Capítulo 40 - Enfurecido

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Ailín

Cuando lo vi me quedé paralizada. No se me ocurrió nada mejor que hacerme la indiferente, porque mi corazón empezó a latir frenético, el deseo comenzó a arremolinarse en mi bajo vientre obligándome a contenerme para no saltarle encima y besarlo hasta la saciedad.

Logré reaccionar a tiempo.No es que estuviera enfadada con él, simplemente no quería verme desesperada y que se diera cuenta de que cuando aparece o me habla me convierto en nada. Cuando Nikolay está cerca de mí pierdo la capacidad de pensar con claridad. Tanto tiempo sin verlo, sin tenerlo entre mis brazos me estaba pasando factura.

Por eso reaccioné como si me molestara que hubiese venido a buscarme. Mi cuerpo estaba saltando de alegría al ver que me amaba y había venido a por mí. Verlo celoso de Gian fue lo más maravilloso del planeta. Apenas pude contener mis emociones antes de que todo se fuera a la mierda.

Y aquí estoy, sola en una habitación de hotel, obligándome a mantenerme quieta para no salir disparada a casa, decirle que lo amo con locura, explicarle todo para que no malentienda y meterme entre sus sábanas.

Me contengo porque es hora de que entienda que no soy un objeto ni un premio al que ganar. ¡Soy su maldita mujer, joder! Y aunque esté rabioso de celos debe comportarse sin tratar de manejarme a su antojo, porque, oh no, eso sí que no se lo permitiré más. Aunque en realidad nunca se lo he permitido. ¡Uff, qué indecisa estoy! Quiero ir a por él, no hacerme de rogar... Mientras decido qué hacer y qué no, suena mi teléfono que por fin tengo operativo.

—Hola... —contesto.

—Hola, Ailín, soy Paula. —Está sollozante.

—Dime, cariño, ¿en qué puedo ayudarte? —Se me aprieta el corazón.

—Mi papá ha tenido un infarto, está en quirófano y no saben si se salvará. —Oh no, ya sé lo que se viene—. Debo viajar a Génova de inmediato, si le pasa algo y no estoy ahí, jamás me lo perdonaría. Mi mamá está sufriendo al igual que mis hermanos, necesito estar con mi familia —dice en un mar de lágrimas.

—Tranquila, cielo, no te preocupes por nada. Tómate todo el tiempo que necesites, tu sueldo será abonado al completo. Lo importante ahora es que tu padre se recupere y que puedas apoyar a los tuyos. Cuando todo acabe te reincorporas al trabajo si sigues queriéndolo. —Me duele que pase por eso porque siempre habla de su familia y se nota el amor incondicional entre ellos.

—¿Por qué eres tan buena conmigo? Nadie hace eso por sus empleados. Prometo que te compensaré cuando vuelva —dice un poco más tranquila.

—Mis empleados son familia, tú eres parte de ella ahora mismo y cuidamos a los nuestros. —Intento darle paz, esa que necesita en estos momentos.

—Pero, ¿qué pasará con la inauguración? No hay tiempo de que otra bailarina se aprenda las coreografías tan rápido y se acople a Gian... —La corto, ya que se está agobiando de más.

—No te preocupes por eso ahora, pero si te tranquiliza te diré que lo haré yo. Gian luego tendrá una semana para entrenar a tu sustituta. No te preocupes por nada más que la salud de tu padre —le digo porque sé que lo necesita.

—Gracias, Ailín, no tengo cómo pagarte lo que haces por mí. —Vuelve a sollozar.

—De nada, cielo. Ahora ve a alistarte para ver a tu familia. —La siento respirar entrecortado.

—Gracias otra vez —me dice, y cuelga.

Suspiro profundo, ya que la decisión que acabo de tomar hará que arda Troya. Una cosa es estar tras bambalinas y otra ser el centro de atención bailando con tu ex bajo la atenta mirada celosa y depredadora de tu marido.

Los secretos de mi esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora