CAPÍTULO 20

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En cuanto Samira distinguió a Julio César entre todos los pasajeros que salían de la terminal, su corazón dio un vuelco de felicidad y empezó agitar una de sus manos en alto para que él la viera.

La gran sonrisa de Julio César la impulsó a avanzar con largas zancadas hacia él y en cuanto pudieron se abrazaron con mucha fuerza, mientras reían, aunque las risa de Samira se convirtió en llanto, un llanto de alivio y felicidad. En ese instante se daba cuenta de lo mucho que lo había extrañado y de que a pesar de que contaba con la compañía de Romina y Víctor, no era lo mismo que tener a Julio con ella, porque él era todo lo que hubiese deseado de un hermano.

—Ay, mi gitanilla, mi Sami, como te extrañé —dijo estrechando más el abrazo, le plantó un sonoro beso en la mejilla y se alejó para verla—. No llores, cariño —le pidió con la voz rota y los ojos cristalizados por las lágrimas contenida—, que me harás lloran a mí también.

—Es que estoy muy feliz de verte, te he echado mucho de menos.

—Yo también, cariño. —Empezó a limpiarle las lágrimas—. ¡Estás tan guapa! Te han hecho muy bien estos aires europeos.

—Gracias, aunque la verdad estoy destruida, mi día ha sido demasiado intenso, tanto emocional como físicamente —resopló ayudándole a Julio César con sus lágrimas.

—Ya imagino, es que no todos los días se vive la experiencia de tu primer día en la uni... Sé que debes estar muy cansada, vamos para que te duermas. —Se hizo de la manija de su maleta.

—No, de ninguna manera, primero vamos a comer, te llevaré a un restaurante que es buenísimo... Imagino que estarás tan muerto de hambre como yo.

—Bueno, no tanto... comí durante el vuelo, pero sabes que jamás me niego a ninguna invitación. —Soltó una risita y le guiñó un ojo—. Así aprovechamos la cena para que me cuentes cómo te fue en clases... Necesito saberlo todo.

—No, no te contaré todo porque terminaré aburriéndote, pero sí te diré lo más relevante... en cambio, tú sí tienes muchas cosas interesantes que contarme... Vamos, que se nos pasará la reserva. —Le tendió la mano para hacerse del equipaje de mano—. Deja que te ayude.

Julio le permitió que arrastrara la maleta de diez kilos, mientras él llevaba el equipaje más grande y la mochila. Ahí guardó todo cuanto pudo para poder empezar su nueva vida.

Silbó sorprendido al ver el auto de Samira.

—Vaya, en serio es un Audi... —dijo con la boca abierta.

—Ya lo había dicho en el grupo, pero como te desapareces y luego no te pones al día con las conversaciones —reprochó divertida—. En realidad, quería algo menos ostentoso, pero fue Carlos quien insistió y eso que él quería que fuese un Ferrari...

—Bueno, ¿puedes permitírtelo, no te lo has gastado todo o sí? —preguntó con cautela.

Cambia mi suerte para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora