Capítulo 2. ST

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Sex, drugs, etc.

Hace tres años.

Alex:

Mi vista se mantiene fija sobre la botella de cerveza que tengo en frente, le doy el último trago largo y le señalo al barman que me traiga otra, a lo que acepta.

La música retumba en mis oídos, mi lengua está entumecida, y mis ojos se sienten pesados, pero aún no me quiero ir. Llevo mis dedos hacia mis ojos para tallarlos y recibo la nueva cerveza frente a mí. No sé qué horas son, no sé cuánto he bebido, pero sé que ya estoy borracho, y sé que debo tener muchas llamadas y mensajes en mi celular por no reportarme desde hace más de un día.

Saco de la cajetilla de cigarros el quinto, o el sexto, ya hasta he perdido la cuenta, y lo enciendo con el encendedor. Le doy la primera calada y retengo el humo por unos segundos en mi boca, después lo expulso lentamente por mi nariz. Ya ni siquiera me cala.

Le doy un largo trago a la botella, casi dejándola por la mitad y el líquido amargo se desliza por mi garganta como si fuera agua. Ya he pedido de todo: tequila, whiskey, ron y cualquier otra cosa fuerte que me pusiera ebrio.

He estado durmiendo en un motel, y he estado viniendo al bar más cercano desde que abren. Pago por la mesa más oculta que tienen y no salgo de aquí hasta que cierran. Es mucho mejor estar metido aquí y dormir en un feo motel a estar en un departamento junto a la mujer con la que me casé.

Enciendo mi celular para saber la hora que es, y en cuanto se activa las notificaciones de mensajes comienzan a llegar: mensajes de mi madre, de Axel, y de Carrie. Debió haberles dicho que no he llegado a dormir. Solo le respondo a Axel, informándole que estoy bien.

Me paro del sillón y camino hacia el baño de hombres. Hay gente en el bar, pero estoy demasiado desconcertado que no me enfoco en saber quiénes son.

Llego al baño vacío y mis oídos retumban con la música a través de las paredes. Me lavo las manos con el agua del grifo y saco del bolsillo de mi pantalón la bolsita blanca para que se me pase la ebriedad. La abro con cuidado y con la ayuda de una llave llevo el polvo hacia mi nariz y lo inhalo profundamente. Me cala un poco, pero es ardor soportable. Me tallo el tabique de la nariz y miro mi reflejo en el espejo. Drogarme cuando estoy demasiado borracho me sirve para que se me baje y pueda volver a beber, también me desconecta la mente y me apaga los sentimientos.

Enderezo mis hombros, guardándome la bolsita y salgo del baño. El corazón comienza a palpitarme rápidamente dentro del pecho y empiezo a sentirme acalorado.

Visualizo mi mesa y veo que no sigue sola, porque Christian está sentado cruzado de brazos esperando. Es el único que sabe que he estado aquí, porque la madrugada de ayer también estuvo conmigo.

Le levanto las cejas y me acerco para dejarme caer a su lado. Tomo del cenicero el cigarro que dejé
empezado y lo vuelvo a encender.

—¿Desde qué horas estás aquí? —me pregunta, a lo que me encojo de hombros. La borrachera se me va pasando rápidamente, por lo que ahora encargo una botella.

–Desde que abrieron —respondo. Christian hace una mueca y yo me arremango las mangas de la sudadera que tengo puesta.

—Deberías regresar ya. No puedes desaparecerte así por más de un día —recomienda, pero yo niego con la cabeza.

Quiero AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora