Ailín
Esta semana he estado nerviosa, con una sensación extraña, he activado todos los chips nuestros para estar localizables por cualquier cosa. Nikolay me ha llamado, también me ha enviado mensajes y vídeos de Telegram diariamente; eso me tranquiliza un poco, pero hasta no tenerlo en casa y entre mis brazos no podré descansar.
Hace dos días que no sé nada de mi amado. Malena, Lucía y Carolina tampoco saben nada de los suyos. Están nerviosas porque, aunque lo han negado e intentado, no pudieron evitar lo inevitable: cayeron redonditas ante ellos.
—Ailín, algo no está bien, si no logro saber algo para mañana me volveré loca —dice Lucía, mientras las otras dos asienten con sus cabezas.
—Debemos mantener la mente fría como os enseñé, ahora más que nunca hay que cuidar a los niños. No quiero que salgan al jardín, los tendremos en la habitación del pánico —digo firme.
—¿No te parece que estás exagerando tomando esa medida? —alega Malena negando.
—Estoy haciendo lo correcto, chicas, tengo una sensación extraña desde hace días. Por eso lo primero que debemos proteger esa los críos, ellos pueden ser nuestro punto débil. Si están encerrados con el servicio estaré tranquila y podré afrontar lo que se venga. —Me miran abriendo grande los ojos.
—¿Crees que intentarán atacar la casa con toda la seguridad que hay? Creo que estás paranoica, cielo —Comenta incrédula Carolina.
—¡¿Qué pasa si mis presentimientos son ciertos y por no hacerles caso dañan a mis hijos?! ¡¿Qué perdemos sellando su dormitorio con el servicio?! —digo exaltada.
—Tienes razón, la seguridad de los pequeñines es lo más importante y no perdemos nada. Iré a dar la orden de que en dos horas los quiero a todos en la habitación junto a los peques. Hay lugar para quince personas y ellos son ocho; estarán cómodos, lo habéis preparado bien con Nikolay —dice Malena.
—Sí, no falta de nada, ni para los niños ni para quienes estén con ellos. Lucía, necesito que coloques armas de diferentes calibres por toda la casa en los puntos estratégicos que hablamos la otra vez. —Estoy segura de que se viene una dura batalla.
—Lo haré enseguida, también dejaré municiones de más por cualquier cosa —asiento.
—Ailín, ¿te parece que ponga dagas y cuchillos en la entrada? —la idea de Carolina me ha encantado, asiento y cada una sale a organizarse para lo que pueda pasar. Espero no estar exagerando.
Nikolay
La semana ha pasado muy rápido, todo ha salido a pedir de boca. Estamos muy centrados porque lo que se viene ahora no es complicado, lo hemos hecho miles de veces. Vamos rumbo a Gioia Tauro, es el mayor puerto de contenedores de Italia. Normalmente los recibimos por Génova o Savona, que están cerca de Milán, pero al expandirnos y ganar territorio nos ha parecido la mejor opción este puerto.
Hoy nos esperan dos contenedores, uno de armas y el otro de cocaína. Cada vez son más extensos nuestros dominios, esto se lo debo a la unión por partida doble con la familia Graffagnino. Tanto ellos como nosotros somos los número uno de varios países como Italia, Rusia, Alemania, España, Bélgica e Inglaterra.
Luego de recibir y comprobar el cargamento, procedemos a separar lo que se queda en Italia y lo que sale para Inglaterra y Bélgica. Al parecer todo saldrá como lo hemos planeado, solo nos queda verificar unas rutas, ya que nos ha llegado un soplo de que andan husmeando por la zona y no quiero que den con los depósitos subterráneos; si eso pasa estamos jodidos.
—¿Chicos, todo bien? —pregunto, pero no escucho respuesta. Debe ser por la zona, aunque nuestro equipo no debería tener problemas.
—¡Emboscada! —grita alguno de mis hombres, y lo último que veo antes de perder el conocimiento es cómo estalla uno de los coches; otro es sacado de la carretera; y al mío le revientan dos neumáticos, pierde el control comenzando a dar vueltas de campana y acaba estrellándose contra un árbol.
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Los secretos de mi esposa
RomanceAilín es una mujer dulce, cariñosa y romántica, pero con una fuerza de voluntad y carácter que algunos quisieran. Esconde grandes secretos, uno de ellos podría matarla. Huye de un pasado lleno de dolor y sangre. Ha jurado no depender de nadie ni per...