Ailín
Ha pasado una semana desde que se ha ido Nikolay. Sé que a veces se complican las cosas, pero me urge hablar con él. Estoy comenzando a tener náuseas matutinas, que de matutinas no tienen nada. La tripa ha comenzado a notarse bastante para estar de once semanas; no se debería ver tanto aún, pero ha crecido de golpe en esta semana. Es por eso que estoy tan preocupada, cuando me vea desnuda se dará cuenta que estoy embarazada y como empiece a sacar conjeturas, sabrá la verdad: que no es suyo.
Tengo claro que lo más importante en estos momentos es mi bebé, amo a mi esposo pero también al frijolito que crece dentro de mí, es mitad mío y seré una fiera para defenderlo. Ahora lo que apremia es su bienestar, no me arriesgaré a perderlo.
Aunque no he buscado esto, él ya es parte de mi vida y lo amo. También pienso en el padre de mi hijo, si era su única manera de concebir no podría quitarle ese sueño matando a su retoño.
En estos momentos estoy muy agobiada porque no sé el tiempo que tardará mi mafioso y me urge que hablemos.
******
Han pasado dos días más cuando lo escucho entrar a la habitación, viene lleno de sangre y se mete a la ducha. Al salir veo que está muy serio, apenas me mira de lado, no me sonríe ni se acerca a besarme. No sé qué ha podido pasar pero esto no me da buena espina.
Me levanto y camino a su encuentro, lo abrazo, lo beso, pero no me responde.
—¿Amor, pasa algo? —digo intentando no llorar por su rechazo.
—No, estoy cansado. Han sido muchos días de trabajo duro —me responde seco y con la voz más dura de lo normal.
—Si quieres puedo hacerte un masaje para que relajes tensiones y luego te preparo algo rico de comer. O podemos acostarnos un ratito a descansar mientras nos hacemos mimos —le digo con doble sentido.
—Gracias por la oferta pero voy a declinarla. Necesito hablar unas cosas importantes con Viktor y Aleksei en el despacho, no sé cuánto tardaré —dice, y comienza a irse.
—Como quieras, pensé que luego de más de una semana sin vernos al menos podríamos pasar medio día juntos —dije irritada.
—Para ti es fácil, como tienes tiempo libre crees que conmigo pasa lo mismo. Si estás aburrida puedes salir de compras o hacer algún curso de algo que te guste —me dice con la voz plana.
—Perdona si te he incomodado, no era mi intención, ya no te molestaré más. Puedes irte a trabajar. —Estaba dolida, me ha tratado como un parásito que no hace nada y es mantenido, estoy aguantando mis ganas de llorar.
—Mira, he tenido unos días de mierda para que al llegar me montes un númerito, estoy harto de las mentiras y los engaños, de no poder confiar en nadie. En estos momentos no puedo ni quiero lidiar contigo —dice saliendo y cerrando la puerta un poco más fuerte de lo normal.
Con lo último que dijo me ha dejado nerviosa, es imposible que sepa algo de mí, debo saber qué pasa así tenga que espiarlo.
Luego de una hora voy a la cocina y pregunto si le han llevado algo de comer o tomar a mi hombre y sus amigos, me dicen que dijeron que no querían nada. Preparo la cena con las empleadas; son un amor conmigo y las aprecio.Luego de dos horas me acerco al despacho para saber si está de mejor humor mi troglodita. Veo la puerta entornada y, como buena curiosa, paro mi oreja. Nikolay está cabreado, en realidad más que eso, diría yo.Estoy por retirarme cuando oigo algo que me deja inmóvil.
—Así que esa maldita está embarazada... ¿Quién se ha creído que es? ¿Pensó que podía jugar conmigo? —dice golpeando el escritorio.
—Tranquilo, Nikolay, tenemos que confirmar los datos con el médico de la clínica —dice Aleksei.
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Los secretos de mi esposa
RomansaAilín es una mujer dulce, cariñosa y romántica, pero con una fuerza de voluntad y carácter que algunos quisieran. Esconde grandes secretos, uno de ellos podría matarla. Huye de un pasado lleno de dolor y sangre. Ha jurado no depender de nadie ni per...