CAPÍTULO 12

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Era pasada la medianoche, pero Samira apenas salía de uno de los rascacielos en el Distrito financiero CTBA en Madrid. Todos los días entraba a las siete de la noche, para trabajar cinco horas en el área de limpieza, labor que complementaba con su otro trabajo en el café de Lena.

Llevaba un año y diez días en España, su adaptación había sido lenta, pero todos los días hacía su mejor intento solo por ver el lado positivo de toda la situación.

Desde hacía un par de meses que había logrado mudarse del apartamento de Romina y Víctor, aunque compartía piso con dos chicas, a las que poco veía, porque al igual que ella trabajaban dobles turnos, y eso la hacía sentir más independiente.

A pesar de eso, hacía lo posible por visitar a sus amigos bastante seguido, sobre todo ahora que Romina con su tercer mes de embarazo no lo estaba pasando muy bien.

Se abrigó tan bien como pudo, para enfrentarse al inclemente frío de la madrugada, le entregó el pase a Paco uno de los hombres de seguridad, se despidió de él con una amable sonrisa y siguió a la salida, donde también se despidió de Hugo, prometiéndole que les traería churros.

Pudo sentir el frío tan inclemente que le pinchaba en las mejillas, por lo que se subió la bufanda hasta la nariz y apresuró el paso a la estación del metro y, solo se sintió aliviada, cuando entró al vagón en el que iban pocas personas.

Buscó en su mochila el libro que estaba leyendo, debía aprovechar esos pequeños momentos en que podía escapar de su realidad y adentrarse a vivir una linda historia de amor. Después de mucho tiempo había vuelto a retomar el género romántico, tras meses de solo leer thriller o terror, porque no quería saber nada del amor.

Le había dicho adiós a ese sentimiento de manera definitiva, fue aquella noche en que vio a Renato junto a Lara salir de la casa de su abuelo, desde entonces tomó la irrevocable decisión de olvidarlo y hasta el momento lo hacía lo mejor que podía.

Ya pasaba días, incluso semanas sin pensarlo y cuando afloraba en su memoria, ella lo rechazaba con rabia. Sí, estaba resentida con él, no podía evitarlo. Incluso, sentía que lo odiaba, razón por lo que no había vuelto a buscar nada que tuviera que ver con él o su familia, hasta eliminó la aplicación en la que compartían un par de listas de reproducción, cuando quería escuchar música lo hacía desde otra aplicación.

Sí, terminó cortando de raíz cualquier contacto con Renato Medeiros, justo como Romina se lo había sugerido desde un principio.

A poco para llegar a su estación, guardó el libro y se levantó a al espera de que las puertas se abrieran. Se sorprendió cuando estuvo en la intemperie y se dio cuenta de que estaba nevando. Extendió una de sus manos y pudo ver cómo un copo de nieve caía sobre su palma, enfundada en un guante negro.

Levantó la cara al cielo para ver cómo los copos descendían y sonrió ante el hermoso espectáculo, sin pensarlo, solo dejándose llevar por esa emoción momentánea, se bajó la bufanda, dejando al descubierto la boca y sacó la lengua solo para sentir cómo los copos se derretían cuando caían en ella.

El frío no le permitió que se quedara por mucho más tiempo viviendo la experiencia. No obstante, antes de emprender su camino, buscó el móvil en el bolsillo de su abrigo y se hizo un pequeño video.

—Hola, buenos días... Tú en pleno verano y aquí nevando... Me muero de frío. —Soltó una risita tiritando. Se apresuró a guardar el móvil y a correr hacia su hogar.

Pensó que con ese vídeo saludaría a Adonay, a Julio Cesar, a Daniela y a Ramona.

Suspiró aliviada cuando abrió la puerta del piso, se quitó el abrigo, lo colgó en el pechero y también se quitó las botas, luego fue a la cocina, puso a preparar café y fue al baño a por una ducha caliente que le sacara el frío del cuerpo. Todo lo hacía tratando de no hacer ruido para no despertar a Luisa, una de sus compañeras de piso, que normalmente llegaba a las diez de la noche.

Cambia mi suerte para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora