CAPÍTULO 4

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A pesar de que era el día libre de Renato, lo pasó en el balcón de su habitación, sin tener la mínima intención de ducharse, se quedó en pijama, despeinado y descalzo, tratando de adelantar tareas laborales. No había hecho más que tomar té, prepararse un sándwich y un par de mandarinas que se comió gajo a gajo, durante la tarde.

Su apartamento no era el mejor lugar para estar tranquilo debido al caos en el que se había convertido con las reformaciones; aún así, era el único sitio en el que se sentía seguro; cuando necesitaba un descanso, simplemente dejaba de lado la laptop para mirar en la avenida y orilla de la playa a las personas que parecían hormigas disfrutando del carnaval, lo que era un recordatorio constante de que esa noche debía cumplir con la promesa que le hizo a Elizabeth.

Deseaba que el tiempo pasara demasiado lento, porque en realidad no tenía las mínimas ganas de asistir, pero si no lo hacía, su prima jamás se lo perdonaría.

Esperó hasta último momento para partir al Marquês de Sapucaí. Que la escuela Mangueria fuera la última en desfilar hacía que su tortura fuese menos duradera. Odiaba todo ese ambiente, el bullicio, la gente borracha, bailando y cantando; para cualquier otra persona era perfecto ese entorno festivo, para él era demasiado abrumador. En medio de algunos saludos de conocidos de su familia entre los que destacaban empresarios y personas del medio artístico, llegó al palco en el que estaban algunos miembros de su familia, también Marlon Ribeiro, su hijo Thiago, su hija Ana y otras amistades.

—Buenas noches —saludó a pesar de que ya era pasada la medianoche.

—Pensé que ya no vendrías —comentó Sophia.

—Y decepcionar a Elizabeth, jamás me lo perdonaría —comentó y se acercó para darle un beso en la mejilla.

—¿Cómo estás? Te esperábamos más temprano —comentó Reinhard al tiempo que saludaba a Renato.

—Lo único que me trae aquí es la participación de Elizabeth, preferí mi tiempo libre para adelantar trabajo —respondió, antes de besarle la mejilla.

—Los días libres son para relajarse... Aunque sé que todo esto te estresa y que preferirías estar en otro lugar. —Bien sabía que Renato deseaba estar en Chile; no obstante, siempre cumplía con los compromisos familiares.

Estaba seguro de que su abuelo sabía de la magnitud de su relación con Samira, pero aún no estaba enterado de que las cosas buenas para él eran demasiado efímeras y que ella se dio cuenta de que estar con él no merecía la pena y prefirió marcharse sin darle ninguna explicación, quizá por temor a herirlo más de la cuenta, pero lo cierto es que sin importar la manera, terminó haciéndolo mierda y seguía adelante solo por inercia.

Solo afirmó con la cabeza, sí prefería estar en la habitación de su apartamento flagelándose, mortificándose con lo patético que siempre ha sido y contemplar la posibilidad de terminar de una vez por todas con su mal, sabía que era una bomba de tiempo, una bomba que estaba a tan solo un ataque de ansiedad o una crisis depresiva. Así de cerca se sentía y no sabía cómo salir porque de momento ni siquiera deseaba ayuda.

Le esquivó la mirada a su abuelo antes de que pudiera leer en sus ojos las emociones que lo embargaban, aprovechó para saludar a las demás personas que estaban en el palco y luego fue a sentarse junto a Ana, que al igual que Elizabeth tenía la costumbre de abordarlo de forma tan espontánea, le tomó la mano para poder levantarle el brazo y pasárselo por encima de los hombros.

—Necesitamos pruebas de que estuviste aquí —dijo sonriente al tiempo que maniobraba el teléfono con la destreza de quien es adicta de hacerse fotografías.

Cambia mi suerte para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora