oficio, que busca hacerse famoso a costa de ilusos que lo idolatran.

Milk se estremeció de ira. Le sobraban motivos para estallar, pero sorpresivamente, no fue ella quien respondió.

—Señora, disculpe, pero nadie pidió su opinión. —El hombre adoptó un rostro serio que llamó la atención de Milk, sobre todo porque lo transformó para sonreírle—. Son cuarenta zeni. ¿La fiesta es para su hijo? Espero tengan una hermosa celebración. Si le gusta el Gran Saiyaman, debe ser un chiquillo con un espíritu envidiable.

Por alguna razón, las palabras de ese hombre revolotearon por su cabeza durante varios días. Le pareció curioso que alguien denotara tanta personalidad e ideales en tan solo unas frases, pero así lo sintió. Pocas veces se podía conocer la verdadera cara de alguien a la primera, pero Milk tenía buen ojo y lograba ver a través de las personas. Y aquel sujeto le pareció alguien valiente, de principios firmes, amable, pero con carácter. Era una tontería sobre analizar a un desconocido que no tenía trascendencia en su vida, pero la soledad, el constante silencio y el aislamiento en la montaña, la habían vuelto alguien muy atenta a todo, dado lo pequeño de su mundo. Cualquier cosa que rebasara el límite de su rutina, la impresionaba durante largo rato.

De todas formas, aunque ya no pudiese acceder a esa paz y vida familiar que experimentó antes de que se presentaran las calamidades, pensaba que su presente no estaba nada mal. Hacía años venía sopesando que Goku no deseaba revivir y por ello debía sobrellevar la viudez como una mujer cualquiera, como a una que no le volvería el marido del otro mundo, aunque eso era algo todavía difícil de asimilar. Ahora ella existía enteramente para sí misma y sus hijos, en un mundo lleno de paz. Gohan, quien se había forjado en el fragor de las batallas, resultó ser quien siempre estuvo destinado a ser; él mismo, y era un equilibrio perfecto entre saiyajin y humano. Goten era en muchos aspectos un calco de su padre, pero Milk veía en él más que un reemplazo a la figura de Goku, veía una pureza incluso más genuina que la de su esposo. Su hijo menor no era ambicioso ni estaba sediento de poder como su padre, emanaba luz e inocencia de una forma parecida pero paradójicamente diferente a Goku. Era él mismo también y lo amaba por quién era, por eso no intentaba moldearlo como a Gohan, que tanto padeció en su infancia por ser lo que otros necesitaban de él. Ellos lo merecían todo y, tal como dijo el hombre de la tienda, tenían un espíritu envidiable.

—¡Mamita! —Oyó cantar a Goten antes de que llegara a ella. Sus ojitos negros brillando—. ¿Ya compraste los adornos de la fiesta?

—Así es, tesoro.

—¡Yupi! ¿Oíste eso, Gohan? ¡Tendré una fiesta para mí solito!

—Estoy feliz por ti —expresó Gohan, quitando la vista de su libro para sonreír a su pequeño hermano.

—¡A propósito! Hay que comenzar a hacer las invitaciones. Goten, haz la lista de los amigos que quieras invitar. Gohan, querido, ayúdame con la lista de los adultos. Y dile a Piccolo que entre, un bocadillo no lo matará.

En el ocaso, se pudo apreciar enmarcada por el cielo rosa a la familia Son, compartiendo felices unos dulces mientras hacían planes y lograban seguir con esas vidas que se ganaron a costa de batallas y sacrificios. Se encontraban ajenos a los males del mundo, a los dolores que se padecían afuera de su casita en la montaña, pues habiéndose lamido las heridas en silencio estas se hallaban cicatrizadas.

Y por nada deseaban volver a abrirlas.

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