Capítulo 45. ¿Cuánto te mide la v...?

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C A P Í T U L O  4 5

SKYLAR BANNERMAN


El mismo día que Alex fue a mi casa por la actividad del muñeco y desperté, ya no estaba sola, ya había llegado Stacy y Charlotte, pero él ya se había ido, dejándome sola con una simple nota de despedida pegada a mi celular. No le mandé mensaje, no le llamé, aunque me picaban los dedos por querer hacerlo me contuve y me resigné, y mejor me ocupé haciendo trabajos de las clases a las que había faltado.

Para el día martes ambos nos presentamos a clases, me saludó, pero yo no hice el intento de hacerlo. A la segunda hora de clase entregó el muñeco y efectivamente, el muñeco se quedó sin batería y por eso no cumplió con su labor, pero nos dejaron con una buena puntuación así que ni él ni yo pusimos objeción.

El miércoles los maestros me desearon buena salud y me dijeron que no me preocupara por entregar a tiempo las tareas y los nuevos proyectos, todos me dijeron que estaban al tanto de mi salud y que con los justificantes me darían días de más para entregar las tareas, desconcertada solo asentí, hasta qué minutos después me dijeron que fue Alex quien justificó todas mis faltas.

—Hola, Skylar, espero que hayas mejorado de tu salud —murmuró el profesor de Historia —. En los días que faltaste hemos visto unos temas importantes, pero no te preocupes, tienes días de más para entregarlos todos; comprendo que te sentías muy mal, y con los justificantes que presentó Alex por ti es suficiente, pero trata de no atrasarte mucho porque iniciaremos con un nuevo tema.

El mencionado no volteó cuando yo lo miré, pero sabía que sentía mi pesada mirada. Al final de la clase solo pasé por su lado y le murmuré un simple «gracias». Un gracias que quería convertirse en otra palabra que comienza con la letra V y termina por la E.

Vuelve...

No se lo dije, y el día transcurrió normal.

Hoy jueves suelto un resoplido con pesar. Mis ojos me pesan por las pocas horas de sueño que tuve, pero trato por no dejarme vencer y clavo toda mi atención en la profesora que guarda sus pertenencias en su maletín para marchase en cuanto antes. Tamborileo mi pie y tallo mis ojos, contando los minutos que faltan para que termine la clase, no me reanima que suene el timbre, porque al terminar esta clase tengo entrenamiento en el gimnasio.

Dirijo mis ojos a Alex, que está sentado en la cuarta fila de todas las sillas, una corriente de nervios pasea por mi vientre y aprieto mis piernas. Él está escribiendo algo en su celular, así que saco el mío para comprobar que está en línea y me sorprendo encontrarlo escribiéndome. El corazón me da un brinco hasta que deja de escribir. Levanto la vista para mirarlo y muerdo el interior de mi mejilla. Quiero que me mande un mensaje, que me hable, pero espero por unos segundos y Alex apaga su celular y lo guarda, saliendo de línea.

Los ánimos se me esfuman.

Lo sigo extrañando, mucho, extraño los mensajes de «buenos días» y «buenas noches» que me mandaba, extraño mis sonrisas tontas que hacía al ver un mensaje suyo por más corto que fuera. Quiero escribirle un «te extraño», sin embargo, temo por la respuesta que me podría dar.

Recuerdo la canción que me dedicó y mi corazón deja de latir, quiere salir corriendo hacia él, pero mi mente lo detiene, porque eso sería mi destrucción con mi suicidio.

Quiero AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora