CAPÍTULO 13

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Samira estuvo lista una hora después, se sirvió café en el vaso térmico y salió del piso, aún con una sensación de desconsuelo oprimiéndole en el pecho.

Sabía que esa pesadilla solo fue producto de un día lleno de noticias que la impactaron y de lo que su inconsciente se valió para crear toda esa absurda historia en la que volvía a su casa embarazada y su padre sin necesidad de palabras la rechaza.

Necesitaba despejar su mente, miró la hora en la pantalla del teléfono y contaba con tiempo suficiente para irse caminando, lo que sería muy bueno para encontrar un poco de calma.

Se puso los auriculares, puso música y se guardó el móvil en el bolsillo del abrigo, solo quería despejarse la mente, que no quedara ni un resquicio de ese mal sueño, aunque seguía muy preocupada por Daniela, de verdad, quería encontrar una manera de ayudarla.

Caminaba con cuidado por la acera porque estaba algo resbalosa debido al deshielo, mientras tarareaba mentalmente Blank Space de Taylor Swift, que escuchaba a bajito volumen para no eliminar los ruidos externos.

A mitad de camino, en la entrada del Teatro Maravillas, estaba una anciana y una niña como de doce años, sentada en uno de los escalones. De manera inevitable, le hizo recordar a su abuela y a ella cuando salían juntas; un nudo de lágrimas de añoranza se le hizo en la garganta.

—Hola, guapa... buenos días, ¿podrías regalarme algo para comer? —le dijo la anciana en tono bajito y algo ronco.

Samira sintió un apretón en su corazón, se volvió a mirarla y sus ojos estaban cargados de tristeza y necesidad, la niña se notaba bastante delgada y larguirucha tanto como lo había sido ella a esa edad. Mejor que nadie sabía que lo era pasar hambre, ese dolor en la boca del estómago, la debilidad y los mareos... Sabía que tanto la anciana como la niña en verdad parecía que no habían comido en muchas horas y debían sentir mucha hambre como para estar pidiendo a esa hora y con ese frío.

No obstante, ella sabía que solo tenía un billete de cincuenta euros, era lo que había dejado para gastar en los próximos días hasta que cobrara.

—Lo siento señora, es que no tengo... —Le dolía en el alma tener que decirle que no tenía y con las lágrimas subiéndole por la garganta siguió con su camino.

Tan solo había avanzado un par de calles, el cargo de conciencia no la deja dar un paso más. Estaba segura de que no podía darle el único billete que tenía, pero sí quería ayudarle aunque fuera con algo, por lo que decidió buscar cambio; así que entró a un local del Loterías y Apuestas del Estado.

Sabía que a esa hora no iban a cambiarle el billete, por lo que le preguntó al chico para comprar un ticket, de lo que fuera, después de todo, ella no tenía idea de cómo era eso de los juegos de azar.

Él recomendó que comprara un Euromillones.

—Sí, está bien, uno de esos... —hablaba mientras buscaba el billete en su cartera—. Aquí tienes. —Se lo ofreció.

Cambia mi suerte para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora