Capítulo 12 - Deseo oculto

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Nikolay

Cuando llego al sótano mis hombres han dejado bien preparado al lacayo del Dragón; lo han amarrado a una silla con sus muñecas bien atadas a los posabrazos y sus pies descalzos fijos a las patas de la misma. Está bastante golpeado, pero no ha dicho nada. Para lo charlatán que estaba en Bélgica, ahora está bien mudo. Muevo la cabeza y doy la orden de cortarle una oreja.

Sigo el interrogatorio pero no obtengo respuesta, así que le digo a uno de mis hombres que le corten un dedo. Le comunico que cada pregunta sin contestar le costará uno, levanta los hombros en señal de que no le importa y prosigo.

Luego de cortarle tres entre las dos manos y cuatro de los pies, paso a ordenar que le arranquen las uñas de los dedos que le quedan. El cabrón tiene aguante porque sigue firme sin decir nada y me desafía con la mirada. Esto me demuestra que tiene una gran lealtad para con su jefe y no sé si admirarlo o cabrearme más. Estoy al límite de mi paciencia y con una tenaza yo mismo le arranco las tetillas. Cuando creo que va a hablar, se desmaya. Bufo de frustración y hago que lo reanimen, vuelvo a preguntarle que me diga quién es el Dragón, pero se niega.

En ese momento le ordeno a Viktor que le saque un ojo y ahí se quiebra, me pide por favor que no lo haga y estoy seguro de que por fin obtendré lo que quiero. Luego de que me de datos interesantes sobre que hay una mujer como mano derecha del Dragón, mira fijamente a la nada y comienza a reírse de una manera siniestra. Me da escalofríos escucharlo y dice algo que me deja perplejo.

—¡El Dragón acabará contigo y los demás! ¡Es más listo, lo que se propone lo consigue y ella, sea quien sea, es su verdugo, tiene ojos en todas partes y está donde menos se imaginan, nadie puede escapar de ella! —Dicho esto comienza a convulsionar.

—Pero ¡¿qué carajos le pasa?! —digo desesperado, y de pronto escucho la voz de Ailín que parece un susurro.

—Acaba de morder su cápsula de cianuro. —Me giro para mirarla.

—¿Qué acabas de decir? Si estaba perfecto, te equivocas. Lo importante ahora es ¿qué haces aquí abajo y vestida así? —le digo molesto, ya que lleva unas calzas y un top que le quedan como un guante marcando cada parte de su cuerpo. Verla así me deja loco de deseo. Pone sus ojos en blanco, se acerca al cadáver y coge un cuchillo.

—Estaba buscando el gimnasio cuando sentí ruido y mi curiosidad pudo más. ¿No has dicho que debo acoplarme a tu vida? Creo que esto será diario en ella, así que no te sulfures, que yo estoy muy tranquila. —Levanta una ceja, la miro rojo del coraje. Le encanta desafiarme y eso en vez de enfadarme me excita aún más. Se acerca al cadáver, le abre la boca, mira dentro y con el cuchillo que cogió toca una muela y quita la cápsula desecha. Estoy que me caigo del asombro—. ¿Ahora me crees, Nikolay? Aquí está, es como las que utilizaban los alemanes de las SS —me dice toda altanera, y tengo ganas de desnudarla aquí mismo.


Verla así, tan serena, al lado de la sangre y comportándose como toda una mafiosa me enciende a niveles insospechados. Quisiera hacerla mía manchando su cuerpo de rojo por los fluidos que tengo de este mal nacido. Que gima debajo y encima mío cuando toco su cuerpo con mis manos ensangrentadas. Sé que suena sádico y oscuro, pero este es un lado que solo conocen mis hombres. Nunca he tenido una mujer que me importe como para querer sucumbir a mis deseos más perversos. Pero con ella... con ella sé que sucumbiría a todo y tengo la sensación de que lo disfrutaría igual que yo.

Saliendo de mis pensamientos hablo para molestarla.

—Veo que sabes mucho y no debería extrañarme viniendo de ti, ya que eres una caja de sorpresas. Lo que no entiendo es por qué se ha dejado torturar si tenía eso desde el principio.

 —La miro serio.

—Tal vez le costó quitarse la cubierta que protege la cápsula para que al comer y hacer actividades no tuviese un accidente reventándose cuando no debía —me dice levantando sus hombros. Es un buen punto, la verdad, tendré que investigar el tema. Pero como no puede mantenerse callada la chincho un poco más.

—Puede ser, pero no entiendo cuál fue el detonante, parecía que iba a contarnos todo —le digo y bufo. La miro de una manera que puede ser extraña pero en realidad es oscura, con deseo. Quiero cumplir mis fantasías haciéndola mía como pensaba hace un momento, mi erección creciente me va a dejar en evidencia, por lo que cambio los pensamientos—. ¿Sabes mucho de estas cosas, Ailín? Tampoco te veo afectada por ver una tortura de este tamaño. —La miro fijamente, levanto una ceja haciéndola sentir incómoda como si quisiera arrancarle todos sus secretos, ser el dueño de sus pensamientos. Estoy muy mal por esta mujer. Pero me divierte sacarla de quicio, río para dentro.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí, he visto más de lo que quisiera recordar. Pero para que te quedes tranquilo te lo diré... —Hace una pausa y no sé por qué tengo la sensación que la he cagado, que todo lo que tenía ganado con ella ahora está perdido, que me costará que se vuelva a abrir.

Comienza a contar la desgarradora historia de la muerte de su madre, se me parte el alma verla así. No puedo decir que la comprendo, ya que mis padres están vivos y ella no tiene a nadie. Luego de verla llorar y limpiarse los ojos comienza a contar otra historia que me está llenando de ira. Una furia se apodera de mí al verla partirse en dos por el recuerdo de ese hombre.

Su llanto es tan profundo y su dolor tan intenso que estoy haciendo lo humanamente posible por contenerme y no romper todo. Aprieto mis puños tan fuerte que tengo blancos los nudillos. Mis dientes se presionan en mi quijada de tal manera que parece a punto de partirse. Mi respiración se está por descontrolar, ella no ayuda a relajarme cuando hace una pausa, se coge el pecho con fuerza, se encoge como si ya no pudiera más de tanto dolor y angustia. Por último, me desarma con lo que dice.

—Así que la próxima vez que vosotros penséis o se te cruce por la mente, Nikolay, por qué no me inmuto cuando veo una tortura, sabrás que es porque no conozco a la
persona ni me provoca nada. Mi corazón murió el día que me separaron de él, ya nada me lastima y puedo ver desangrarse a alguien delante de mis ojos sin que se me mueva un pelo. —Dicho esto se gira y se va dejándonos a todos sin palabras.

El sótano ha quedado en silencio, mis hombres no saben qué decir. La verdad, estoy tan fuera de mí que tampoco sé qué decir. La he lastimado por hablar sin pensar. Nunca quise cuestionar sus motivos. Solo quería molestarla porque me encanta lo respondona que es. Que oculta algo lo tengo claro, pero no me conoce como para abrirse y contarme sus cosas. Ahora hemos retrocedido, o mejor dicho, he retrocedido yo con ella. Quiero ir a verla, abrazarla, consolarla, decirle que yo estoy aquí, que nada más la lastimará. Pero no soportaría su rechazo, así que hago lo que mejor sé, ocultar mis emociones y dar órdenes.

—Quiero que limpien este desastre, ya saben lo que hacer con el cadáver. —Mi mente vaga en el momento que se acercó a ese hombre con un cuchillo.

—Sí jefe —dicen mis hombres.

—¡No quiero que nadie me moleste por lo que resta de día! —digo alzando la voz.

—No te preocupes, Nikolay —me dice Viktor—. Estaré al pendiente y me ocuparé de todo junto con Aleksei —asiento y me voy al despacho.

Los secretos de mi esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora