CAPÍTULO 10

1.5K 124 40
                                    


Desde que Samira se enteró de la desaparición de Elizabeth Garnett, siguió la noticia en todo momento y por todos los medios posibles. A pesar de que Renato no había respondido a su mensaje, lo excusaba al suponer que debía estar muy estresado como para dedicarse a poner su atención en el móvil.

Esa tarde en cuanto llegó del trabajo lo primero que hizo fue encender la portátil y entrar a la página web de un canal brasileño para seguir las noticias en vivo, porque desde hacía un par de horas se había enterado del allanamiento en una clínica en la que se suponía estaba la hija del fiscal de Nueva York, aunque el sitio servía como fachada para la extracción y luego tráfico de órganos, no encontraron a Elizabeth.

Samira se desvestía con urgencia porque dentro de poco debía conectarse para sus clases; así que, con la mirada enfocada en la pantalla se quitó los zapatos, seguidos del pantalón y luego la camiseta, la cual empuñó contra su pecho que se desbocó cuando anunciaron que habían dado con el paradero de Elizabeth Garnett en el puerto en Río de Janeiro, estaba dentro de un contenedor. Las imágenes en tiempo real trasmitida desde un helicóptero mostraban a la policía abriendo algunos contenedores.

Samira sonrió aliviada con el pecho agitado de emoción cuando vio a Samuel Garnett saliendo de un contenedor con su hija, las imágenes que se mostraban eran tan conmovedora que a ella se le salieron varias lágrimas.

En ese momento supo que no iba a poder conectarse a su clase de ese día, porque sentía la imperiosa necesidad de seguir momento a momento lo que estaba viendo.

Se conmovió hasta la médula y suspiró cuando las imágenes siguieron ahora el encuentro con su novio Alexandre, incluso la presentadora dijo con la voz un tanto rota que era una demostración de amor y esperanza.

Samira no podía despegarse de la pantalla, solo supo que había pasado mucho tiempo cuando escuchó que Romina llamaba a la puerta, por lo que corrió a ponerse algo de ropa, se hizo del pijama que esa mañana dejó doblado sobre la silla del escritorio.

Se lo puso rápidamente y corrió a abrirle.

—No me digas que ya vas a dormir —dijo mirándola con un asombro divertido, miró su reloj de pulsera—. Apenas son las seis y diez.

—Eh, no... no, solo que llegué y me puse a ver las noticias, ya encontraron a Elizabeth —le comentó, porque le había contado a Romina y a Víctor sobre la desaparición de la hija del fiscal de Nueva York y del vínculo que tenía con Renato. Fue en ese momento que ellos supieron la importancia y poder del hombre por el que Samira lloraba casi todos los días.

Esa misma noche cuando ella lloraba una vez más porque a pesar de su intento por comunicarse con Renato, él seguía sin responder. Romina llamó a su puerta, estaba segura de que no los había despertado, sino que a ella le quedó dando vueltas en la cabeza la importantísima procedencia del hombre que amaba.

A pesar de que eligió las palabras más cariñosas y que lo dijo con el mayor de los tactos, su mensaje fue claro. Debía olvidarse de Renato, porque evidentemente ese chico solo la había utilizado para aprovecharse de ella. La gente como él no se relacionaba en serio con personas como ellos, no buscaban enamorarse de chicas que económicamente no estuviesen a su propio nivel.

Así que, Samira ponía todos los días su mayor empeño por olvidarlo, sin embargo, esperaba que Renato la llamara, que hiciera polvo esa idea que los demás se hacían en cuanto decía quién era él, pero eso no pasaba y esa idea que todos tenían estaba empezando a echar raíces en ella.

—¿En serio? ¡Qué buena noticia! ¿Lo estás viendo? —preguntó al escuchar voces desde la portátil.

—Sí —respondió Samira haciendo un ademán, para que entrara.

Cambia mi suerte para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora