Capítulo 33

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C A P Í T U L O  3 3.

SKYLAR BANNERMAN.

Sus ojos me estructuran toda la cara durante unos segundos, segundos que me parecen eternos y torturadores, y finalmente, niega con la cabeza, y alcanzo a ver un atisbo de decepción pasar por sus ojos, y me siento mal por dudar de él de esa manera.

―Yo jamás haría algo así para manchar tu imagen, Skylar ―admite con la honestidad derrochando de sus ojos.

Y yo le creo, y le creería hasta con los ojos cerrados. Le creería incluso cualquier mentira saliendo de sus labios.

Solo me basta con oírlo decir eso para abalanzarme encima de su cuerpo y abrazarlo con fuerza, refugiándome en sus brazos, buscando su consuelo.

Alex me sostiene entre sus brazos y acuna mi cabeza sobre su pecho sin decir algo más, y yo vuelvo a echarme a llorar, sacando todo sentimiento reprimido dentro de mi pecho. Sus labios besan mi cabeza repetidas veces y me consuela por no se cuánto tiempo, solo sé que me deja llorar y balbucear cosas sin llegarme a soltar.

Siento la humedad de su playera bajo mi mejilla y sorbo mi nariz, me limpio con rapidez por debajo de los ojos y me avergüenzo por mancharle la playera de lágrimas y mocos, sin embargo, eso parece no importarle.

Elevo mi cabeza para mirarlo a los ojos una vez que me siento más tranquila y que puedo dejar el llanto atrás, y él me planta un beso en la frente.

―¿Te sientes mejor, amor? ―cuestiona con preocupación y asiento, separándome de su cuerpo por unos cortos centímetros.

―Sí... ―susurro, tranquilizándome y respirando hondo―. Ya un poquito mejor.

Alex suspira con pesar y observa el grande rasguño que adorna mi mejilla, sus dedos acarician con suavidad sus alrededores y regresa sus ojos a los míos.

―¿Te duele algo más? ¿Te hizo daño? ―interroga con inquietud ―.  ¿Quieres que te llevemos a revisar al hospital? ―niego con la cabeza, sabiendo que la última opción no es necesaria.

―Solo me duele la cabeza y siento que me punza el cachete por el rasguño ―le respondo, tragando saliva.

Alex lleva sus manos a mi cabeza y sus dedos se entierran entre mis cabellos, masajeándome con delicadeza para aliviar el dolor.  ―¿Tienes algún botiquín? El rasguño se te puede infectar si no lo limpiamos.

Mis hombros se relajan notablemente al sentir el dolor de mi cabeza disminuir e inconscientemente cierro mis ojos, asintiendo. ―Está en el baño de arriba, vamos si quieres.

Lo tomo de la mano y enlazo mis dedos con los de él, y mi cuerpo reacciona a su manera, sintiendo un choque magnético por dentro.

Lo conduzco escaleras arriba y llegamos al baño principal, abro la puerta y con la luz mañanera no es necesario que encienda la luz, así que solo me encamino a los cajones y busco el botiquín. Se lo entrego a Alex una vez que lo encuentro y él lo abre, sacando el algodón junto con el alcohol.

―Siéntate aquí para poder limpiarte, ¿sí? ―señala la orilla de la bañera vacía, y yo obedezco sin quejarme. Observo a Alex darme la espalda para sacar un pedazo de algodón y mojarlo con el alcohol, sus movimientos son rápidos y nada torpes, termina de cerrar el frasquito y se voltea a mí, se inclina de cuclillas y mi respiración empieza a ser inestable, no sé si por el alcohol que me va a arder o porque aún me parece irreal tenerlo para mí.

―Te arderá, pero seré muy rápido ―pronuncia y lo miro directo a sus ojos azules y me pierdo en su profundidad, aceptando. Alex presiona con suavidad el algodón mojado en el rasguño y aprieto mis ojos y los dientes, sintiendo el ardor y unas ganas enormes de gritar.

Quiero AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora